sábado, 21 de junio de 2014

AH, OH, EH

FAUSTO MASÓ
Después de realizar la hazaña de leer el documento de Giordani sabemos que no hay chavismo sin Chávez, pero que tampoco era posible el chavismo con Chávez.  A la postre dará igual que un piloto conduzca la nave chavista, o falte uno como ahora: el chavismo estaba, está, destinado a la nada.
Descubrieron el agua tibia los chavistas, ¡Maduro no es un líder!, pero  ¿hubiera cambiado Chávez el modelo económico?  ¿O hubiese escogido  un final como el de Hitler, perecer en medio de un Berlín destruido? Con Maduro algo nos favorece: es humano, demasiado humano.
No está loco el monje: publicó este documento en Aporrea después que lo destituyeron. Si lo dejan en  el gobierno archiva la carta, la divulga para darle el puntillazo final a Maduro. Giordani es la punta del iceberg de un malestar creciente, con Chávez los ministros destituidos no se atrevían a abrir la boca.
Maduro no enfrentará la crisis económica, ni tampoco la evitará  porque le revienta por todas partes; no lo salvará ni la estrategia del niño asustado: cerrar los ojos y esconderse bajo la sabana. Vamos por el camino argentino de inflaciones superiores al 100%, solo el petróleo nos salvará de llegar al 1000%. Mientras tanto, las impresoras del Banco Central trabajan 24 horas al día.
¡Hay corrupción en el gobierno!, ¡Ramírez hace lo que le da la gana en PDVSA!, El gobierno necesita que los empresarios traigan dólares para que se los confisquen, el gasto público es excesivo, tiramos la casa por la venta en las elecciones. Muchas verdades dice Giordani pero no menciona el eje Orinoco Apure, los planes para construir otra acería, flotas de barcos, aviones, cohetes, la locura de pasar una parte de las reservas de Venezuela del dólar al oro y traerlas a Caracas: ahora no encuentran la forma de pignorarlas, imaginemos a los camiones blindados sacando los lingotes hacia el extranjero!
Ah, oh, eh!
Nicolás Maduro alcanzó su lugar en la historia, es el venezolano que pondrá en evidencia la vaciedad del chavismo, y al que le encargaron una misión imposible: hacer realidad el chavismo sin Chávez. En carteles, vallas, cadenas de televisión está demostrando que, como las bayonetas, los medios sirven para todo menos para sentarse sobre ellos, hay que saber usar los medios y las bayonetas. Mientras más aparece Maduro menos le dice al país.
Chávez rechazaba que el chavismo fuera un partido como Acción Democrática, apartaba de su lado a colaboradores que poseyeran vida propia, buscaba a los que tenían una fe ciega en él, jóvenes izquierdistas, o viejos izquierdistas que rescataba del olvido. Los venezolanos no votaban por un partido sino por el propio Chávez, que no les exigía morir como cuando Castro colocó armas atómicas en la isla, o los mandaba a la muerte en Bolivia o África: el chavismo enriqueció a unos pocos y para la mayoría inventó las misiones. La fe entre los pobres se está resquebrajando con Maduro, se acabó la manguangua.
No hay salida indolora para Venezuela, tan pronto un gobierno de transición aplique un ajuste, el de Pérez en comparación lo recordaremos como una aspirina para un resfriado y hasta los antichavistas pondrán el grito en el cielo. Hay la esperanza de postergar unos meses la cura de caballos, si los iraquíes y los libios vuelen sus  pozos petroleros, son capaces; el barril subiría a $200  y ganaríamos un tiempito.
Sin dejar rastro pasará el chavismo, pero seguirán amenazando a nuestros nietos los Giordani y los Chávez, los que creen contra toda lógica, aquellos que no cambiaron de idea después de ver en vivo y en directo catástrofes similares a la ruina de la isla, el derrumbe de la URSS, el destino peronista; siempre creerán que la próxima vez ellos lograrán el milagro. Ese es el terrible mensaje final del monje que sigue confiando en el paraíso en la tierra, aquí y ahora, habla con orgullo de su ancestro  radical y de la vez que casi participa en una expedición contra Trujillo  ¿Será verdad? Probablemente. Como no se embarcó en esa aventura, medio siglo después  participó en una locura mayor. Pagamos los platos rotos y Giordani sigue contento y fresquito por dentro.

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