Venezuela: el vaso roto
MIGUEL ÁNGEL SANTOS
EL UNIVERSAL
La economía es una ciencia muy rica o muy pobre, según se le quiera ver. A ratos, los mismos hechos se pueden interpretar de muy distintas maneras, dependiendo del cristal con que se miren. Ahora bien, este margen de interpretación no debería ser tan amplio, no debería quedar todo restringido al arte de la argumentación inteligente y la filigrana. Nuestra realidad económica debe ser interpretable y predecible dentro de ciertos límites. Y es allí, en el margen de esos límites, en donde encuentro diferencias significativas con la forma en que algunos colegas han escogido describir la realidad venezolana.
Desde la muerte de Hugo Chávez el Gobierno viene atragantándose con un proceso de ajuste económico que ha sido impulsado más por la necesidad que por la convicción. Se agotaron las divisas para importar barato, por lo que debieron devaluar la tasa oficial en varios tramos. Se alcanzó una cota imposible en el déficit fiscal, lo que obligó a decretar una caída significativa en el salario mínimo real. Desaparecieron la mayoría de los bienes básicos de los anaqueles, lo que forzó a relajar el control de precios. A partir de allí, han venido trastabillando con promesas que algunos han comprado a valor facial (Sicad II no tendrá ningún tipo de restricciones, equivale a la liberación efectiva del control de cambio; Pdvsa venderá divisas en el Sicad y absorberá liquidez) y otros han recibido con escepticismo. Ha sido un proceso muy gradual, para quienes creen que el Gobierno está ya comprado (o vendido, vaya usted a saber) a la idea de un ajuste ortodoxo; o errático, para quienes creemos que han ido tratando de resolver cuellos de botella puntuales y aislados sin una concepción integral y con el mismo ADN de estos quince años.
El financiamiento del BCV a Pdvsa en mayo de este año fue 132% mayor, lo que a su vez produjo una aceleración en el crecimiento de las monedas y billetes en nada menos que 85% anual. El gasto del gobierno central creció 27% en términos reales entre abril y mayo. La unificación cambiaria no se produjo, siguen liquidándose divisas de forma caprichosa a cada una de las tres tasas oficiales; y el paralelo se mantiene 40% por encima de la mayor de ellas. Ya transcurrida la mitad del año, los signos de ajuste son muy modestos. A este ritmo, el efecto fiscal de la devaluación podría ser un 7% del PIB, menos de la mitad del déficit registrado al cierre del año pasado.
Algunas bancas de inversión siguen haciendo énfasis en presentar el "vaso medio lleno". En uno de sus últimos reportes, hacen énfasis en que la salida de Giordani representa la caída del ala más radical del socialismo, y anuncia el inicio de un período pragmático que traerá consigo un ajuste ortodoxo de las cuentas fiscales, cambiarias y monetarias. En soporte de esta hipótesis, citan el hecho de que en abril y mayo -un período que aproximadamente coincide con la creación del Sicad II- la base monetaria ha caído 3%.
Tengo para mí que esta línea de argumentación no solo es limitada, sino que parte de un conjunto de supuestos muy cuestionables. El más importante de todos, es que Ramírez y Merentes son una suerte de Tim Geithner y Larry Summers, neutralizados y marginados durante quince años por la figura todopoderosa de Giordani. Ido el monje, no tardarán en caer los fundamentos de la política económica que nos llevó a malbaratar la bonanza económica más prolongada de nuestra historia. Ahora bien: ¿no fue Merentes que aprobó y defendió la figura de las "reservas excedentarias", que llevó al traspaso de decenas de billones de dólares del BCV a fondos que el Gobierno maneja y sobre los cuales no existe ningún tipo de rendición de cuentas? ¿No ha sido bajo la presidencia de Merentes que se disparó el financiamiento monetario a Pdvsa y se destruyó el poder adquisitivo de nuestra moneda? ¿No ha sido con la venia de Ramírez que nuestra producción petrolera se vino abajo en estos quince años?
La caída en la base monetaria sí ha ocurrido, pero este hecho no conduce necesariamente a aquellas conclusiones. Por decir lo menos, comparar crecimientos de liquidez y base monetaria semanales (en lugar de anuales) ignora el efecto estacional en la ejecución del gasto: hay meses en donde se gasta mucho más que en otros. Por ejemplo, entre abril y mayo de los años 2013 (0,3%), 2012 (-6,4%) y 2010 (-2,4%), la base monetaria experimentó estancamientos o caídas similares y aún mayores, sin que eso signifique que se realizó un ajuste económico ortodoxo.
Más que medio lleno o medio vacío, el vaso nuestro lo que está es roto. El daño a nuestra capacidad productiva y la destrucción del sistema de precios como mecanismo de asignación de recursos, no son cosas que se corrijan cambiando una celda de Excel aquí y otra allá. Y muchos menos si quienes ahora se nos vienen a vender como pragmáticos son los mismos que llevan ahí quince años jugando al monopolio estatal y plagando el sistema de referencias circulares.
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