miércoles, 19 de diciembre de 2012


¿Legitimidad?




Humberto García Larralde



Ayer tiñó de rojo el país la elección de gobernadores oficialistas -en su mayoría de extracción militar-, quienes esgrimieron como único mérito para ocupar el cargo su lealtad al comandante-presidente. Volvió a funcionar la manipulación emocional, esta vez exacerbada por el estado critico del enfermo, que apeló a sentimientos de compasión que invitaban a votar por los candidatos señalados por el dedo supremo y se cumpliera con la ¿última? voluntad de Chávez. Extremando aun más el repugnante culto a la personalidad, se insinuaba que, junto a las plegarias, el voto contribuiría a perpetuar entre nosotros a quien se había “sacrificado” por el pueblo en las elecciones presidenciales, poniendo de lado sus afecciones.
Pero, ¿cómo quedará esta victoria neo-fascista si en el horizonte cercano se asoma el desenlace fatal previsible? Tener en 20 estados a simples vicarios de una voluntad centralizadora, negadora de la autonomía y de las potestades que le confiere la Constitución a las entidades estadales, es un contrasentido si el demiurgo abandona estas tierras. ¿Cómo sustituir la argamasa pacientemente elaborada durante años de manipulación simbólica, mentiras y tergiversación de la historia que legitimaban la concentración y centralización del poder en las manos del “máximo conductor de la Revolución”? Ninguno de los posibles herederos aspira a evocar –siquiera cercanamente- el nivel de aquiescencia con que se aceptan las disposiciones del caudillo. Acostumbrados a la genuflexión y el aplauso lisonjero a todo emprendimiento del Jefe, los recién electos se encuentran mal preparados para tomar decisiones por su cuenta. Tampoco es el PSUV un partido leninista, con una doctrina y una disciplina férrea que obliga a acatar y cumplir los dictámenes de los órganos directivos. Y quien haya leído el Plan Nacional Socialista 2007-2013 se habrá dado cuenta que es todo menos una guía para la acción. De manera que no les queda de otra que legitimarse por sus ejecutorias ante el pueblo, por su capacidad para responder a sus querencias y necesidades básicas. Al quedar huérfanos, ya no servirá la consigna fácil.
Los próximos años pintan difíciles. Las distorsiones acumuladas a nivel macroeconómico -inflación, sobrevaluación extrema, escasa inversión- obligan a ajustes que amenazan, junto al deterioro de la infraestructura y de los servicios, los niveles de vida de la población. Y los abusos desde el poder en la forma de dádivas, prácticas clientelares y corruptelas de todo orden, han dilapidado la bonanza, a la vez que destruyeron el aparato productivo. Todo augura una creciente conflictividad, pero ahora sin el bálsamo ideológico del caudillo. ¿Cómo habrán de comportarse estos gobernadores ante esta situación, en el tira y encoge con el poder central por recursos durante estos próximos años de vacas flacas? La sensatez abogaría por una apertura, una búsqueda de acuerdos con los distintos factores de la vida regional, que abriría espacios a la democracia. Empero, cuando se pasan tantos años militando en un movimiento que cultiva un fanatismo fascistoide, la sensatez no es lo primero que salta a la vista. No obstante, se me ocurren dos nombres, paradójicamente de extracción militar, que podrían contribuir a este reacomodo del juego político.
¿Y en qué condiciones están las fuerzas democráticas para contribuir con este reacomodo? A juzgar por la apatía y la abstención mostradas ayer, muy pobres. ¿Qué pasará se nos vemos envueltos en una contienda electoral a la vuelta de la esquina? Ya Henrique Capriles, de manera valiente y clara ha hecho referencia a la naturaleza de los desafíos que nos esperan. ¿Estaremos los venezolanos democráticos a la altura de ellos? La necesidad de una referencia de poder clara y discernible será imperativa en momentos de disolución de las fantasías “revolucionarias”. La alternativa es la violencia y la anarquía. ¿O es que vamos a sabotear de nuevo los esfuerzos unitarios alcanzados durante estos últimos años?



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