La Chikunguña abstencionista
JEAN MANINAT
Cuando los antropólogos políticos del mañana -es decir, los politólogos- les corresponda analizar estos largos y calamitosos 15 años de improvisación para buscar la manera más eficaz de desmantelar un país, la primera gran interrogante que tendrán que resolver -en alianza con algunas eminencias de la medicina tropical- es la referente al tipo de mosquito que le trasmitió la Chikunguña del abstencionismo a un sector de la oposición, aquejado de una dependencia fatal por el escozor y la consecuente infección que causa la picadura de la variante política del Aedes aegypti o el Aedes albopictus, mortal para la salud de cualquier democracia.
No sale uno de su asombro ante la recurrencia de la enfermedad, la terquedad con la cual algunos la propagan, como si cultivaran con esmero a sus emisores a fin de garantizar que cada cierto tiempo, las nubes de mosquitos abstencionistas no dejen ver la importancia vital que tiene para la salud del país ejercer el derecho al voto -en medio de las más adversas condiciones- si se quiere detener la destrucción acelerada de la economía, el tejido social y lo que queda de una cada vez más anémica democracia. Uno puede comprender la angustia que siente el votante promedio, quien contra su propia rabia, sale a votar en medio de grandes tribulaciones y el desgaste que produce participar contra viento, marea y abuso oficialista, en los eventos electorales de Venezuela. Pero cuando se escucha a un curtido dirigente político decir que las elecciones serían una especie de trampa para distraer la atención de la gente de la "lucha verdadera", no se deja de sentir pena ajena ante tamaña falta de responsabilidad.
Hasta la fatiga se ha recordado -ya que están a la vista- las nefastas consecuencias de no haber participado en las parlamentarias del 2005. Con motivo del 73 aniversario de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, reconoció el error cometido y alertó contra el peligro de la reincidencia en tamaña deficiencia de neuronas. Bien valdría la pena que quienes se la pasan declarando y anunciando la eminente "caída del régimen" o que "el pueblo está a..." expresen públicamente si están de acuerdo o no con participar en las elecciones parlamentarias que se vienen encima. Su silencio al respecto es otro acto de irresponsabilidad política.
De nada sirve a la democracia que se distraigan leyéndose el ombligo para descifrar sus propias posibilidades de liderazgo y luego lleguen jadeando y goteando gotitas perfumadas de sudor, a tratar de montarse en el tren a última hora, cuando ya el trabajo lo hayan hecho otros, para exigir el curul del que tanto desconfiaban como lugar de lucha. Así no se vale... simplemente.
Están en su derecho de no participar si les parece que está muy lejos, que con "este CNE" no vale la pena, o que al fin y al cabo les da pereza salir los domingos de la casa. Son prerrogativas de cada quien, y aún si no merecen respeto, hay que aprender a convivir democráticamente con tal postura. Pero en aras de la Unidad hay que asumir la discusión y que cada vela se pegue a su mástil. El quieres que te cuente el cuento del gallo pelón a la hora de las definiciones es la mejor manera de dinamitar la opción de un cambio democrático. Más que la repetición de mantras propicios para la autohipnosis y deleite de los convencidos, hace falta claridad de objetivos y trasparencia. De no tener lo primero, ya que se apuesta a todo: referéndum, renuncia, constituyente, o decidir con un cara o sello; que al menos se hable sin ambages, y se tenga el valor de decir en qué lado están parados. Es lo mejor que pueden hacer por la Unidad.
Una discusión abierta, -por qué no televisada, así sea por Internet-, donde cada quien exprese su posición y la debata sin cortapisas es el mejor agente para fumigar el brote de Chikunguña abstencionista que se anuncia en el horizonte político. Es tan dañina como la que afecta la salud corporal de los humanos.
(Estaré ausente hasta la segunda quincena de octubre. Gracias por la paciencia de leerme)
@jeanmaninat
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