lunes, 9 de noviembre de 2009


La caída de un muro unió a Alemania

El 9 de noviembre de 1989 los ojos del mundo estuvieron sobre Berlín

Pocas son las cruzadas de la Historia que han marcado por completo el curso de la humanidad. Más escasas aun son aquellas que universalizan las ansias de justicia de los pueblos, los intereses políticos y, en síntesis, la necesidad de cambios. Se cumplen hoy veinte años de la caída del muro de Berlín, un acontecimiento que más allá de haber ocurrido en una Alemania que en 1989 seguía agotada por los embates de dos Guerras Mundiales y las divisiones subsecuentes, fue el detonante configurador de las nuevas formas de hacer y ver la política, en donde los ideólogos y las ideologías entraron en conflicto. El derrumbe de ese muro de concreto -y también de mentalidad- dibujó un nuevo orden mundial, un sistema socioeconómico que ahora está en serios aprietos. Evidenció que, pese a presiones y represiones de los regímenes, los pueblos terminan impartiendo justicia y lecciones. Tienen la última palabra.

La noche del 9 de noviembre de 1989, el día cuando comenzó a caer el muro, el periodista alemán Martin Beutler estaba de turno en su oficina de la TV alemana en la ciudad de Colonia.

"Por desgracia no estaba en Berlín, pero en segundos llegaron esas noticias sensacionales de que el muro estaba cayendo; teníamos que abrir el programa en vivo y no podíamos contener la alegría, las lágrimas al ver la desesperación de tanta gente por llegar a la libertad", relata Beutler, emocionado. El muro fue la insignia más clara de la Guerra Fría y las confrontaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS), y el ansia de este último por ejercer total control sobre la Alemania que dominaba desde 1945. Los soviéticos lo erigieron como parte de las fronteras interalemanas entre el 13 de agosto de 1961 y el 9 de noviembre de 1989, separando al oeste, el lado capitalista, a la República Federal Alemana (RFA), y al este, el lado comunista, a la República Democrática Alemana (RDA). Las razones que sentenciaron el fin del "muro de la vergüenza", como se le llegó a definir, fueron complejas, pero la revolución pacífica de los ciudadanos de la RDA, que se había iniciado en la primavera del 89, se convirtió en el detonante. Con sonrisa nerviosa, Sterlina Birger, ex residente de la RDA, evoca esos años, mientras camina por la Alexanderplatz, en Berlín, hoy convertida en un cuerpo del capitalismo alemán.

"En la RDA éramos unos presos -dice Birger-, parte de una felicidad artificial, algo triste. En los últimos meses de 1989 las cosas no iban bien; escaseaban los alimentos, la Stasi (policía secreta) estaba desesperada, había mucho odio, manifestaciones, por lo que aumentó el rechazo; fue algo preocupante, pero no imaginé que cayera esa pared". El Partido Socialista Unificado, que gobernaba la RDA, liderado por Erich Honecker, había manipulado los comicios de ese año, lo que aglutinó un rechazo. Las reformas que en 1985 el líder de la URSS, Mijaíl Gorbachov, emprendió con la "Perestroika" y el "Glasnost" -un conjunto de medidas aperturistas que la RDA rechazaba-, dieron la necesaria inspiración para que los propios alemanes y la comunidad internacional apoyaran el fin de esta división. Así, en 1987, cerca de la Puerta de Brandeburgo, en Berlín Occidental, un eufórico Ronald Reagan exigió como presidente de EEUU: "Señor Gorbachov, derribe este muro", una frase que resquebrajó sus cimientos. Para la noche del 9 de noviembre y la tarde del 10, ante la decisión de las autoridades de "permitir los viajes" al otro lado de la valla, cerca de mil alemanes por hora comenzaron a dejar atrás un umbral de frustraciones y anhelos. Fue esa embestida popular llena de valentía sobre aquellas paredes que retumbaban al grito de "¡abajo el muro!", y el sonar de los picos y martillos del ciudadano común contra ese símbolo, los que terminaron de fragmentarlo. La tarde del 10 de noviembre, 28 años de historia eran escombros. Para algunos historiadores el 9 de noviembre terminó verdaderamente la Segunda Guerra Mundial, pero el anunciado "Fin de la Historia" no ocurrió, al contrario, se hizo más profunda y, tal como se preveía, el mundo sigue siendo menos pacífico y las democracias difíciles de sostener.

Frank López Ballesteros
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

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