RAMÓN J.
VELÁSQUEZ
Juan Páez
Ávila
La muerte del Dr. Ramón J.
Velásquez constituye para su familia un gran pesar, una ausencia dolorosa del
hogar que formó con Regina Betancourt y sus cuatro hijos, y para Venezuela la pérdida de un ciudadano
ejemplar por sus valores éticos, morales, políticos e intelectuales.
Formado en un hogar de
maestros y periodistas, Ramón J. Velásquez, decide viajar de San Cristóbal a
Caracas a terminar estudios de bachillerato en el Liceo ¨Andrés Bello¨ y abrirse
camino hacia la
Universidad , el periodismo, la historia y la política de su
tiempo, como queda expresado en una larga conversación que sostiene con los
historiadores Catalina Banko y Ramón
González Escorihuela, quienes la editan
en un libro titulado: UN PAÍS UNA VIDA.
Viaja con Leonardo Ruiz Pineda, con quien comparte inquietudes intelectuales y políticas y
en cierto modo se proponen conquistar la capital, no con el fusil y el
machete de sus coterráneos Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, sino con la
pluma, el talento y la voluntad de formar parte de una nueva generación de
jóvenes andinos, que además de prepararse y ascender a niveles de profesionales
de educación superior, contribuir a cambiar el país semifeudal que los asfixia
por una nación moderna y democrática
Después de un largo y penoso viaje que dura 4 días en autobús por una carretera de tierra,
continuará realizando el periodismo liceísta que había ejercido en el liceo ¨
¨Simón Bolívar¨ de San Cristóbal, participa en reuniones con dirigentes
juveniles de la Federación
de Estudiantes, ingresa a la Universidad
Central de Venezuela y obtiene el título de Abogado de la República y Doctor en
Ciencias Políticas y Sociales, para luego asumir el cargo de Redactor de temas
políticos del diario Ultimas Noticias, lo que le permite conocer y analizar el
universo político de la era posgomecista, hasta nuestros días.
Testigo como periodista y protagonista como político de la
evolución social, económica y política del país, durante más de la segunda mitad del siglo XX, le tocó enfrentar
momentos críticos y peligrosos de nuestra accidentada historia, especialmente
en la época de la resistencia a la dictadura de Pérez Jiménez. Corredactor del Libro Negro de la Dictadura , con Simón
Alberto Consalvi, José Agustín Catalá,
Juan Liscano y Héctor Hurtado fue detenido por segunda vez. Al salir en
libertad y conocer del asesinato de su compañero y amigo Leonardo Ruiz Pineda,
fue hasta la Avenida San
Martín a reconocer y despedir al Secretario General de AD en la
clandestinidad
En 1956 lo detuvieron y estuvo preso en la cárcel de Ciudad
Bolívar, hasta el 23 de Enero cuando cayó el dictador. La publicación de : UN PAÍS UNA VIDA, es en
parte una síntesis del testimonio de un ciudadano ejemplar dedicado al estudio de la historia,
al periodismo y al ejercicio democrático de la política, de la que ha hecho una
cátedra abierta señalando siempre un camino de libertad a sus lectores y
amigos. Su imagen es histórica, pero también de leyenda. En un pequeño calabozo
de la cárcel de Ciudad Bolívar, donde estábamos secuestrados por la dictadura
del General Pérez Jiménez, en 1957, algunos jóvenes que le acompañábamos le
oíamos narrar, de memoria, gran parte de Historia Republicana de Venezuela.
Entre el análisis de nuestro acontecer político y la anécdota oportuna, no sólo
disfrutábamos de su extraordinaria cátedra, sino que también nos olvidábamos
por algunas horas del aislamiento, del encierro y de la amenaza del cabo de
presos que peinilla en mano llamaba a cualquier hora a formar fila, para pasar
lista de los detenidos. Don Ramón siempre preservó su serenidad y fortaleza
espiritual.
Y
aunque veíamos muy lejos la caída del tirano, a los pocos meses también se
desplomó. Cuando abordábamos los autobuses hacia la libertad, alguien notó que
los presos militares seguían en sus
calabozos. El Dr. Velásquez tomó la palabra y expresó: ¡Si no salimos
todos, regresamos a los calabozos! El Coronel que nos liberaba no tenía ese
mandato. Regresamos a nuestras celdas, hasta el otro día cuando llegó la orden
de liberarnos a todos.
Una vez
recuperada la libertad, fue Senador por el Estado Táchira, Ministro y
Presidente Encargado de la República. Entre su obra intelectual destacan:
Confidencias Imaginarias de Juan Vicente
Gómez y La Caída del Liberalismo
Amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes; dirigió la Colección del
Pensamiento Político Venezolano de los siglos XIX y XX y ha ejercido en dos períodos distintos la dirección
del diario El Nacional. Su vida y su obra
reflejan en gran parte la realidad de la Venezuela del siglo XX, que
todavía, en el XXI, se debate entre el
militarismo heredado de las guerras del XIX y la que él mismo ha
representado con su conducta ciudadana, teórica y práctica, que corresponde a
todos los venezolanos que buscan la consolidación de un Estado democrático en
el que impere la libertad, la justicia y el progreso social.
Una vez destituido
el Presidente Carlos Andrés Pérez, las direcciones nacionales de Acción
democrática y de Copey se pusieron de acuerdo para la persona que a su criterio
reuniera las condiciones de equilibrio político y capacidad de estadista, para
proponerlo al Senado para nombrarlo Presidente Provisional de la República por
los meses que faltaban para llamar a elecciones presidenciales. El Dr. Ramón J.
Velásquez, historiador, periodista, ex –Senador y ex –Ministro fue convencido
para que aceptara la propuesta bipartidista, lo que llevó a las demás
Fracciones Parlamentarias a abstenerse de votar en su favor. Yo asumí mi
condición de Senador independiente, electo en las planchas del Movimiento Al
Socialismo (MAS), partido que además establecía en sus estatutos la libertad de
conciencia. Compañero de prisión en los
calabozos de la Cárcel de Ciudad Bolívar, donde fraguamos una sólida amistad
que me inclinó a respaldarlo, con la convicción de que se trataba también un
luchador político independiente, ponderado, necesario para enfrentar una crisis
como la que atravesaba el país, y con el coraje de un luchador por la
democracia.
El Dr. Ramón J. Velásquez cumplió con
el mandato para el cual fue investido de Presidente Encargado de la República y
presidió el proceso electoral de 1993 en el que fue electo por segunda vez el
Dr. Rafael Caldera como nuevo Jefe del Estado para el período 1994-1998.
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