¿Y qué viene ahora?
Fausto Masó
Maduro vivía en la gloria los primeros días de este año, hasta que se cayó del chinchorro. En unos días destruyó el edifico político que había heredado de Chávez, esa farsa democrática con apoyo popular que manejaba con habilidad los recursos del petróleo y reprimía con discreción. Maduro convirtió el régimen chavista en un bochorno militarista que avergüenza a la izquierda latinoamericana. Más peligroso que la falta de dólares es la de neuronas.
Todo se derrumbó por unos estudiantes que pedían que no los mataran, o los atracaran, en las propias universidades. Les respondió con desprecio, amenazó con apagar las candelitas que surgieran por el país, estaba dispuesto a vigilar que una chispa no incendiara la pradera, pero Mao no había dicho que hacer si surgían un millar de chispas: se incendiaban desde las capitales de los estados hasta los pueblos perdidos del llano. Alarmado vio que el fuego llegaba a Caricuao y Antímano. Echó mano a su arma dialéctica, los militares. Ordenó arrasar con el país, atacar el este de Caracas, lo malo que la oposición apareció por el oeste; permitió la tortura y el asesinato. Maduro no sabe qué hacer, porque al final toda la culpa es suya: ha demostrado su incompetencia política. Después de 10 meses en el poder enfrentan el desabastecimiento y la inseguridad con discursos, lugares comunes y amenazas. Se ha quedado sin argumentos y solo se le ocurre censurar a los canales internacionales para mejorar su imagen mundial.
Maduro lucha con una rebelión de mil cabezas. Cada protesta, se origina localmente, no obedece a la orden dada por cualquier coordinadora o un partido. Supone que amenazando a los comerciantes y a los industriales con enviarlos a la cárcel aumentará la producción, no quiere reconocer que sin dólares no hay materia prima y que Agropatria dejó a los agricultores sin semillas ni financiamiento.
La unidad se ha vuelto un tópico sentimental, cada partido anda por su cuenta mientras a la MUD la acusan de pecados ajenos porque sus miembros la consideran como un foro elegante, un lugar de encuentro para un posible evento electoral. La nueva unidad de la oposición se forjará alrededor de un líder, una propuesta, un movimiento. No de la MUD.
Pase lo que pase Maduro saldrá, si sale, demasiado golpeado por estos acontecimientos. Este desastre es su obra. Eso sí, nada tan peligroso como unos políticos asustados pero armado hasta los dientes. El plomo no se come.
Chávez daba siempre la impresión que le quedaban 20 años en Miraflores, Maduro, a pesar de sus bravuconadas, parece un mal pasajero.
¿Permanecerá fiel el ejército a Maduro? Parece que sí, por tanto el régimen se mantendrá, aunque a largo plazo supongamos que los estudiantes se volverán a lanzar a la calle y entonces Maduro viviría otra crisis, u otras crisis, con el peligro teórico de que los militares se cansen de reprimir. Por ahora eso no está ocurriendo y han asimilado el mensaje de pobres contra ricos. La actual rebelión es nacional, pero no abarca a todas las clases sociales, por lo menos en la proporción real de la población. En las protestas predominan los jóvenes de la clase media a la hora de cerrar calles, por ejemplo.
Buena parte de la oposición vive con la ilusión de que la fruta está madura, ese fue la razón del éxito de Leopoldo y María Corina con su tesis de la salida, ilusión que si no se concreta provocará desilusión y le abrirá las puertas a Capriles
Hay otra posibilidad que nunca se contempla, la que los colectivos, los radicales chavistas, reemplacen a Maduro. En la oposición los sectores radicales impusieron la abstención y el paro petrolero, y ahora capitalizaron en su beneficio el movimiento estudiantil, lo tornaron en una petición de cambio de régimen. Algo similar pudiera ocurrir en el chavismo, donde los famosos colectivos tienen más poder del que se cree y están aliados con figuras militares y políticas. La tesis de ellos de actuar violentamente contra la oposición pudiera imponerse.
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