domingo, 23 de febrero de 2014

La economía cubana sin Venezuela 

Pavel Vidal Alejandro 
El País 


  
Desde inicios de la década pasada la economía cubana ha incrementado sus  relaciones con Venezuela. Actualmente el comercio de bienes representa el  40% del intercambio total de la isla, muy por encima del segundo lugar  ocupado por China con 12,5%. En este porcentaje pesa sobre todo la  importación de petróleo venezolano, el cual se paga el 50% dentro de los  primeros 90 días y el restante 50% se acumula en una deuda a 25 años con un tipo de interés del 1%. 
Por el lado de las exportaciones cubanas la relación entre los dos países  también ha crecido significativa mediante la comercialización de servicios  profesionales, en particular mediante los servicios médicos. Las relaciones  entre las dos naciones también incluyen inversiones y diferentes tipos de  financiamientos. 
Tras la enfermedad y posterior muerte del presidente Hugo Chávez, los riesgos de sufrir las consecuencias del colapso de las relaciones se pusieron  sobre el tapete. Muchas han sido las hipótesis que se han esgrimido sobre las  consecuencias que puede tener sobre la economía cubana un cambio de  gobierno en Venezuela. Parece existir un consenso en concluir que las consecuencias serían fatales. Los problemas económicos actuales en Venezuela y las inestabilidades y tensiones políticas bajo el gobierno de Nicolás Maduro, vuelven a colocar en primera línea el tema de la vulnerabilidad de la economía cubana en relación a sus vínculos con Venezuela.
Pero, realmente, ¿cuán fatales podrían ser esas consecuencias medidas en  términos macroeconómicos? ¿Cuánto depende realmente Cuba de Venezuela? ¿Es mayor o menor que la dependencia que existía con la extinta Unión Soviética (URSS)?
La estimación del “shock venezolano” Para poder predecir los efectos de un posible “shock venezolano” en la economía cubana tenemos que buscar información histórica. Cuba ya presentó un tipo de relación similar en el pasado con la URSS y sufrió un shock similar en los años noventa. La ocurrencia anterior de dicho evento es lo que permite construir una proyección de lo que sucedería tras un rompimiento de los vínculos con Venezuela, aunque atemperada y acomodada a los datos presentes y a las relaciones macroeconómicas actuales.
En 1980 el intercambio comercial con la URSS llegó al 39,3% del PIB. Antes de  la debacle, en 1990, las relaciones comerciales con la URSS representaban el  28,2% del PIB mientras que actualmente con Venezuela el porcentaje es de  18,3%, es decir, 10 puntos menos.
Considerando un grupo de relaciones macroeconómicas claves, se simuló un  escenario en el cual los vínculos con Venezuela desaparecen siguiendo el mismo patrón que con la URSS. Ello también aporta información sobre lo que podría ocurrir si los vínculos se desmantelan de manera más o menos acelerada.
Bajo este escenario las proyecciones indican que tras el “shock venezolano” la economía cubana acumularía una caída de 7,7% durante cuatro años. Se trataría de un decrecimiento de la economía mucho menor que el acontecido tras la desaparición de la URSS, donde se acumuló un -35% entre 1990-1993.
Sería una recesión, no tan marcada como en los años noventa, pero igual de  extendida en el tiempo, y que obviamente generaría grandes tensiones para la economía, los ciudadanos y el propio gobierno.
Otras variables macroeconómicas también mostraron en el escenario su vulnerabilidad al “shock venezolano”. Se proyecta que las inversiones caerían un 32%, los términos de intercambio un 20% y los gastos fiscales un 15%, medidos a precios constante.
El complicado ajuste Si bien las estimaciones indican que las consecuencias del “shock venezolano” serían menores que las del “shock soviético”, faltaría valorar si el país está en condiciones de soportar una nueva recesión y un nuevo ajuste  de los gastos, sin haberse recuperado completamente de la crisis de los años noventa y en momentos en que se avanza en un proceso de reformas que todavía no da frutos.
En los noventa el costo del ajuste se distribuyó entre los asalariados y pensionados estatales mediante un impuesto inflacionario, es decir, mediante la reducción del poder adquisitivo de sus ingresos. El problema hoy en día es que, veinte años después, los ingresos reales del sector estatal no han logrado recuperarse, el poder adquisitivo de los salarios estatales es apenas un 27% del existente en 1989. El Estado con dificultades puede actualmente cumplir con los servicios de la deuda externa, y los bancos apenas salen de una crisis de liquidez que comenzó en 2008. El presupuesto de los servicios sociales se ha tenido que contraer y el país no tiene acceso a un prestamista internacional de última instancia. Por tanto, se abre la interrogante: ¿Cómo se pagará el costo de una nueva crisis económica?
Tal vez lo más difícil en un escenario como este sería el manejo político de una nueva crisis. Debe tomarse en consideración que sería un hecho similar que se repetiría por segunda vez en apenas veinte años, que el contexto socio-político cubano ha variado sustancialmente, en especial por el aumento de las estratificación social y que existe un cambio en las claves del liderazgo político. Es indudable que el acumulado de problemas no resueltos pesaría enormemente y complicaría el manejo político de la crisis.
Los acontecimientos actuales en Venezuela se suman a la lista de razones que tiene el gobierno cubano para profundizar las reformas, de manera tal que tiene el gobierno cubano para profundizar las reformas, de manera tal que se avance en la diversificación y en la búsqueda de mayores fuerzas internas de crecimiento. En este primer semestre de 2014 se dará un paso fundamental con la aprobación de una nueva ley para la inversión extranjera.
Este texto es un resumen del documento publicado en Desde la Isla #24 del Cuba Study Group.
Pavel Vidal Alejandro ( ). Doctor en Ciencias Económicas, Universidad de La Habana.




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