TURISMO POR LA PAZ
Leandro Area
Uno que es amante de la convivencia pacífica no deja de sorprenderse frente a los resultados recientes de las elecciones presidenciales de Colombia que lleva ya un jurgo de años tratando sin éxito de poner fin a su conflicto armado interno más conocido internacionalmente que ninguna otra epidemia planetaria. Y ahora con más razón.
Aunque la verdad sea dicha, aún bajo ese temporal no se ha dejado amilanar como país y si no vea usted la puntualidad de la burocracia en las reparaciones del ornato público por ejemplo o en el más estricto cumplimiento de celebraciones patronales, guiadas o no por autoridades civiles, militares o eclesiásticas que a pesar del fuego de morteros o de la explosión de carros-bomba, develan bustos y cumplen estrictos con fiestas religiosas y patrias de guardar. Aquí en cambio estaríamos en chancletas bajo los colchones del porsiacaso y del culillo o enfriando cervecitas para admirar el evento desde nuestras propiedades horizontales u otros ranchos de inmejorable distanciamiento y perspectiva.
Porque es que hay obstinaciones que no se descalabran ni con el narcotráfico de por medio como esa de producir textiles por ejemplo o sembrar flores u otras somnolencias y además exportarlas. En todo caso la persistencia es expresión profunda de esa voluntad férrea y necesitada de sembrar que tiene toda tierra rural, cordillera y por supuesto equina, que tiene que ensillar y transportar bajo soles y lluvias, arrebujada en ruana y clandestina bajo el ala del sombrero, ese destino deletreado por Silva, José Asunción, cuando imploraba: “… y eran una sombra larga …”
Hoy los colombianos han escogido el talante santista frente al otro para buscar la paz y ojalá que la encuentren aunque uno, por lo mismo de ser tanto tiempo romántico y haber llevado tanto desengaño, no deja de dudar de este menú en el que no faltan ni el ajiaco ni el aguardiente ni la opera vallenata haciéndole fiesta al chiripero como aquí se mienta por sabido a una ensalada que eligió Presidente.
Más de medio país es responsable de esta decisión electoral que trasformó los resultados de la primera vuelta al sumar ahora los votos de la izquierda, cierto conservatismo encabezado por el ex Belisario Betancur, algunos indecisos conversos, y el apoyo mediático de otros ex de la talla y malla de Gaviria y Samper, todos anti uribistas. Añádale a este batiburrillo una larga lista de divas sobre la alfombra roja: La Piedad, La Betancourt, La Petro, La Intelectualidad, Los Medios y demás yerbas y virutas.
Hablando del vecindario debe decirse que más de uno anda brincando en una sola pata, y no se diga aquí en Venezuela, al ver tan próximo a aquel que hace tan poco que ya parece un siglo exterminaba guerrilleros como si fueran moscas dentro y fuera de su territorio ¿Verdad Correa?
Porque es que los pragmatismos políticos de estos tiempos dan asco y hacen que los cambios de rumbo ya no puedan llamarse inconsistencias o traiciones pues se agarran de lo que dijo el Papa o Mandela o Gandhi o Jesucristo, y no se resbalan en menudencias pues lo racionalizan o justifican todo. ”Gané”, y lo demás es paja.
En Cuba ni se diga. Los Castro ya no saltan de susto al escuchar “La Espinita” o “A esconderse que viene la basura” como ocurría en ese mes que les duró el terror al regreso de Uribe que cantaba “Volver”, aquel tango de siempre. Los gringos, ahora padeciendo de claustrofobia presidencial, afirman en un texto que ni Withman: “Estamos ansiosos de seguir trabajando con Santos”
Y qué hará la guerrilla, me pregunto, con este triunfo electoral que ayudó ella a hilvanar desde la selva y a través de las luces mediáticas del Hollywood de la izquierda, La Habana, y obligado a cumplir a ciudadanos supuestamente libres a punta de cañón en esquinas y demás quebradas y veredas. Ahora que se siente aliviada de tanto control militar, que decretan alto al fuego cuando les da la gana: ¿se cortarán las barbas y coletas? Qué hará Santos sintiendo que su legitimidad de origen, sentido y percepción reposa en buena parte en la guerrilla y sus ad lateres disfrazados de paz.
La Paz de Colombia se ha convertido en un destino turístico interesante, a precios excesivos de mercado electoral, al que hay que llevar en previsión varias rutas de escape incluyendo mayami. La guerrilla de ahora puede, macha y apoyada, ser un refugio, un santuario costoso, donde esconderse impunes de cualquiera. Se aceptan presidentes corruptos. Viaje a la carta. Atención esmerada.
Leandro Area
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