Un liderazgo, una política
Jean Maninat
Cualquiera sea el resultado electoral, el país que emergerá del 16-D será sustancialmente distinto. Si se sostiene el status quo, y la oposición mantiene sus gobernaciones emblemáticas, habría revalidado su legitimidad como opción de cambio y dique de resistencia frente a las loqueteras de los líderes rojos. Pero tendría que enfrentar una nueva realidad política marcada por la debilidad intermitente del motor, cada día más inmóvil, del proceso involucionario. El presidente Chávez.
De perderse alguna de las gobernaciones más emblemáticas para la oposición, la hegemonía roja habría avanzado dejando tras de sí un campo minado de bombas de tiempo sociales de mecha corta y onda expansiva intensa e inmune a las excusas. Y tendría que enfrentar una nueva realidad política marcada por la debilidad intermitente del motor, cada día más inmóvil, del proceso involucionario. El presidente Chávez.
De lado y lado la tentación podría ser balcanizar los dos polos para tentar la suerte de suceder al "Comandante", ahora que es un coloso que va de regreso a lo meramente humano bajo el efecto de la más terrible de las enfermedades, según nos informan los medios del Gobierno.
Con el referente básico de los enconos disminuido, los oficialistas y la oposición democrática de alguna manera se quedan sin el santo y sin la limosna. El chavismo sin Chávez es con Maduro. Y la pecera nacional se puede pirañizar a más no poder.
En medio de la carga emocional que caracteriza a los procesos fundamentados en la devoción irracional hacia el líder, los jerarcas rojos pueden exacerbar su celo involucionario para mostrar lealtad imperecedera hacia las enseñanzas de su mentor. Aun sin saber el resultado de los últimos tratamientos en La Habana, en medio de sollozos, el ungido prometió fidelidad al caudillo más allá de la vida. ¡Curiosa manera de invocar la vida en el más allá!
Viviremos tiempos donde los seguidores del Presidente competirán por mostrarse más radicales e irreductibles los unos que los otros. El fervor religioso ha sido altamente ingenioso para inventar los instrumentos de autoflagelación y de flagelación de los otros con los cuales emular el sufrimiento del profeta salvador. Y los camaraditas se las traen en ese aspecto.
Le toca entonces a la oposición marcar el tempo de las luchas democráticas que se avecinan, con tino, entereza e inteligencia. El histerismo, de lado y lado, querrá imponer su agenda, siempre con la mejor de las intenciones, para empantanar más aún el país que nos va quedando. Ya sus emisarios se aposentan en los árboles graznando improperios a diestra y siniestra.
Es, como siempre ha sido, la hora de la política. La oposición democrática tiene detrás de sí victorias y derrotas. Un capital de seis millones y medio de votos obtenidos a pesar del recurrente ventajismo que es la marca de denominación controlada del régimen. Una bancada en la Asamblea. Y un equipo, la MUD, que demostró con más aciertos que errores que sí es posible plantarle cara a los designios de los jerarcas del chavismo.
Conviene que nuestros dirigentes opositores aprendan a asumir las derrotas sin complejos y salgan a defender lo bueno y reconocer lo malo. La tendencia a partir corriendo a enconcharse cuando aterrizan las malas noticias en poco ayuda. El 7-O fue una derrota, qué duda cabe, pero también una hazaña política nada desdeñable. Y tiene que ser reivindicado como un esfuerzo colectivo sin par. No hay nada de que avergonzarse.
Los abstencionistas y los claudicantes han perdido la batalla. La gente sabe lo que se está jugando en las regionales y va a responder votando.
Con los resultados en la mano, la MUD tiene que recomponerse, congregar y asumir un liderazgo y una política para seguir en la ardua tarea de impedir el desmantelamiento definitivo de nuestra democracia. Pero sobre todo, perseverar en mostrar que otro país es posible y que hay gente que así lo quiere. De nada vale cambiar de liderazgo y de política como si fueran fusibles. Sólo la permanencia en el empeño los hará cada vez más creíbles y legítimos.
Mientras tanto, votar el 16-D es la única tarea digna de los demócratas venezolanos. Allí está el germen de lo por venir.
@jeanmaninat
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