Mientras dirigía un concierto en La Victoria, estado Aragua, los estudiantes venezolanos, en una protesta pacífica y reivindicativa de derechos humanos elementales, eran masacrados por los organismos de seguridad del estado, al terminar su actuación balbuceó: Yo solamente soy un músico, que cree en el arte en general y en modo especial en la música, no soy un político.
1.- Un músico y su elección libre de un camino a seguir.
Lo que resulta siempre reprobable en la conducta de Gustavo Dudamel es ese oportunismo glotón, de sacar partido en beneficio propio, de las circunstancias más trágicas en la vida de una nación, las más tristes de un país sumido en el dolor y las más desoladoras dentro de una sociedad mayormente constituida por gente humilde, de escasa cultura musical. Conservo todavía fresca en mi memoria, una de las imágenes más impactantes de lo que fueron los últimos minutos de la señal de Radio Caracas Televisión: Como un bloque de seres humanos, los obreros, artistas, periodistas, personal técnico, se unieron y entrelazaron sus brazos, formando una cadena de solidaridad laboral, mientras cantaban el Himno Nacional. Todos presentíamos, que en breves instantes la señal video fónica de RCTV desaparecería para siempre. Al último segundo, apareció una mancha de motas y un fondo negro. Una televisora de tradición, amada por el pueblo venezolano, se sumergió en el hueco negro del cierre de un medio de comunicación social. De seguidas se escucharon las gloriosas notas de “Gloria al bravo pueblo”, el himno nacional, ejecutadas por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar bajo la dirección del más “flamante” de los músicos venezolanos, por no decir el más oportunista: Gustavo Dudamel, glorificando el cierre de un medio de comunicación social. A una inmensa mayoría del pueblo venezolano no le gustaba Radio Caracas TV, para ellos era una gran ventana de exhibición de la más rancia godarria nacional, vinculada a la nunca bien ponderada oligarquía colombiana, un reducto del capitalismo salvaje y la prepotencia del dinero. Desde esta óptica, Dudamel pasó a ser admirado como símbolo de su cierre definitivo. El campeón de un golpe bien asentado a “una oligarquía de apátridas y vende patria” como desconsideradamente se les llamaba de parte del gobierno. Para otros, un grupo también muy numeroso, la mitad de Venezuela, se trataba del cierre de un medio de comunicación social, algo bastante grave y trascendente en cualquier país del mundo, un ejemplo de conducta negativa de un joven músico arribista, frente a quienes defendían los valores de la libertad de expresión propios de una sociedad democrática.
Otra circunstancia, esta vez de trascendencia universal, en la cual estuvo envuelto Dudamel, fue el concierto de Marta Argerich en el Teatro Colón de Buenos Aires. La pianista argentina más sobresaliente en la historia de la música, quien no pudo tocar en ese augusto teatro por una huelga de músicos. Los maestros del Teatro Colón de Buenos Aires reclamaban mejores salarios y seguros médicos, en pocas palabras reivindicaciones laborales acordes a la legislación social de un país moderno. Entonces viajó a Buenos Aires, como por arte de birlibirloque, Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, para romper una huelga fundamentada en derechos laborales. Trasladar a esa orquesta sinfónica al país del cono sur, significó un gasto de millones de dólares, con el solo objetivo de que Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar rompieran una huelga laboral. El objeto fue presentar a un bisoño director de orquesta dirigiendo a una pianista de dimensiones colosales. Otro gran ejemplo para futuras generaciones de oportunistas: pisotear la dignidad de músicos ejemplares como los de la Orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires y consagrarse como un supino esquirol “rompedor de huelgas” reivindicativas de la dignidad de músicos honestos. Otra muestra -nunca a seguir- para la formación moral de una juventud venezolana de valores éticos. ¡Una conducta fea, entre músicos, para decir lo menos!
