ASDRÚBAL AGUIAR
EL UNIVERSAL
Mi primera consideración sobre las elecciones regionales del domingo, es de principio. "Las elecciones y los plebiscitos tienen como único objetivo ocultar el hecho de la dictadura", decía el maestro Hans Kelsen. Para los demócratas, las elecciones en dictadura son, apenas, ocasiones obligantes para la resistencia mediante el voto, que en todo caso controlan los agentes del dictador.
Los números "fríos" de las elecciones presidenciales de hace dos meses predecían los resultados de ahora. Chávez gana 5 a 4 frente a Capriles y en toda la geografía, con excepciones que confirman el principio citado de las elecciones dictatoriales. En Mérida y Táchira el dictador pierde 48 a 51 y 43 a 56, respectivamente, no obstante lo cual allí ganan sus emisarios.
Otro dato a considerar es que los candidatos a gobernadores de la dictadura, en su mayoría, son militares y extraños a las jurisdicciones en donde vencen. Pero lo último es anécdota, como anécdota es el tema de la abstención electoral. El mapa electoral lo ocupan para sí los compañeros del teniente Cabello y no los del "civil" Nicolás Maduro, encargado de la presidencia. Mas aquél tendrá que vérselas con dos resucitados de no menor importancia: el comandante Arias, su superior y otra vez gobernador del Zulia, y el eficaz teniente Vielma Mora, jefe del Táchira.
Preocupa mucho, aquí sí, que el Ejército -más allá de sus oficiales gobernadores electos- toma los espacios más sensibles, los de "poder real" para el narcotráfico y el terrorismo: la citada frontera con Colombia; la frontera marítima de Carabobo (la del capo Walid Makled), en manos del capitán Ameliach; el estratégico Guárico, bajo la autoridad del capitán Rodríguez Chacín, puente sagrado con las FARC; e Isla de Margarita, ocupada por el general Mata Figueroa.
No menos sugerente es la pérdida por la oposición partidaria -que comanda la última hornada del siglo XX- de todos sus bastiones. Antes pierden los comicios primarios y luego se transforman -por voluntad propia y/o impermeabilidad del comando de campaña- en el "peso muerto" de la aspiración presidencial de Capriles y sucesivamente para su reelección como gobernador de Miranda. La pulverización política de éste es el objetivo crucial de la dictadura -quien lo hace preso político- y también de quienes se resisten a la pérdida de fueros y al relevo generacional cuya falta tanto reclaman y critican en el pasado, cuando eran imberbes.
Capriles y un opositor venido del chavismo, Henri Falcón, reelecto gobernador de Lara, son la novedosa yunta que en soledad oprime una geografía electoral teñida de rojo, y militarizada. Son la cabeza visible, Capriles en primer orden -quien resucita como el Ave Fénix- de los 6.600.000 venezolanos quienes, llenos de coraje democrático, sortean presiones y amenazas toleradas por el Poder Electoral, corruptelas a granel propiciadas desde el Palacio de Miraflores y la FFAA, para asegurar la reelección del "enfermo" comandante en jefe.
Otros datos más cabe sumarlos al acervo, para el análisis cuidadoso de los tiempos por venir.
Ante la eventual y definitiva separación del poder del todavía inquilino de Miraflores, el mantenimiento de su régimen pueden considerarlo conveniente otros de sus pares, con quienes comparte la ideología de los intereses. Colombia negocia su paz con las FARC, cuyo socio de actualidad es el primero. Y no es desestimar que hasta la Casa Blanca observe con cuidado los acontecimientos -sin mengua de lo declarado por Obama, quien aspira a que los venezolanos decidamos nuestro destino por nosotros mismos- visto que la pérdida por Cuba de la nutriente de dólares que la mantienen apaciguada, puede llevarla a otro "período especial" con nuevas migraciones en masa hacia las costas de Miami.
Por lo pronto cabe decir del "futuro" que es de corto plazo. El próximo 10 de enero Chávez ha de volver para tomar posesión como gobernante reelecto y, según palabras de sus propios seguidores, con el "regalo" de las gobernaciones de toda Venezuela. Sólo en tal fecha sabremos del piso que nos sostendrá a los venezolanos durante los años sucesivos. Si Chávez vuelve tendrá servido en bandeja de plata su Estado de Comunas, a la cubana. Salvo los de Miranda, Lara y Amazonas -Bolívar está por verse y puede ser su gran dolor de cabeza- el resto de los mandatarios locales acatará la regla de oro de todo soldado: mando y obediencia, sin deliberación. Y si no vuelve, la historia muestra que los caudillos no dejan herederos, ni al morir atan el futuro.
Sobre la oposición de darse la última hipótesis, puede ella decir en buena lid que el juego comienza desde cero y en mejores condiciones. Hay caminos, pero deben andarse y otros desandarse.
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