COMODINES
ELSA CARDOZO
Las cartas ya son bien conocidas, desde hace tres lustros. Ahora se exhiben a cada rato, cual comodines, ante el país y el mundo, en plan de ocultar el desastroso empeño de mantener el poder a costa de empujar a los venezolanos al borde del despeñadero en el que estamos.
Comodines han sido y son las denuncias de planes de magnicidio nunca bien sustentadas ni procesadas, que sumaron más de medio centenar en los catorce años de Chávez y promediaron una mensual en 2013, cuando el sucesor que usó y abusó de este recurso responsabilizó, sin presentar pruebas, a la oposición, el imperio, Álvaro Uribe, Barack Obama, Luis Posada Carriles, Roger Noriega y Otto Reich, la derecha salvadoreña, paramilitares y pare usted de contar. Apareció cuando el encuentro de Henrique Capriles con Juan Manuel Santos y, poco después, tras la golpiza de oficialistas a parlamentarios de la oposición en la Asamblea Nacional. Y en plan de enredar la trama, la carta de la denuncia de amenazas de la derecha contra la vida de líderes opositores, ya utilizada por Chávez, volvió a serlo por Maduro en relación con Capriles, en abril de 2013, y ahora con Leopoldo López.
La barajita del golpe de Estado no ha sido menos recurrida, sin pruebas para confirmarla pero con muchos apellidos para adornarla, según la ocasión. Frente al legítimo reclamo opositor de recuento de votos, Maduro advirtió en abril de 2013 sobre un plan golpista de la derecha; en septiembre, ante extendidas caídas del suministro de electricidad, anunció el golpe eléctrico y, dado el agravamiento de la escasez y la inflación, sacó el comodín de la guerra y el golpe económico, con el anuncio de que se había desmontado una conspiración empresarial y de acaparadores para derrocar al gobierno. Ahora reaparece lo del “golpe que se fragua”, tras la acumulación de miles de protestas por razones sociales y económicas desde el año pasado, y en medio de la ola de manifestaciones pacíficas iniciadas por los estudiantes en reclamo de seguridad. Este recurso pretende, desde la sofocante hegemonía comunicacional, legitimar la represión estatal y paraestatal y aprovecharla para intimidar, a la vez que para justificar las órdenes presidenciales de capturar a líderes políticos opositores.
Estados Unidos es quizá uno de los más versátiles comodines. Se trata de la relación económica más estable y segura, proveedora de divisas no comprometidas en fondos ni entregas de petróleo a futuro; pero la bandera antimperialista es muy útil cuando la barajita es la de la soberanía, aunque dependamos más que nunca de esa fuente de divisas. Las conversaciones informales iniciadas entre 2012 y 2013, fueron interrumpidas en marzo desde aquí; fueron retomadas en el encuentro del canciller Elías Jaua con el secretario de Estado, John Kerry, en junio, hasta que al mes siguiente desde Caracas se anunció su cierre; luego de la expresión de voluntad de acercamiento en diciembre, también desde aquí, se anuncia ruidosamente en estos días la expulsión de tres diplomáticos.
Los desgastados comodines están allí, a la vista del mundo. No hay censura ni autocensura que pueda ocultar las responsabilidades del gobierno venezolano en la demolición del país y sus libertades. Así que, cuentas y cuentos aparte, para los gobiernos democráticos del vecindario (especialmente los de países con más fresca memoria del militarismo) se está haciendo cada vez más difícil seguir jugando con las mismas cartas.
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