El banquero punk que puede salvar a Maduro (pero
antes acabó con Giordani)
Como el Presidente, Mathieu
Pigasse ama el rock, es de izquierda y mantiene amistad con Cristina de
Kirchner y Rafael Correa. Pero hasta allí los paralelismos: formado en las
escuelas de la élite francesa, pasa por editor y escribe libros. Podría ser como
Piketty pero prefiere la acción en Lazard, la mayor empresa mundial de asesoría
financiera. Le organizó a Rafael Ramírez una reunión con inversionistas en
Londres y ahora gestiona la reestructuración de las cuentas públicas
venezolanas.
París, Francia - ¿Quién es Matthieu Pigasse?
Según todos los indicios, se trata del banquero francés que ha fichado el
gobierno de Nicolás Maduro para reestructurar las cuentas de la atribulada
economía venezolana. Un financiero parisino de 46 años que ejerce como director
general de la Banque Lazard en el Hexágono y estaría detrás de los recientes
ajustes de cuentas que han provocado la caída del veterano superministro de
Economía Jorge Giordani y el inesperado nombramiento como asesor del
septuagenario cubano Orlando Borrego.
Para el que fuera responsable de la política económica de Hugo Chávez durante
tres lustros, su destitución ha sido orquestada desde la sede central de Lazard
Frères en el 8ème
arrondissementparisino, donde Pigasse es el amo y señor. Aunque en un texto
publicado en la revista digital Aporrea, Giordani denunciaba las
“interferencias de asesores franceses” sin dar nombres, el sociólogo germano
Heinz Dieterich se encargó posteriormente de señalar a los responsables en el
mismo website, empezando por el periodista español afincado a orillas del Sena,
Ignacio Ramonet, fundador del movimiento altermundista Attac, profesor de la
Sorbona y director de Le Monde
Diplomatique, y terminando por el vicepresidente europeo de Lazard.
Según Gilles Sengès, reportero
del diario L’Opinion que cubre la información económica del
continente americano, el nombre de Pigasse le fue sugerido a Maduro por sus
homólogos progresistas ecuatoriano y argentino, Rafael Correa y Cristina
Kirchner, como el cerebro en la sombra de esa “revolución dentro de la
revolución” que el continuador del chavismo quiere imponer en un país devorado
por la inflación, los problemas de abastecimiento y las crecientes restricciones
a las libertades públicas.
Con Pigasse, a Maduro le une su pasado rockero. Si el actual presidente venezolano puede presumir de haber sido, en los años 80, guitarrista del grupo Enigma, el banquero francés es fan acérrimo del desaparecido cuarteto punk británico The Clash, aquel que, en 1981, dedicó nada menos que un triple elepé a la mayor gloria de la causa sandinista.
Al margen de complicidades musicales, Pigasse es un alumno brillante de la facultad de Sciences Po y luego de la muy exclusiva École Nationale d’Administration (ENA) –donde se forman habitualmente las elites políticas y financieras galas–, que hizo primero carrera ministerial en la Dirección del Tesoro, a las órdenes del entonces ministro Dominique Strauss-Kahn (1998), y luego fue director adjunto del gabinete de Laurent Fabius (1999), en aquel tiempo titular de Industria y hoy jefe de la diplomacia en el gobierno de Manuel Valls. Quienes le conocieron entonces le recuerdan en su despacho de Bercy, como un trabajador incesante, rodeado de una montaña de latas de Coca-Cola y escuchando música sin parar.
Con Pigasse, a Maduro le une su pasado rockero. Si el actual presidente venezolano puede presumir de haber sido, en los años 80, guitarrista del grupo Enigma, el banquero francés es fan acérrimo del desaparecido cuarteto punk británico The Clash, aquel que, en 1981, dedicó nada menos que un triple elepé a la mayor gloria de la causa sandinista.
