La
economía cubana sin Venezuela
Pavel Vidal Alejandro
El País
Desde inicios de la década pasada la
economía cubana ha incrementado sus relaciones con Venezuela. Actualmente
el comercio de bienes representa el 40% del intercambio total de la isla,
muy por encima del segundo lugar ocupado por China con 12,5%. En este
porcentaje pesa sobre todo la importación de petróleo venezolano, el cual
se paga el 50% dentro de los primeros 90 días y el restante 50% se
acumula en una deuda a 25 años con un tipo de interés del 1%.
Por el lado de las exportaciones cubanas
la relación entre los dos países también ha crecido significativa
mediante la comercialización de servicios profesionales, en particular
mediante los servicios médicos. Las relaciones entre las dos naciones
también incluyen inversiones y diferentes tipos de financiamientos.
Tras
la enfermedad y posterior muerte del presidente Hugo Chávez, los riesgos de
sufrir las consecuencias del colapso de las relaciones se pusieron sobre el tapete. Muchas han sido las hipótesis
que se han esgrimido sobre las consecuencias
que puede tener sobre la economía cubana un cambio de gobierno en Venezuela. Parece existir un
consenso en concluir que las consecuencias serían fatales. Los problemas
económicos actuales en Venezuela y las inestabilidades y tensiones políticas
bajo el gobierno de Nicolás Maduro, vuelven a colocar en primera línea el tema
de la vulnerabilidad de la economía cubana en relación a sus vínculos con Venezuela.
Pero,
realmente, ¿cuán fatales podrían ser esas consecuencias medidas en términos macroeconómicos? ¿Cuánto depende
realmente Cuba de Venezuela? ¿Es mayor o menor que la dependencia que existía
con la extinta Unión Soviética (URSS)?
La
estimación del “shock venezolano” Para poder predecir los efectos de un posible
“shock venezolano” en la economía cubana tenemos que buscar información
histórica. Cuba ya presentó un tipo de relación similar en el pasado con la
URSS y sufrió un shock similar en los años noventa. La ocurrencia anterior de
dicho evento es lo que permite construir una proyección de lo que sucedería
tras un rompimiento de los vínculos con Venezuela, aunque atemperada y acomodada
a los datos presentes y a las relaciones macroeconómicas actuales.
En
1980 el intercambio comercial con la URSS llegó al 39,3% del PIB. Antes de la debacle, en 1990, las relaciones
comerciales con la URSS representaban el
28,2% del PIB mientras que actualmente con Venezuela el porcentaje es
de 18,3%, es decir, 10 puntos menos.
Considerando
un grupo de relaciones macroeconómicas claves, se simuló un escenario en el cual los vínculos con Venezuela
desaparecen siguiendo el mismo patrón que con la URSS. Ello también aporta
información sobre lo que podría ocurrir si los vínculos se desmantelan de
manera más o menos acelerada.
Bajo
este escenario las proyecciones indican que tras el “shock venezolano” la
economía cubana acumularía una caída de 7,7% durante cuatro años. Se trataría
de un decrecimiento de la economía mucho menor que el acontecido tras la
desaparición de la URSS, donde se acumuló un -35% entre 1990-1993.
Sería
una recesión, no tan marcada como en los años noventa, pero igual de extendida en el tiempo, y que obviamente generaría
grandes tensiones para la economía, los ciudadanos y el propio gobierno.
Otras
variables macroeconómicas también mostraron en el escenario su vulnerabilidad
al “shock venezolano”. Se proyecta que las inversiones caerían un 32%, los
términos de intercambio un 20% y los gastos fiscales un 15%, medidos a precios
constante.
El
complicado ajuste Si bien las estimaciones indican que las consecuencias del
“shock venezolano” serían menores que las del “shock soviético”, faltaría
valorar si el país está en condiciones de soportar una nueva recesión y un
nuevo ajuste de los gastos, sin haberse
recuperado completamente de la crisis de los años noventa y en momentos en que
se avanza en un proceso de reformas que todavía no da frutos.
En los
noventa el costo del ajuste se distribuyó entre los asalariados y pensionados
estatales mediante un impuesto inflacionario, es decir, mediante la reducción
del poder adquisitivo de sus ingresos. El problema hoy en día es que, veinte
años después, los ingresos reales del sector estatal no han logrado
recuperarse, el poder adquisitivo de los salarios estatales es apenas un 27%
del existente en 1989. El Estado con dificultades puede actualmente cumplir con
los servicios de la deuda externa, y los bancos apenas salen de una crisis de
liquidez que comenzó en 2008. El presupuesto de los servicios sociales se ha
tenido que contraer y el país no tiene acceso a un prestamista internacional de
última instancia. Por tanto, se abre la interrogante: ¿Cómo se pagará el costo
de una nueva crisis económica?
Tal
vez lo más difícil en un escenario como este sería el manejo político de una
nueva crisis. Debe tomarse en consideración que sería un hecho similar que se
repetiría por segunda vez en apenas veinte años, que el contexto socio-político
cubano ha variado sustancialmente, en especial por el aumento de las
estratificación social y que existe un cambio en las claves del liderazgo político.
Es indudable que el acumulado de problemas no resueltos pesaría enormemente y
complicaría el manejo político de la crisis.
Los
acontecimientos actuales en Venezuela se suman a la lista de razones que tiene
el gobierno cubano para profundizar las reformas, de manera tal que tiene el
gobierno cubano para profundizar las reformas, de manera tal que se avance en
la diversificación y en la búsqueda de mayores fuerzas internas de crecimiento.
En este primer semestre de 2014 se dará un paso fundamental con la aprobación
de una nueva ley para la inversión extranjera.
Este
texto es un resumen del documento publicado en Desde la Isla #24 del Cuba Study
Group.
Pavel
Vidal Alejandro ( ). Doctor en Ciencias Económicas, Universidad de La Habana.
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