CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
El Ministro Rafael Ramírez afirma que van a acabar el Estado burgués y levantar el Estado revolucionario. Deja claro que no es pragmático, como se simplificó su supuesto plan para enfrentar el caos económico social que se profundiza. Para él incendiar todo, destruir la vida de sus compatriotas y granjearse 80 por ciento de sanción adversa en la opinión pública, no es una apuesta esotérica, sino parte de la épica empresa de esta Era con su cañón de futuro. "Nada de pragmatismo -parece decir- soy tan ideológico como los demás camaradas". Todo un pensador, igual que los otros del gobierno colegiado, que echaron canas desentrañando los misterios del pensamiento y la acción. El Estado revolucionario entró en el lenguaje político porque los bolcheviques en 1917 tomaron el poder, y con el paso del siglo llegó a imperar sobre más o menos 45% de la Humanidad.
Jean Francois Revel, Carlos Rangel, Louis Althusser, Nikos Polantzas, Herbert Marcuse y muchísimos otros murieron en la creencia que era indetenible. Todopoderoso, inmenso, impenetrable, artillado, solo héroes se atrevían a desafiarlo. Y una noche cualquiera de un día cualquiera que dejó serlo, el 9 de noviembre de 1989, las multitudes enloquecidas por la miseria y el afán de libertad derribaron el Muro de Berlín y los estados revolucionarios naufragaron uno tras otro, como la Flota de Felipe II, también "invencible". Lo hundieron exactamente las mismas corrosiones que afectan la carena y el eje de crujía de la nave bolivariana: escasez, miseria, desesperación, represión, despotismo, ineptitud y lasitud frente a la corrupción. Sobrevivieron Cuba y Norcorea como evidencia de hasta dónde el hombre es el lobo del hombre, la crueldad y el horror, así como en Santillana del Mar (España) el viajero se eriza en el Museo de la Inquisición y en Washington en el Museo del Holocausto que revive el Ghetto de Varsovia.
¿Estado revolucionario?
¿Por qué buscan modelos en el cementerio de la Historia, donde yace el Estado revolucionario. Cuenta un gran historiador de la Arquitectura que luego del incendio de Chicago que incineró gran parte de la ciudad, por 1870, los sobrevivientes buscaron días y días entre los escombros como sonámbulos, a familiares y amigos, sus cadáveres o algún objeto material que diera una pista sobre ellos. ¿Cuál es el Estado revolucionario al que Venezuela se parecerá más? ¿Será Rumania del indecible sicópata Ceaucescu, que una vez se le olvidó pintarse el pelo, y con la cabeza cubierta de canas explicó a una delegación internacional que era "por exceso de trabajo". Al día siguiente, ya teñido de negro pluma de cuervo, argumentó a los mismos que "se le ennegreció porque había descansado".
Tal vez la Yugoslavia de Tito quien se creía racialmente superior. ¿El Estado maoísta del caudillo que al final de su vida dormía con niños desnudos de ambos sexos? ¿O Checoslovaquia rota en sangre y pedazos? ¿Bulgaria, Polonia, Letonia? ¿Las gloriosas repúblicas revolucionarias africanas? ¿Cambodia donde torturaban hasta la muerte a cualquiera que hablara francés, o Vietnam donde inoculaban sífilis a muchachas para que contagiaran a los extranjeros? ¿Cuál de esas maravillas del Estado revolucionario nos esperan? ¿Las mujeres cubanas, que si no se acuestan con el jefe del CDR que así lo quiera, no reciben la libreta de racionamiento, ante la impotencia doliente de maridos, padres y hermanos? El Gobierno podría enterarse que eso del Estado burgués fue un término de Marx que correspondió a un corto momento del desarrollo histórico.
Fin del Estado burgués
Desapareció con el desarrollo del movimiento obrero, el sufragio, la legislación laboral y los sistemas de seguridad social, y ya en la vejez Marx alucinó con la elección popular de Luis Napoleón. Las naciones occidentales se estructuraron con la articulación entre socialismo y mercado bajo el Principio del Estado Social y Democrático de Derecho. Incluso la Inglaterra post-Tatcher posee uno de los sistemas de protección social más completos del planeta, tal como Suecia, Dinamarca u Holanda, países en los que estadísticamente no existe la pobreza. Y si en algún lugar del planeta no hay sindicatos, ni parlamentos populares ni seguridad social, es en China, cuna del capitalismo salvaje del siglo XX, con un gobierno de la burocracia del PC apoyada por el capital global, en dinámica parecida a la de Inglaterra en el siglo XVIII, precisamente la que inspiró El Capital a aquél barbudo que produjo un accidente en la historia.
Las comunas son una monstruosidad. Mao las creó en toda China en el Gran salto hacia adelante 1957-1961. Se le metió en la cabeza liquidar la división político territorial tradicional e implantar una nueva geometría del poder a partir de comunas de 5.000 familias que compartirían tierras, distribución de bienes materiales, escuelas, cocinas, además de fábricas, todas de propiedad colectiva. El resultado en dolor, miseria, sufrimiento humano, hambrunas, enfermedades y desesperación tiene pocos precedentes en la Humanidad y a Mao se le reconoce como el mayor genocida. Investigadores calculan que el experimento costó la vida a más de 40 millones de chinos e hizo que Den Xiao Ping acusado de liberal, se enfrentara valientemente al partido e impusiera el socialismo de mercado.
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