Al margen de complicidades musicales, Pigasse es un alumno brillante de la facultad de Sciences Po y luego de la muy exclusiva École Nationale d’Administration (ENA) –donde se forman habitualmente las elites políticas y financieras galas–, que hizo primero carrera ministerial en la Dirección del Tesoro, a las órdenes del entonces ministro Dominique Strauss-Kahn (1998), y luego fue director adjunto del gabinete de Laurent Fabius (1999), en aquel tiempo titular de Industria y hoy jefe de la diplomacia en el gobierno de Manuel Valls. Quienes le conocieron entonces le recuerdan en su despacho de Bercy, como un trabajador incesante, rodeado de una montaña de latas de Coca-Cola y escuchando música sin parar.
Fue el ubicuo ensayista y
consejero político Alain Minc quien recomendó su fichaje en 2002 a Bruno Roger,
el patrón de Lazard France, una de las sedes de esa marca, una de las mayores y
más reconocidas firmas mundiales de asesoría financiera y gestión de activos.
En otras palabras, el corazón del capitalismo financiero. El Partido Socialista
acababa de recibir el mayor varapalo electoral de su historia reciente, cuando
Lionel Jospin fue eliminado en la primera ronda de los comicios presidenciales
debido a las divisiones internas de la izquierda, y el derechista Jacques
Chirac se disputó el Elíseo con el ultra Jean-Marie Le Pen para gran escarnio
de los nostálgicos de la era Mitterrand. Como tantos altos cargos, Pigasse tuvo
que buscarse la vida en el sector privado. ¡Y bien que se la buscó!
Quizá
debido a sus conexiones políticas y a esa condición de enarca –ex alumno de la
ENA– que abre muchas puertas en los herméticos círculos del poder parisino, al
poco de llegar al 121 del bulevar Haussmann, le pusieron al frente de la
entonces maltrecha división de asesoría para atender gobiernos que necesitaban
reestructurar sus deudas soberanas. Y los resultados no tardaron en llegar: la
mano de Pigasse estaría detrás de la renegociación de 100.000 millones de la
deuda argentina tras la quiebra del país en 2001, pero también de la
renegociación de la deuda de Irak en 2002 o de la nacionalización del gas
boliviano en 2006.
El poder se imprime en papeles moneda y prensa
Al
poco, saltó a Fusiones y Adquisiciones, luciéndose de nuevo en operaciones como
la venta del club balompédico Paris-Saint Germain a Colony Capital, la fusión
Suez-Gaz de France o la recapitalización del diario izquierdista Liberation,
fundado por Jean-Paul Sartre, que condujo en 2005 a la entrada como máximo
accionista del magnate Édouard de Rothschild, apodado El barón rojo.
“Pigasse
tiene una impresionante capacidad intelectual y se ha demostrado eficaz en todo
lo que hace. Siempre está ahí cuando le necesitas y siempre te ofrece una solución",
comenta de él uno de sus clientes de la época, el presidente de Colony
Capital, Sébastien Bazin. "Tiene talento, encanto, y don de
gente", concede su mentor Alain Minc, con quien las relaciones se han
enfriado últimamente tras la irrupción de Pigasse y sus socios, Pierre Bergé y
Xavier Niel, en junio de 2010, en la sociedad editora del vespertino Le
Monde.
Hoy el trío BNP –como les apodaron entonces, jugando con el nombre del célebre banco francés y las iniciales de sus apellidos– le ha debido de coger gusto a las inversiones en medios de comunicación ya que, este año, se hicieron discretamente con otra cabecera emblemática de la prensa de izquierdas, el semanario Le Nouvel Observateur.
Hijo, sobrino, hermano y primo de periodistas, Pigasse ha sido siempre consciente del poder de la prensa y ha desarrollado con los años una trayectoria como empresario en este sector. Además de financiar el site Rue 89, es desde 2009 propietario de la revista Les Inrockuptibles: aquel mensual de rock que leía cuando tenía 18 años y que él ha transformado en un semanario fashion donde se mezcla la información de tendencias y el activismo político, poniendo a la cabeza durante un tiempo a Audrey Pulvar, la ex novia del ministro socialista Arnaud Montebourg.
