COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA
RESPONSABLES DE LA PAZ Y EL DESTINO DEMOCRÁTICO DE VENEZUELA
1. La crisis que desde el pasado 12 de Febrero vive
Venezuela es sumamente grave tanto por su magnitud, ya que abarca dimensiones
diversas de la vida nacional, como por su duración, violencia y nefastas
consecuencias para nuestro presente y nuestro futuro. Por tal motivo, los Obispos de la
Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana queremos dirigirnos de
nuevo a todos los venezolanos, cualquiera sea su simpatía
política.
2. Causa fundamental de la actual crisis es la
pretensión del partido oficial y autoridades de la República de
implantar el llamado “Plan de la Patria”, detrás del cual se esconde la
promoción de un sistema de gobierno de corte totalitario, que pone en
duda su perfil democrático; las restricciones a las libertades
ciudadanas, en particular, la de información y opinión; la falta de políticas
públicas adecuadas para enfrentar la inseguridad jurídica y ciudadana; los
ataques a la producción nacional, que ha conducido a que en nuestro país hoy se
haga necesaria la importación de toda clase de productos; la brutal represión
de la disidencia política; el intento de “pacificación” o apaciguamiento por
medio de la amenaza, la violencia verbal y la represión física.
3. Los estudiantes y otros manifestantes pacíficos, ejercen su legítimo
derecho, previsto en la Constitución, y merecen, por
tanto, todo respeto. Las manifestaciones
se han visto a veces empañadas por actos de violencia que han dejado muertos, heridos y destrozos en
instituciones y propiedades. Es difícil señalar el origen de todos ellos,
pero es evidente que muchas acciones delictivas son originadas por personas o
grupos infiltrados con el objeto de tergiversar o desacreditar las protestas y
provocar su condena. El empleo de barricadas y el ataque hacia
personas e instituciones, así como la quema de vehículos particulares y
de servicio público, crean una
situación que no se debe aceptar ni
aplaudir.
4. Reiteramos nuestra firme exigencia de que el Gobierno desarme a los grupos
civiles armados. Su actuación coordinada, siguiendo unos patrones
determinados, demuestra que no se trata de grupos aislados o espontáneos,
sino entrenados para intervenir violentamente. En muchos casos han actuado
impunemente bajo la mirada indiferente de las fuerzas del orden público, por lo
cual la actuación de éstas ha quedado
seriamente cuestionada.
5. Lamentamos los asesinatos de civiles y de Guardias Nacionales ocurridos en
las manifestaciones. Queremos recordar que el valor de la vida es
absoluto y Dios lo protege con el quinto mandamiento. De igual modo rechazamos la criminalización de la protesta
ciudadana y la negación práctica de los derechos humanos en el trato a los
manifestantes. Denunciamos la abusiva y desmedida represión contra
ellos, las torturas de que han sido objeto muchas de las personas detenidas y la persecución judicial a los Alcaldes y Diputados
contrarios al oficialismo.
6. La restricción de la información tanto en la prensa como en los medios
radioeléctricos atenta contra el derecho del pueblo a estar bien informado y
también contra la posibilidad de que se conozca la verdad de los hechos y se sancione a los culpables. Sin determinar la verdad será imposible lograr la
paz. Una "Comisión de la Verdad" que sea plural y que genere confianza
en los ciudadanos, puede ser una gran ayuda.
7. El desabastecimiento, la carestía de la vida, la inseguridad y las
restricciones en la venta de gasolina, más notables en el interior del país y
en las zonas fronterizas, se traduce en angustia y malestar creciente de la
población. A esto se añade que no pocas personas inescrupulosas, amparados
en la crisis que atraviesa la nación, se han dedicado a especular con los
bienes y servicios, que han subido a
precios exorbitantes. Si no se toman los necesarios correctivos a estas
situaciones, ellas serán una chispa que seguirá encendiendo la
violencia.
8. El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis
por la fuerza. La represión no es el camino. Con ella no ha podido evitar las
manifestaciones de protesta ni dar respuesta al descontento y la rebeldía de la
gente. La salida de la
crisis es clara: el diálogo sincero del Gobierno con todos los sectores del país, con una agenda previa y
condiciones de igualdad, y con gestos concretos, evaluables en el tiempo, como
señales de la necesaria rectificación.
Consideramos oportuna y de gran valor la participación de la Santa Sede en el
diálogo entre el Gobierno y la oposición. El pueblo venezolano apreciará en
sumo grado dicha participación y sabrá reconocer el valioso aporte de la
Iglesia.
9. Hacemos un llamado a todos los venezolanos, especialmente a los dirigentes
del Gobierno y de la oposición, a considerar la extrema gravedad del momento
presente, y a evitar que el país se siga desangrando y se derrumbe por la
violencia. Más aún, los exhortamos al dialogo y a poner todo su esfuerzo por construir
nuevas relaciones basadas en el mutuo reconocimiento, la reconciliación y la
búsqueda de la normalización de la situación nacional.
10. La fe cristiana
bien entendida nos exige a todos los creyentes responsabilizarnos del destino
del país, no permanecer indiferentes sino más bien involucrarnos en la defensa
de la vida, de los derechos humanos, de la libertad y la democracia. Nadie que viva en Venezuela debe decir que no le interesa o preocupa la
violencia y las muertes que están aconteciendo en ciudades y pueblos. Todos,
sin excepción, somos responsables de la libertad, la paz y el destino
democrático de nuestra Patria.
11. Inspirados en la
Palabra de Dios, todos los creyentes en Cristo tenemos que asumir decididamente
el servicio de la reconciliación. Aprovechando la
Cuaresma y la próxima Semana Santa, los sacerdotes, religiosas, laicos
comprometidos en acciones pastorales y los Obispos contribuiremos a edificar la paz desde la verdad y la
caridad, pues a la Iglesia le
corresponde ser el ámbito de la comunión donde todos podremos encontrarnos
asumiendo razonablemente nuestras diferencias. Como enseña San Pablo, nos toca derribar todo
muro de división. Cristo es nuestra paz (Ef
2,14)
12. Nos solidarizamos
con la población de las ciudades que más han sufrido la violencia y los efectos
de la militarización. Particularmente con los habitantes de San Cristóbal. Invitamos a todos los católicos a ofrecer a Dios el AYUNO
del próximo VIERNES SANTO EN SOLIDARIDAD con todas
las familias que lloran a sus seres queridos, pidiendo para ellas consuelo,
esperanza y fortaleza espiritual.
13. Invitamos a todos
los ciudadanos, independientemente de su simpatía política, a unirnos como venezolanos, a superar el odio
y la violencia, a evitar falsos rumores e informaciones que producen
zozobra en la población y a comprometernos con Dios a resolver
nuestros conflictos de manera pacífica. Ponemos estas
intenciones en las manos amorosas de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona
de Venezuela.
X Emmo. Sr. Cardenal
Jorge Urosa Savino
Arzobispo de
Caracas
Presidente de Honor de la CEV
X Diego Rafael Padrón Sánchez
Arzobispo de
Cumaná
Presidente de la
CEV
|
X J osé Luis Azuaje Ayala
Obispo de Barinas
1°
Vicepresidente de la CEV
|
X Mario Moronta Rodríguez
Obispo de San
Cristóbal
2°
Vicepresidente de la CEV
|
X Jesús González de Zárate
Obispo Auxiliar
de Caracas
Secretario General de la CEV
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