jueves, 12 de junio de 2014

RENTISMO E HIPOCRESÍA
DIEGO BAUTISTA URBANEJA 
EL UNIVERSAL
Una de las grandes contradicciones, o mejor dicho hipocresías, de este gobierno es la relativa al tema del rentismo. Uno de los latiguillos oficiales es el de la superación del "modelo capitalista parasitario y rentista" por un "modelo socialista productivo". Lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario.
Vamos a pasar por alto lo que el gobierno pueda entender por modelo socialista productivo. No es necesario que nos elevemos a esas alturas. Basta con que se revisen los hechos más elementales para constatar que la dirección en la que se marcha es precisamente la opuesta a la que se proclama. Partamos de una muy simple definición. Un país rentista es un país cuyo dinamismo social y económico depende de la inyección constante de renta petrolera, y que no está en capacidad -ni está en vías de adquirirla- de mantenerse si esa inyección se interrumpe, y al cual cualquier disminución de la dosis de renta sumerge en graves problemas de los que no tiene cómo salir, a menos que se restablezca la dosis de renta. Si aplicamos esa sencilla definición a lo que es la situación actual del país, es necesario concluir que Venezuela nunca ha sido tan rentista y nunca ha marchado tanto en la dirección del rentismo como cuando ha proclamado ir en dirección contraria, bajo la bandera del socialismo del siglo XXI.

Exportaciones
El país exporta menos que nunca nada que no sea petróleo y vive y depende más que nunca del petróleo y de las exportaciones de ese hidrocarburo, y de las importaciones que se pagan con los petrodólares. 
Ninguno de los planes gubernamentales es sostenible sin el petróleo, y la economía social que supuestamente se está edificando en empresas colectivas o comunales son sostenibles si no es gracias a la inyección de la renta petrolera venezolana que las financie y las mantenga. Los niveles de consumo popular que se quieren mantener a salvo de la inflación devoradora, vendiendo los productos de mercales y abastos bicentenarios a precios subsidiados, no son viables sino a punta de petrodólares que financian esos altísimos subsidios, que hacen de esos productos, en muchas ocasiones, prácticamente un regalo. 
No luce posible que estos hechos tan elementales escapen a la comprensión de quienes gobiernan al país. Por eso hablaba de hipocresía. Los que hablan de la superación del rentismo tienen que saber que lo que se ha construido es exactamente lo contrario. Cuando dicen eso saben que mienten, a menos que se les suponga de una ignorancia o de una incapacidad de entender que sería francamente insultante para ellos. Puestos a escoger, creo que es preferible pasar por hipócritas que por lo que habría que ser para creer que en verdad en este país se está superando el rentismo. 

Clase media
Venezuela ha vivido, a mi juicio, dos grandes episodios de rentismo. Digamos, simplificando un poco las fechas, el que va desde 1958 hasta 1988 y el que hemos vivido estos últimos quince años. El primero se agotó, pero legó una clase media educada, una infraestructura industrial moderna, un amplio sistema educativo, una extensa red hospitalaria, una importante red vial. Algo de ello se había hecho antes, pero en esos treinta años en todos esos aspectos se experimentó un fuerte impulso. Al agotarse y entrar en declive, legó también un importante índice de pobreza. El episodio en cuyos estertores estamos, va a legar un enorme fracaso, una economía postrada, unas arcas vacías, una inmensa deuda, una inflación galopante, una pobreza que, después de haberse reducido en los momentos de la impresionante bonanza petrolera que se vivió en estos años, retoma fuerza y avanza de nuevo. 

Nuevos episodios
A finales de los noventa, en el país se pensaba que la renta petrolera se había ubicado para siempre en niveles que no daban para alimentar nuevos episodios rentistas. Se sacaba el balance de los activos con los que se contaba para encarar la nueva situación y construir una economía donde la renta, aunque siempre muy importante, dejaba de ser -y debía dejar de ser- la dimensión clave. Se hablaba de la Venezuela pos rentista. Era posible intentarlo, con los haberes con los que se contaba. La primera década del siglo XXI deparó a tales pronósticos un claro desmentido y la renta petrolera llegó a niveles nunca imaginados. 
El gobierno zambulló al país en la borrachera petrolera como nunca antes y el país desaprendíó lo que hubiera podido pensar en cuanto a cómo vivir con una renta petrolera limitada. Esta vez va a ser mucho más difícil intentar esa superación, pues el fracaso del socialismo del siglo XXI, el periodo más rentista de nuestra historia, va a dejar un país exhausto. 


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