martes, 17 de junio de 2014

Hablando con el enemigo

Enrique Ochoa Antich

Tal Cual

Éste es el título que Mandela dio al penúltimo capítulo de sus memorias. Se trata de un texto con múltiples lecciones que pueden ser punto de referencia para el liderazgo político venezolano. En particular para el opositor.
Lo primero que me gustaría resaltar, ya que por estos lados algunos impacientes esperaban resultados en las conversaciones entre gobierno y oposición a los días de instalada la mesa de diálogo, es que en Sudáfrica el diálogo entre Mandela y el gobierno necesitó cinco años (cinco años, óigase bien) para producir algún tipo de efecto positivo. Cuando digo que aquí se esperaban resultados a los pocos días de instalado el diálogo, no exagero: revísense declaraciones y escritos de numerosos voceros del radicalismo opositor que al requerir esa prematura demanda en realidad delataban su ansioso deseo porque el diálogo fracase.
Así mismo, llama la atención que durante esos cinco años fue un Mandela prisionero ­no un hombre libre­ quien conducía la conversaciones en representación de los opositores al apartheid y al gobierno sudafricano. No pidió primero su libertad para sentarse a conversar, antes por el contrario la rechazó varias veces pues consideraba que las condiciones ofrecidas para ella no eran aceptables. Claro que pedía la libertad de todos los presos políticos, pero no condicionó jamás el diálogo con la minoría blanca a esa demanda.
Finalmente, me pareció una lección para nosotros, guardando las distancias, claro está, su revelación de cómo resolvió asumir individual y personalmente la responsabilidad de adelantar las conversaciones.
Por algunos años, ellas se llevaron a cabo entre Mandela y varios funcionarios del gobierno de Botha primero y luego de de Klerk sin conocimiento de la dirección del partido Congreso Nacional Africano. Mandela lo explica señalando que, por una parte, muchas veces no conviene que ese tipo de conversaciones sea sometido al escrutinio del público, y que, por la otra, "un pastor debe a veces separarse de su rebaño para poder conducirlo".
No se me dirá que el chavismo es para la oposición más lesivo que para la mayoría negra de Sudáfrica el régimen político de la minoría blanca y del apartheid que hasta el derecho al voto le negaba. Sabemos la lección que, en su planteo de reconciliación nacional luego de veintisiete años de durísima prisión, Mandela ha significado para los demócratas del mundo.
Permítaseme, por último y en lo que sirva para nosotros, transcribir esta referencia de Mandela acerca de sus palabra ante su primera concentración de masas en Soweto: "Expresé mi júbilo por estar de nuevo entre los míos, pero culpé a los asistentes de algunos de los problemas que afectaban la vida urbana de los negros.
Los estudiantes, les dije, deben volver a sus estudios. Les dije que había oído que había delincuentes haciéndose pasar por luchadores por la libertad, acosando a gente inocente e incendiando vehículos; aquellos sinvergüenzas no tenían sitio en la lucha. La libertad sin civismo, la libertad sin capacidad de vivir en paz, no era libertad en absoluto. Finalicé abriendo los brazos a todos los sudafricanos de buena voluntad y buenas intenciones".

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