lunes, 2 de septiembre de 2013

EDITORIAL DE ANALÍTICA: LA TORTA GUYANESA 

Lunes, 2 de septiembre de 2013


Definitivamente la improvisación y la ignorancia unida a la ceguera ideológica son unos componentes letales de este decadente régimen del llamado socialismo del siglo XXI. Maduro en su visita a Georgetown hizo caso omiso de las sensatas recomendaciones que se le hicieron desde diversos sectores de la opinión pública nacional y según parece incluso desde la Armada y la dirección de fronteras del minpoporex.
El comunicado conjunto, por cierto publicado en inglés, no expresa ninguna reserva de parte de Venezuela sobre los diversos actos del gobierno guyanés que de hecho desconocen la existencia de un territorio en reclamación. Solo hay una especie de saludo a la bandera solicitando que el actual buen oficiante siga ejerciendo sus labores conforme al Acuerdo de Ginebra de 1966.
Más preocupante aún son las declaraciones verbales de Maduro que insiste en la peregrina tesis de que la reclamación fue producto de un acuerdo entre el Presidente Leoni y el gobierno Británico y olvida, o tal vez no sabe, que ese documento fue suscrito en consulta con el gobierno de Guyana Británica, y para su información el tratado fue firmado por el canciller Ignacio Iribarren Borges de Venezuela  y por el gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda por Michael Stewart Secretario de Estado de Relaciones Exteriores y por Forbes Burnham, primer ministro de la Guayana Británica.
Lo más grave de lo acontecido en Georgetown fue el silencio ante los actos jurídicos guyaneses mediante los cuales este país desconoce nuestros derechos, tanto sobre el territorio en reclamación como sobre lo que constituye la fachada Atlántica de Venezuela, es decir el área marítima que nos corresponde legalmente independientemente de la que pueda agregarse por el territorio en reclamación.
Esto en Derecho Internacional es de extrema gravedad porque permite configurar por parte de Guyana un Estoppel,  que dicho en palabras llanas eso el que calla otorga y no puede  el país reclamar después porque se considera que la palabra del Presidente o del Canciller vincula definitivamente al Estado.
Si esta infausta intervención de Maduro se suma a las similares de Chávez no dudamos en decir que acabó por poner la torta y los venezolanos relativamente poco podremos hacer para corregir los entuertos ya que lamentablemente en el derecho internacional abundan los casos en los que la palabra del Jefe del Estado ha comprometido para siempre el destino jurídico de su país.

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