Cuando bajen las aguas y suba la marea
JEAN MANINAT
EL UNIVERSAL
A medida que el gobierno se va hundiendo en un carnaval de brutalidad represiva y cinismo, de incapacidad y desdén hacia la población a la que debería servir; mientras sus máximos personeros exhiben impúdicamente su frivolidad y falta de respeto por la vida -su máximo jefe, el presidente Maduro, baila salsa con su esposa a pesar de los muertos- y afloran los primeros titubeos entre los jerarcas rojos; las fuerzas opositoras parecen haber encontrado su cadencia, las señas de identidad de su esfuerzo por lograr el cambio que empieza a vislumbrarse como una posibilidad cierta. No es que esté a la vuelta de mañana, no nos engañemos, pero la ruta parece despejarse con el pasar de los días. A pesar de los saltapericos verbales de los radicales (sin ánimo despectivo, ya han asumido con orgullo el término radical como su marca de referencia registrada) en la oposición democrática empieza a asentarse la convicción de que lo mucho que se ha ganado en estos años hay que repotenciarlo con vigor pero sin destruirlo. La guarimba se irá apagando por anemia de apoyo vecinal y será recordada como la enfermedad infantil del radicalismo.
La protesta pacífica, enfocada sobre objetivos concretos, capaz de convocar más allá de las parcelas, es una fuerza potente que ha logrado descolocar al régimen y hacerlo lucir torpe, cruel y temeroso -como siempre lo ha sido- ante el país ancho y el mundo ajeno. La lucha política no es una locomotora voluntarista y desbocada abriendo boquetes por doquier para encontrar la salida. Es una amalgama de hechos, algunos fortuitos, que van pavimentando la vía -a veces con el ritmo lento de una aplanadora- hasta constituirse en una opción triunfante y mayoritaria. Se necesita agilidad, capacidad para desplazarse, dar un paso adelante y otro al lado, disposición para convencer y ánimo de espíritu para no dejarse ahogar dando inútiles y llamativas pancadas de ahogado. (Flota como una mariposa y pica como una avispa dijo hace 50 años Muhammad Alí, el más grande guerrero de la historia reciente).
El mejor homenaje a los estudiantes caídos es garantizar que se siga ganando pacíficamente la calle, pero también preparándose para un esfuerzo prolongado y exigente en varios ámbitos de acción política para convertirse en una fuerza de carácter social. Están las gobernaciones y alcaldías que se han ganado y que no pueden ser parqueadas hasta nuevo aviso. Son parte fundamental de la lucha democrática, de lo logrado por el trabajo y el esfuerzo de convencimiento de quienes hoy las dirigen, sus habitantes van a exigir pronto algo más que recoger con prontitud los detritus dejados por los desenfrenos de la violencia oficial. Allí se gobierna para todos. Y también están los parlamentos regionales, y la Asamblea Nacional, que aún amordazada, irrita la impaciencia del déspota que la fuetea.
Las protestas sociales, (5.000 el año pasado) aumentarán en número e intensidad dirigidas por sus líderes naturales y alimentadas por sus reclamos concretos y puntuales. Los sindicatos despertarán los contratos colectivos. Los anaqueles seguirán vacíos o medios llenos, según se vea, pero siempre indignos de un país petrolero; la inseguridad seguirá acechando hasta las fortalezas rodantes en que se desplazan los mandamases rojos; los hospitales inermes expulsarán enfermos y la noticia de la monumental incapacidad e indolencia de quienes pretendidamente gobiernan en su nombre, seguirá tocando las puertas de las mayorías populares del país.
Ese es el sustento del cambio, las vertientes de insatisfacción que pueden desalojar democráticamente el fraude que quiere atornillarse a sangre y fuego en Miraflores. Para ofrecerles un cauce cierto, hace falta que algunos líderes de la oposición hablen menos frente al ventilador de la historia, y más con el país que todavía no los comprende. Solo de ese diálogo efectivo podrá surgir una fuerza popular y social para el cambio.
Los estudiantes han hecho su parte. Cuando bajen las aguas de los personalismos desbocados y suba la marea del rechazo mayoritario al régimen: se les habrá recompensado.
@jeanmaninat
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