Hoy el trío BNP –como les apodaron entonces, jugando con el nombre del célebre banco francés y las iniciales de sus apellidos– le ha debido de coger gusto a las inversiones en medios de comunicación ya que, este año, se hicieron discretamente con otra cabecera emblemática de la prensa de izquierdas, el semanario Le Nouvel Observateur.
Hijo, sobrino, hermano y primo de periodistas, Pigasse ha sido siempre consciente del poder de la prensa y ha desarrollado con los años una trayectoria como empresario en este sector. Además de financiar el site Rue 89, es desde 2009 propietario de la revista Les Inrockuptibles: aquel mensual de rock que leía cuando tenía 18 años y que él ha transformado en un semanario fashion donde se mezcla la información de tendencias y el activismo político, poniendo a la cabeza durante un tiempo a Audrey Pulvar, la ex novia del ministro socialista Arnaud Montebourg.
Pigasse también se ha interesado en el mundo de los medios de
comunicación. Desde 2009 es propietario de la revista "Les
Inrockuptibles".
Bautizado
por sus enemigos “el banquero punk de izquierdas”, este empresario visionario y
gestor inflexible donde los haya, no responde en absoluto a la imagen
tradicional de un potentado de las finanzas europeas. Delgado, sofisticado, no
bebe alcohol, cuida su línea, le gustan los trajes de Dior y los locales de
moda que hay en torno a su domicilio en la elegante rue du Faubourg de
Saint-Honoré. Siente fascinación por Japón y especialmente por la filosofía
bushido, ese código ético del samurai que reivindica la honestidad, el valor,
el sentido del honor y la negación del placer.
Lector
empedernido de Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Henri Michaux o Gustave Flaubert,
durante un tiempo una de sus frases de cabecera fue “escribo para hacer vomitar
a los burgueses". “Lo que más me atrae de él es su empatía e inteligencia;
y lo que más me molesta es su narcisismo", opina el empresario Edouard de
Rothschild.
Declarado socialista-liberal, Pigasse nunca ha ocultado sus ambiciones políticas. Es miembro del consejo de administración de la Fundación Jean Jaurès, el think thank del Partido Socialista francés, así como de la asociación proeuropea EuropaNova.
Pigasse al rescate
Declarado socialista-liberal, Pigasse nunca ha ocultado sus ambiciones políticas. Es miembro del consejo de administración de la Fundación Jean Jaurès, el think thank del Partido Socialista francés, así como de la asociación proeuropea EuropaNova.
Pigasse al rescate
Como
muchos de su quinta, traumatizados por el fiasco de 2002, se ha puesto al
servicio del Partido Socialista cada vez que ha hecho falta parir un programa
económico para ganar unas elecciones o enderezar las cuentas públicas. Así,
colaboró con el equipo de campaña de Segolène Royal en el intento de 2007 de
reconquistar el Elíseo, en el que la entonces compañera sentimental de François
Hollande no logró imponerse a Nicolas Sarkozy, quien sería presidente por
cinco años. Después de aquella nueva derrota en las urnas, ha asesorado a
Betrand Delanoë durante los años en que ha ejercido de alcalde de París, como
ahora hace lo propio con Manuel Valls tras su designación como primer ministro
el pasado mes de mayo.
Con
semejante currículo, no es extraño que el mismísimo Rafael Ramírez le pidiera
ayuda recientemente para organizar en el Hotel Claridge de Londres, el pasado
13 de junio, una reunión al margen de la cumbre de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (Opep), en la que el flamante Vicepresidente del Área
Económica, Ministro de Energía y Petróleo y mandamás de Pdvsa trató de
tranquilizar a medio centenar de inversores extranjeros, hasta entonces
inquietos por el colapso de la economía venezolana y la crisis de
gobernabilidad que parecía enfrentar el gobierno de Nicolás Maduro desde
febrero.
