DIEGO BAUTISTA URBANEJA |
EL UNIVERSAL
Lo que el país tiene entre manos es un conjunto de graves problemas nacionales, a los que el gobierno no está en la menor capacidad de enfrentar.
En correspondencia con esa situación, a la oposición democrática le corresponde transformarse en una oposición nacional, que exprese el descontento nacional que la escala de los problemas produce. Ese descontento va mucho más allá de las fronteras de la oposición y es esa brecha la que la oposición debe cancelar, de modo de convertirse en la expresión del descontento nacional, y no sólo del descontento opositor.
Puede hacerse una lista de problemas que reviste ese carácter nacional que hemos dicho. Una lista elemental incluye cosas como la inflación, los colectivos armados, la inseguridad, las tres horas de cola para comprar dos kilos de harina de maíz, el desabastecimiento, la situación de las cárceles, la falta de medicinas para los enfermos de cáncer, el estado de salud de presos por motivos políticos, el múltiple maltrato al mundo sindical venezolano, los veinte mil millones que Cadivi "se dejó" robar, la falta de perspectivas de futuro de esa cosa inmensa que es la juventud venezolana. La reciente ola de protestas estudiantiles ha añadido un tétrico elemento a esta lista: la violación terrible de derechos humanos, las torturas, de las que son capaces algunos cuerpos de seguridad ante el atronador silencio de los funcionarios del Estado cuyo deber es defender los derechos de los venezolanos. Es posible armar una imponente lista de grandes problemas del país, ante los que es evidente la incapacidad gubernamental, y hacer de ellos, y sólo de ellos, los frentes de una lucha democrática que exprese el descontento que atraviesa el país.
La oposición tiene que convertirse en una bandera nacional, más que una bandera opositora. Superar las dificultades, que a veces ella misma se crea, para ir más allá de sus propias fronteras y transformarse en un reflejo del sentimiento nacional.
Desde que se conformó la unidad de la oposición, con la Mesa de la Unidad Democrática, se ha logrado expandir lenta pero continuamente las fronteras opositoras. Eso se ha podido hacer gracias a una estrategia sostenida a pulso, que no ha caído en espejismos, a pesar de lo árido del desierto. Lo que corresponde hacer es que esa estrategia de expansión se mantenga. Para ello debe pasar a un nuevo nivel, conectándose con, poniéndose a la altura de, la nueva escala de los problemas que afectan al país. Es el país descontento, más que el país opositor, el que más nos interesa, en esta nueva etapa que tenemos que poner en marcha, a partir del nivel al que la oposición como tal ha logrado llegar en los últimos años.
Hay que romper la cáscara que limita a la oposición dentro de sus fronteras tradicionales, y la manera de hacerlo es conectarse con el descontento general, con los problemas que los producen y con los amplios sectores que los sufren. Para ello será fundamental que sean los propios sectores afectados los que en cada caso protagonicen, encabecen, la acción que haga visible el carácter nacional, no estrictamente opositor, de la queja en cuestión. Las recientes protestas estudiantiles han despertado una energía latente en sectores del país, que hay que recanalizar lo más pronto posible en un sentido de expansión social, reconectándola con los grandes problemas de la sociedad venezolana.
Hay que dejar de lado temas que no son pertinentes para esos propósitos de expansión, por tentadores que puedan resultar a muchos. Uno de ellos es a mi juicio el de la salida de Maduro. Enfocarse en esa exigencia, lo que crea hoy por hoy es un conflicto frontal entre dos mitades del país, entre las que de nuevo se levantarán las viejas barreras. Eso nos puede hacer perder de vista lo que a los efectos de construir una oposición nacional, resulta fundamental. Ello es -para volver al comienzo de estas líneas- que el gobierno no puede con los problemas cada vez más graves que se le vienen encima, y que por lo tanto el descontento no hará sino crecer, y las protestas no harán sino multiplicarse. Es en esa vena que se debe clavar la oposición, porque esos son los temas que la unen al gran país y los que pueden derribar esas barreras que el gobierno se empeña en levantar una y otra vez. Tiene que clavarse en esa vena, digo, si aspira a convertirse en un abrumador movimiento nacional, que tendrá las consecuencias políticas que haya de tener, cuando alcance -cuando vaya alcanzando- ese nivel.
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