domingo, 21 de septiembre de 2014

PREPARANDO LOS CADALSOS


Henry Ramos Allup

La carnicería en que se convirtió la Revolución Francesa desde el ascenso de Maximiliano Robespierre al poder cuando desató el denominado «terror rojo» contra sus enemigos ciertos o imaginarios, concluyó el día de su propio guillotinamiernto el 10 de Termidor del año II (28 de julio de 1794), sólo para ser sustituido por un denominado «terror blanco» que ejercieron los ex robespierristas conversos para hacerse perdonar sus anteriores asesinatos y al que se sumaron por venganza los sobrevivientes de la nobleza, el clero, la burguesía y demás ex perseguidos que se habían salvado de la cuchilla revolucionaria. Desatados ambos terrores, cara y sello de una misma atrocidad, se llevaron por delante culpables e inocentes, ricos y pobres, letrados e ignorantes, nobles y plebeyos, privilegiados y gente del común. Asesinaban con o sin motivos por lo que fuera, por las ideas, por las creencias religiosas, por la clase, por la cultura, por las apariencias, por el vecindario, por el parentesco, por la certidumbre, por la sospecha, por el chisme, por la envidia, sin juicios ni pruebas (la mayoría de los condenados conocía su delito innominado justo en el momento en que la cuchilla le desprendía la cabeza) y las ejecuciones las perpetraban suelta e indistintamente, sin contención alguna, la autoridad o el populacho. Permitírselas a éste, constituyó una deliberada terapia de desfogue mientras el gobierno de turno hacía y deshacía a su antojo gracias a ese divertimiento.  Un terror sustituyó al otro y la degollina continuó hasta que llegó un soldado llamado Napoleón Bonaparte que pateó el trasero de unos y otros, los humilló a todos en una misma servidumbre, se hizo Primer Cónsul y después Emperador de Francia y Europa hasta que a su vez las antiguas monarquías desplazadas por el auto ennoblecido lo echaron del trono y lo arrojaron al pudridero lejano e inaccesible en la isla Santa Helena. La plutocracia resguardada en la distancia, tal como lo ha explicado ampliamente Rafael Poleo, también amaga con remedos de terror blanco para sustituir la chapuza del terror rojo de la seudoizquierda, inepta no sólo para gobernar sino también para reprimir. Levantan cadalsos y tejen cuerdas porque saben que la venganza es un sedativo natural para los que fueron perseguidos. Pagan sus laboratorios sucios  para calumniar a quienes consideran obstáculo de su despropósito, infamándolos con los delitos cometidos por ellos mismos. Son los que, sin poner un centavo de su bolsillo, controlan bancos de los que se han hecho dueños con dinero del público para utilizar como lavadora de sus negocios delictivos en paraísos fiscales. Los que por concesiones del Estado usufructuaron medios para hacer negocios, promover a sus favoritos y vetar a los indóciles, arrodillar a los gobiernos y hacerlos víctimas de sus extorsiones. Los que dominaron el poder y lo expoliaron a su antojo sin haber ganado una sola elección. Los que se chuparon a todos los gobiernos y a todos traicionaron metódicamente. Los que estimulan el radicalismo, envenenan con la polarización tanto como el régimen lo hace, destruyen toda posibilidad de paz y reconciliación porque lucran con la guerra que decretaron para que las peleen los hijos de los demás, mientras los propios están a resguardo. Los hechos se conocen y es tarea de todo el país que no sigan haciendo sus negocios a costa de la vida de los venezolanos.   

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