Casado desde 2010 con la periodista y escritora Alix Étournaud, con quien ha tenido tres hijos, a Mathieu Pigasse le queda tiempo aún para publicar ensayos de política y finanzas. El primero, El mundo de después: una crisis sin precedentes (Plon, 2009), escrito a cuatro manos con el prestigioso intelectual Gilles Finchelstein –el hombre que le escribía los discursos a Pierre Mauroy, célebre primer ministro de la etapa “de izquierda” de la presidencia de Mitterand, y creador de la Fundación Jaurès–, obtuvo el premio al mejor libro económico que concede anualmente la Escuela de Altos Estudios Comerciales HEC Paris.
En el último, significativamente titulado Elogio de la anormalidad (Plon, 2014), Pigasse –esta vez en solitario– intenta alertar a los gobernantes europeos sobre los peligros del inmovilismo en una sociedad que se halla todavía aturdida por una crisis sin precedentes. Para el banquero rojo, la austeridad es un grave error de los gobernantes europeos, como se ha visto en los casos de Grecia y Chipre, donde se ha generado mayor desempleo y desigualdad social. Denunciando lo que él llama "la barbarie de la austeridad", rechaza la doctrina neoliberal, critica los errores de cálculo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y reivindica los ejemplos de las políticas económicas de Canadá y Suecia con sus recortes selectivos del gasto público para evitar alzas en los impuestos.
Casado desde 2010 con la periodista y escritora Alix Étournaud, con quien ha tenido tres hijos, a Mathieu Pigasse le queda tiempo aún para publicar ensayos de política y finanzas. El primero, El mundo de después: una crisis sin precedentes (Plon, 2009), escrito a cuatro manos con el prestigioso intelectual Gilles Finchelstein –el hombre que le escribía los discursos a Pierre Mauroy, célebre primer ministro de la etapa “de izquierda” de la presidencia de Mitterand, y creador de la Fundación Jaurès–, obtuvo el premio al mejor libro económico que concede anualmente la Escuela de Altos Estudios Comerciales HEC Paris.
En el último, significativamente titulado Elogio de la anormalidad (Plon, 2014), Pigasse –esta vez en solitario– intenta alertar a los gobernantes europeos sobre los peligros del inmovilismo en una sociedad que se halla todavía aturdida por una crisis sin precedentes. Para el banquero rojo, la austeridad es un grave error de los gobernantes europeos, como se ha visto en los casos de Grecia y Chipre, donde se ha generado mayor desempleo y desigualdad social. Denunciando lo que él llama "la barbarie de la austeridad", rechaza la doctrina neoliberal, critica los errores de cálculo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y reivindica los ejemplos de las políticas económicas de Canadá y Suecia con sus recortes selectivos del gasto público para evitar alzas en los impuestos.
Para
Pigasse, los dos últimos presidentes franceses no han sabido entender las necesidades
de su país. Si desprecia la "hiperactividad estéril" de Sarkozy,
tampoco aprueba la pretendida normalidad de su sucesor François Hollande, que
es para él una "excusa para la inacción" y el "disfraz de la
pasividad".
Citando
a su antiguo jefe, el defenestrado Dominique Strauss-Kahn –apartado de la
presidencia del FMI después de un escándalo de acoso sexual en Nueva York-,
llega a sugerir que "culpar al mundo de las finanzas del desastre
económico que padecemos es como incriminar a la industria del automóvil cuando
se habla de las muertes en carretera". Contra la banalización actual de la
política, se apropia de consignas de la era punk como "No Future"
(“Sin futuro”), "Do it yourself” (“Hágalo usted mismo") o "Never
Surrender" (“Nunca te rindas”) para incitar a la acción urgente y reclamar
más audacia. Y termina parafraseando a su admirado Albert Camus al sentenciar
que "nuestro mundo no necesita almas tibias, sino corazones ardientes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario