Se decreta estar triste
Paulina Gamus
Piedad, piedad para el que sufre, piedad, piedad para el que llora,
un poco de calor en nuestras vidas y un poquito de
luz en nuestra aurora.
“Oración Caribe” Agustín Lara.
Las plañideras llamadas también lamentatrices, aparecieron en los tiempos bíblicos y la figura pasó luego a griegos, romanos y otras civilizaciones conservándose hasta tiempos relativamente recientes. El papel de esas señoras era llorar desgarradoramente en los entierros de personajes de alcurnia y dinero; tanto lloraban que sus lágrimas eran recolectadas en un envase llamado lacrimatorio, que se enterraba junto al cadáver o cenizas del occiso. Al pasar de los años y con los cambios culturales que estos provocan, la costumbre se fue abandonando en casi todo el mundo occidental al que los venezolanos pertenecemos aunque a cierta revolucioncita no le agrade. Tanto se dejó atrás esa práctica que en estos tiempos resulta de mal gusto excederse en gritos y otras ruidosas manifestaciones de pesar, por más cercana y querida que sea la persona fallecida.
El asunto viene al caso, aún cuando no se ha producido la desaparición física del reelecto presidente de la República, porque sus seguidores más inmediatos -el entorno político- han transformado su ausencia por recaída de su enfermedad y el anuncio de haber elegido a su heredero, en una explosión de histeria colectiva y cursilería rampante encabezada por el alto mando militar, con el comunicado más ridículo, indigno y rastrero del que se tenga noticias en nuestra vida republicana. Ver a marxistas y comunistas convictos y confesos, empuñando y besando crucifijos al tiempo que lloran e imploran a todos los santos y al Siervo de Dios, José Gregorio Hernández, por la curación de su líder, no deja ser cuando menos sorprendente por no decir que suena a oxímoron.
Ese despliegue de plañiderismo no es inocente, mucho menos espontaneo. Es parte de un libreto que tiene como fin apostarle todas las fichas al chavismo sin Chávez o pos Chávez. La rabia con que el sucesor frustrado (por ahora) Diosdado Cabello y otros voceros del chavismo duro se han referido a la supuesta alegría de la oposición y a la hipocresía de quienes expresan su pesar por la situación del presidente, es también parte de ese libreto. ¿Tienen esos ordeñadores de la cosa pública alguna facultad para leer las mentes de los adversarios de Chávez y saber lo que sienten? No les hace falta, simplemente se ponen en el lugar de los demás y es lo mismo que ellos han sentido cuando el muerto o el sufriente no pertenece a las filas rojas. Sobran los casos, recordemos apenas a Franklyn Brito, Iván Simonovis y María Lourdes Afiuni
¿Por qué tanta rabia, acaso tiene alguien en la Oposición la culpa de la gravedad de Chávez? Si hacemos un recuento de lo ocurrido desde que hace año y medio el mandatario anunció al país en cadena nacional que le habían encontrado células malignas en un lugar que ni se supo, ni se sabe y quizá jamás se llegue a saber, hasta el 7 de octubre de 2012, día de su reelección para un tercer mandato de seis años, Chávez y su entorno no solo mintieron sobre la verdadera condición física del enfermo sino que él decidió jugarse sus posibilidad de su sanación, y por consiguiente su vida, por una ambición desmedida de poder.
El gritico Patria o Muerte mutado en Vivir Viviendo o Viviremos y Venceremos, pasó a ser una consigna para la galería porque algún médico cubano o de cualquier otra nacionalidad, y especialmente el galeno mayor Fidel Castro, tienen que haberle dicho al enfermo de cáncer que por ese camino iba derechito a la tumba. Entonces señores del chavismo in extremis, déjense de buscar culpables donde no los hay: esta vez no hay Imperio ni apátridas ni burguesía golpista a la que señalar por el deterioro de la salud presidencial y por un desenlace posiblemente fatal. Fueron ustedes quienes sabiendo que el comandante presidente se estaba suicidando, lo dejaron desbarrancarse para cuidar cada uno su conuco en este país primitivo e infradesarrollado en que han convertido a Venezuela.
¿Es obligado estar triste? Pues sin hipocresías confieso que no lo estoy. Tampoco diré que voy a montar una fiesta, porque no soy capaz de festejar el sufrimiento de ninguna persona y se muy bien, porque lo he vivido con familiares muy queridos, cuánto sufre un enfermo de cáncer sobre todo en su fase terminal. No me da vergüenza confesarlo como no les da vergüenza a esa jauría de depredadores del país, fingir que se están retorciendo de pena cuando fueron ellos quienes apoyaron la locura reeleccionista de Chávez. Todos los hartos de esta farsa, de esta telenovela más lacrimógena que El Derecho de Nacer, a votar masivamente el 16 de diciembre para irnos librando de esa plaga y para lograr aunque sea un poquito de luz en nuestra aurora.
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