Beatriz de Majo
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No es cuestion de “cantar y coser” la de labrarse buenas relaciones con los latinoamericanos como ha tenido que hacer China en los últimos años. Estamos hablando de 42 naciones de distintas tendencias, tamaños, culturas, pasados históricos y vínculos con terceros. Además, a la ciclópea tarea de abrirse un espacio en nuestro vecindario, hay que agregarle que China, en la década pasada, ha tenido que fraguarse estas solidaridades cuidando de no pisarle los callos a Estados Unidos y evitando hacer demasiado ruido en torno a la evidente construcción de una posición hegemónica en el continente mas prometedor del planeta.
Uno por uno y con paciencia milenaria y un bolsillo muy profundo, Pekín a trabajado para consolidar relaciones económicas significativas con muchos de nuestros países en forma individual. Pero a inicios de este año un salto cualitativo se produjo. Al fin los chinos consiguieron amarrar institucionalmente las relaciones con los países de este lado del mundo y la oportunidad no pudo ser mejor que la de la reunión de la Celac en Cuba en el primer mes de 2014. La reunión tenía en su agenda tantos temas capaces de generar turbulencias que la materializacion de una relación multilateral preferida con China pasó agachada, sin que muchos se percataran de su verdadera significación. Muchos más titulares recibió la propuesta venezolana de apoyar la independencia de Puerto Rico que la iniciativa cooperativista de China, que se venía fabricando “sotto voce” y con muy poca estridencia. Es que hablar de cooperación y colaboración transcontinental no es un tema que levante mucha polémica.
Los chinos se aseguraron el establecimiento de un mecanismo a través del cual pueden relacionarse con todos los de la región en el seno de un foro de cooperación, lo que resulta incuestionable como estrategia de acercamieinto. Estados Unidos y Canadá evidentemente se quedan por fuera. Lo que se pone de bulto es que, el fin último de China no es tanto pisar fuerte en cada uno de los paises individualmente, como desplazar simbólicamente al “ imperio yanqui” de la posición preeminente que ha exhibido tradicional e históricamente en su propio patio trasero: Latinoamérica.
¿Para qué le sirve este simbolismo a la China del presidente Xi? Un entramado de solidaridad que se fortalece con su política de nuevas inversiones y de préstamos preferenciales individuales a los países de la región asegura que muchos de estos votarán con China cuandos los grandes temas chinos se ventilen en organismos internacionales de impacto frente a la escena global. Temas relativos a la seguridad y su presencia en el mar de China; asuntos referentes a propiedad de derechos intelectuales en los que China está en falta con el planeta; tópicos que tienen que ver con prácticas restrictivas en los foros globales que dirimen los asuntos comerciales mundiales; la diatriba que enfrenta a China con los grandes países en torno a la protección ambiental; los asuntos que competen a la integridad territorial china ante Tibet y Taiwan y, por último pero no menos importante, los asuntos de violaciones de derechos humanos en su propio territorio, son todos temas en los que los votos o la solidaridad activa de la mayoría de este hemisferio, cuenta mucho para los asiáticos.
Aun veremos correr mucha agua por ese río: para fines de año los mandatarios de este nuevo mecanismo de relación – el Foro Celac/ China- se reunirán para trazar una ruta conjunta. En esa ocasión, podrá ponersele un termómetro a la propuesta china y sabremos cuánto ha podido avanzar el invasivo socio asiático en esta cuesta que luce para ellos, aun, tan empinada.
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