Desventuras de ABRIL
En un país –si es que el nuestro puede ser considerado como tal y no un término comarcal otorgado en comodato por (des)gracia del soberano a una caterva de aventureros, creyendo que bajo su regencia íbamos a salir de abajo– donde empresarios desaprensivos hicieron de los estudios de Derecho una rentable factoría (al punto de que las aulas de sus escuelitas de abogacía tuvieron que ser numeradas cuando se les agotó el abecedario), no debería asombrarnos que la instancia superior de la justicia esté en manos de individuos enemigos del Estado democrático, como Carl Schmitt –sin un ápice de la estatura intelectual de quien es tenido por ideólogo jurídico del nazismo–, designados de acuerdo con los caprichos del capitán Cabello para que perpetrasen el golpe de Estado que vienen consumado, por entregas, esos entongados al servicio de un despotismo sin ilustración alguna, desde que se posesionaron de los cambures que multiplicó un adicto al dulce de lechosa. Alineados al Ejecutivo, no se dan cuenta de que, en su ping pong con el Legislativo, juegan con candela al potenciar la irritación de una ciudadanía al borde de un ataque de furia. Estrellas fugaces de este abril propicio para falsificaciones e imposturas (ahí tenemos una comisión y que de la verdad), su resplandor fue eclipsado por la desfachatez de un colega de su misma estirpe.
Abril no era, como ahora, mes para conjeturar lo que hubiesen podido deparar los aciagos golpes y contragolpes de 2002; solía ser, más bien, ocasión para que petimetres con vocación romántica vislumbraran primaveras imposibles en estas latitudes y dieran rienda suelta a sus afectaciones líricas, a fin de componer cursilones acrósticos que las muchachas en flor guardaban para avergonzarse cuando, ya entradas en años, carnes y arrugas, los encontrasen entre las páginas de olvidados diarios cuya lectura las haría enrojecer aún más que los inflamados versos del pretendiente; sí, es abril un mes, así lo leí alguna vez, en el que «rapsodas y trovadores cantan a su luz, a sus aromas, a sus noches estrelladas y, sobre todos, a las pasiones que parecen propiciar las flores que en él son promesas de colores y fragancias»; pero, en esta época de realidad virtual, no hay tiempo ni espacio para iniciaciones sentimentales y aprendizajes amorosos.
Aunque parezca inverosímil, esta descarga la inspiró un correo que prometía «desnudar al letrado gordiflón», sujeto de apellido emparentado fonéticamente con el nombre de un notable personaje del hampa sevillana del siglo XVI, evocado en lascivas zarabandas y en una jácara de Quevedo –Carta de Escarramán a la Méndez– y borré sin leer, huyendo de los virus, ya que no creía factible que circulara por el ciberespacio un deshabillé de esa especie de engominado querubín barroco que brilla con luz propia en la escena nacional como paradigma del oportunismo político y que, por razones anatómicas, asocio a películas de Fellini, a cuadros de Botero y, en particular, a una imagen de la última entrega de Mad Max en la que aparece un grupo de mofletudas mujeres conectadas a máquinas extractoras de leche materna.
El descaro del querube leguleyo con ínfulas de constitucionalista se plasmó en una indecente propuesta para convocar a consulta popular con miras a disolver la Asamblea Nacional; mucho de boomerang y esencia plebiscitaria tiene esa iniciativa que podría convertirse en el palo que el gobierno anda buscando para ahorcarse de una vez por todas. Si tuviésemos que adjetivar la moción del jurisperito, vendría como anillo al dedo la palabra «trepolinaria», calificativo que acuñó, sin aclarar su significado, para desacreditar sentencias del TSJ cuando, en una de sus espectaculares maromas, simuló identificarse con la oposición. Por eso, no le falta razón a Ramos Allup cuando tilda de payaso a ese escudero legal del régimen. Y es que, con sus ocurrencias, ha logrado entretener a un público hastiado de los trucos y malabares del dueño del circo.
Juan Domingo Perón –a quien el chavismo ordinario debe mucho de su forma de caminar– afirmó que «Una de las cosas más difíciles de la tarea de gobernar es encontrar hombres con capacidad para realizarla». Entre nosotros esa imposibilidad se ha patentizado en la creación de una catajarria de ministerios y viceministerios, de pomposas denominaciones, para correr arrugas. Ahora, el mandón crea una comisión de la verdad para colocarle dos jorobas a un caballo y, ¡cómo no!, chantajear a la mayoría democrática ofreciéndole liberar diputados ilegalmente presos a cambio de que asistan a sus sesiones para legitimar las mentiras que la pandilla roja repite religiosamente cada mes de abril. No sería de extrañar que Escarramán tuviese sus regordetas manos metidas en esta cabriola.
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