Se podrían citar muchos ejemplos de parte de Dudamel en su afán oportunista de ocupar posiciones deslumbrantes de primer plano, como por ejemplo el abortado concierto en la Feria Exposición de Shanghái, en el pabellón correspondiente a Venezuela, a donde viajó con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar para tocar en un pequeño auditorio de 350 personas y cobrar un millón de dólares (que director cobra esa cifra en el mundo moderno). El cheque por ese monto fue escamoteado y no se lo entregaron. Se negó a presentarse. La OSSB regresó con el rabo entre las piernas. Este viaje fue financiado con dinero del estado venezolano, para una flamante publicidad del genio de la música de Venezuela. Todo terminó como un puñado de sal en el agua. La meteórica carrera de Dudamel se ha cimentado en viajes internacionales, centenares de artículos de prensa, costosos documentales filmados en el exterior, películas, declaraciones de testigos de sus éxitos y pare de contar. Todo ello pagado con millones de dólares de los contribuyentes venezolanos al fisco nacional. Pero lo más impresionante en su carrera es el hecho, de que en sus comienzos, artistas venezolanos de alto vuelo, como los cantantes Aquiles Machado e Inés Salazar, se prestaron a ser el escalón donde se subió un joven Dudamel desconocido y sin méritos para dirigirlos. Después, en momentos difíciles de los aludidos, jamás les tendió una mano. Dudamel es una persona que no ayuda a nadie ni siquiera a su mentor, cercano a los aleteos de Tánatos, el ángel negro del destino final.
2.- Gustavo Dudamel, el hombre y la estofa musical de que está hecho.
Hasta aquí hemos hablado de actuaciones desafortunadas, normas desacertadas de conducta, comportamientos indecorosos, vamos hablar ahora de música, de la estofa de que está constituido Dudamel como músico. Desde muy pequeño fue conceptuado como un genio de la música, esto motivó que no siguiera estudios universitarios ni asistiera a conservatorios serios y rigurosos. Dudamel no tiene títulos académicos ni estudios de educación superior ni post grados o especializaciones. Solamente, un manto permanente de alabanzas y una hábil y bien diseñada campaña publicitaria dirigida a conceptuarlo como un genio de la música.
En la filosofía moderna existe una corriente de pensamiento conocida con el nombre de “teoría del abucheo y del hurra” cuyo planteamiento estético elemental puede expresarse diciendo: artista que es abucheado, es malo; artista que cosecha hurras, es bueno. Profundizando un poco más, diremos que a esta teoría se le llama “emotivismo” y si bien no parece una tentativa seria para explicar la fuerza de las afirmaciones estéticas, cuando tiene el respaldo del dinero y las argucias de la publicidad, crea refulgentes estrellas del firmamento artístico.
El emotivismo (Alfred Jules Ayer, Charles Stevenson, Bertrand Russell) sostiene que los juicios de valor sobre las actuaciones de un artista –un cantante, un director de orquesta, el ejecutante de un instrumento musical, la obra de algún compositor- no afirman nada, solo se limitan a expresar emociones. Cuando se dice las óperas de Verdi son buenas, en realidad lo que se está diciendo es: me gustan las óperas de Verdi y a ti también deberían gustarte. Cuando se asiste a una actuación de Shakira, Beyonce, Paulina Rubio o Gustavo Dudamel, nadie se pregunta, sobre los estudios que estas figuras realizaron en universidades, escuelas de música o de danza ¿Cuál es su cultura general y su formación humana? Nada de esto tiene importancia, solo una pregunta interesa: gusta o no gusta, lleva gente a los auditorios, pueden producir dinero. La tesis contraria es el “prescriptivismo” (del filósofo inglés R. M. Hare) el cual expresa que las aseveraciones estéticas deben estar fundamentadas en análisis seguros, juicios extensos y documentados, en actitudes impersonales o morales que van más allá de la realización de lucrativos negocios. No es necesario decir, que el prescriptivismo deja un mayor espacio al dialogo, al debate y al crecimiento de las ideas.
Para finalizar, me atrevería a decir de Gustavo Dudamel que es un buen músico para hacer negocios (generalmente no muy transparentes), pero tal vez, nunca será considerado en la historia de la música venezolana como un músico respetable. Ni por la formación profesional que reclama un músico académico ni por su conducta deleznable como ser humano.
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