jueves, 26 de junio de 2014

A propósito de una carta "para la historia"


DIEGO BAUTISTA URBANEJA  
EL UNIVERSAL

En las filas oficialistas debe reinar en estos momentos un gran desconcierto. La carta de Giordani es, aparte de muchas otras cosas que se podrían decir respecto a ella, la confesión de un gran fracaso. El hecho de que sea quizás el más grande "consentido" que Chávez tuvo en vida quien haya tenido esa explosión de inconformidad tiene que producir muchos cuestionamientos en el bando gubernamental. Despachar el asunto como un asunto de mera "traición" no puede satisfacer a nadie que tenga un poco de razonamiento propio. Aunque a decir verdad no podía esperarse nada diferente del mundo oficial : acusar a Giordani de traición viene a ser la reacción "pavloviana" de un régimen como este. 
Rumbo económico
Una de las reacciones que ha suscitado en el resto del país el affaire Giordani es la de que la caída en desgracia del exministro Giordani, remachada por su famosa carta, significa o simboliza la desaparición de los grandes obstáculos para la adopción de un rumbo económico que se ha dado en llamar "pragmático", representado a su vez -lo que son las cosas- por el hombre que, después de, o junto a Giordani, es quien más derecho tiene al título de autor de la debacle económica nacional: Rafael Ramírez. 
Pero esa suposición da por resuelto el asunto que está precisamente por dilucidar. El de si el gobierno tiene la capacidad de adoptar un rumbo cualquiera que no sea el de mantener y arrastrar como se pueda la situación que venimos soportando desde hace meses. Bien sea eso -lo de tener esa capacidad- porque Nicolás Maduro dispone del liderazgo necesario y tiene alguna idea de qué es más o menos lo que habría que hacer, bien sea porque en ese mosaico de intereses y facciones que se dice constitutivo de lo que es hoy el oficialismo pueda producirse un acuerdo o una convergencia hacia ese rumbo. También en este segundo caso hay que suponer que se tiene alguna idea de que es lo que hay que hacer y la disposición a pagar los costos políticos, presumiblemente muy altos, de tales decisiones. Cuando hablamos de tener idea de lo que hay que hacer, no nos referimos a esta o la otra medida, sino a la visión de todo un conjunto de medidas ajustadas entre sí que constituyan algo que merezca llamarse "una política". Como todos comprenderán, nada de lo que hayamos visto fundamenta muchas esperanzas de que pueda darse en el aparentemente débil liderazgo de Maduro o en endiablado mosaico oficialista nada parecido a tal epifanía.

Asesores
Siempre es posible recurrir a asesores para tratar de solventar esa carencia de visión. Pero es muy difícil transitar por una situación económica como esta a base de lo que le "soplen" a uno personas de supuestamente mayor preparación. ¿Qué tanto puede hacer Ricardo Menéndez, el sucesor de Giordani en el ministerio, con los "soplidos" de Francisquito Rodríguez o del expresidente del Banco Central de Brasil? 
De no haber tal visión de conjunto, eso que se está llamando pragmatismo, como la posible nueva orientación dominante en el gobierno, no pasará de ser una sucesión de medidas más o menos indicadas por alguna urgencia insoslayable, destinadas a solventar algún asfixiante cuello de botella, y que significará un alivio momentáneo para tal o cual sector o una solución momentánea para tal o cual situación crítica, pero que simplemente dejará servida la escena para la aparición de la próxima urgencia y para la próxima guachamaronería de Nelson Merentes o el próximo balbuceo de "pragmático Ramírez". 

Culpable
La otra tentación en la que se podría caer a raíz de la carta de Giordani está emparentada con la anterior, pero por lo visto tiene menos fuerza. Es la de hacer de Giordani el gran culpable de todo lo que ha pasado. En otras circunstancias Giordani hubiera sido quizás el chivo expiatorio ideal. En este momento se encuentra en una soledad política casi absoluta: acerbamente criticado durante años por la oposición, a la que por su parte trató inmisericordemente -¿recuerdan aquello de la escoria?- es ahora visto por el sector oficialista como un resentido y, de nuevo, como un traidor. Pero aquí se atraviesa un obstáculo poderosísimo: Hugo Chávez. No parece haber manera de hacer de Giordani un chivo expiatorio sin llevarse en los cachos al mismísimo comandante, quien por lo visto lo tenía como todo un oráculo de Delfos en materia económica. Así que el omnipotente manto protector de Hugo Chávez seguramente le ahorrará al garibaldiano exministro el destino del chivo expiatorio, al menos por un tiempo. De haber llegado Giordani a quedar en esa posición, habría sido demasiada amargura para poder con ella de un solo trago.

dburbaneja@gmail.com

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