domingo, 10 de abril de 2016

Plazos traicioneros

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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

En las democracias normales, ser dirigente político comporta por igual satisfacciones y sacrificios, aunque la sociedad los detesta por las primeras, sin valorar los segundos. Las elites económicas y culturales solo comienzan a apreciar esos “mediocres, ignorantes, deshonestos políticos”, y las virtudes de una gris y democracia, luego que los pierden. Pero en las entronizaciones autoritarias, la política es drama puro, y quienes asumen la lucha se juegan la libertad y la vida, rodeados de vociferantes y cabecitas locas que desde el confort –ahora de las redes sociales–,  les piden acciones infantiles e imponen líneas. Van alborotando todo lo que tocan. Eso vivimos largo en estos 17 años de Venezuela y se compara con muchas situaciones parecidas. La torpeza del militarismo prusiano –apoyado por los grupos de poder y las clases medias–, terminó en la aniquilación de Alemania en la Primera Guerra.
Los dirigentes democráticos recogieron los vidrios de la derrota, dieron la cara ante el mundo por unos generales pomposos, ineptos y tunantes, y constituyeron la débil y deshilachada República de Weimar. Y los sectores mencionados, en vez de protegerla, la desestabilizaron para ellos recoger el poder del piso. Pero vino Hitler. Cae el zarismo en febrero de 1917 y debían rodear a Kerensky para defender la libertad naciente, pero las elites lo abandonaron. Y vinieron Lenin y Stalin. Dirigir de acuerdo a lo que “quiere-la-gente” es no dirigir, entre otras porque a una entelequia no se le puede instruir sobre las repercusiones de lo que desea. Nadie está de acuerdo con ajustes económicos o medidas de austeridad, pero no hacerlo conduce al noveno círculo. Dirigir contra lo que “quiere-la-gente” en teoría conduce a la pérdida de apoyos.
“Gente” en la cabeza
Pero… ¿quién es la gente? A Pérez lo destituyeron porque lo quería-la-gente, unos grupúsculos de revolucionarios, resentidos históricos y sifrinos, no así a Caldera aunque terminó con 7% de aprobación sin que nadie intentara derrocarlo. En este momento a la oposición, como de costumbre, le toca jugar fútbol maya, solo que en vez de pelota con una granada. La dualidad entre el ambicionado vellocino de Referéndum Revocatorio y las denostadas elecciones regionales. Unos plazos traicioneros que se fijaron para “salir de Maduro” (la salidita la llaman algunos chuscos) parece otro callejón sin idem y ya los de siempre blanden que elegir gobernadores sin ese paso previo es “traición” y toda la retahíla de ripios contra los partidos y su ansia de “puestos”. Al liderazgo le ha tocado una sopa amarga de insultos por hacer lo correcto, pero también la miel de ganar la AN, por no oírlos.
Pero al parecer terminan de divorciarse de esa fauna de estrategas, savonarolas y torquemadas de papel. Pudiera ser que el gobierno tuviera dos opciones ganar-ganar. O niega de plano el RR, –muy probable, para cachetear a los adversarios– o le abre paso  a una acción más que incierta tal vez fatal para sus promotores. Se deben recoger firmas de 20% del Registro Electoral, 3.900.822, en términos que decida el CNE, curvas, rectas, planas como las del matemático Jorge Rodríguez o geométricas como las de Kandinsky y no hay que recontar los mitos urbanos y cortapisas sobre esa recolección. Luego la revocación debe obtener más de los 7.587.532 votos de Maduro en 2013, para que él quede silbando iguanas. Esa votación ocurrió en un final de fotografía contra Capriles, después de una campaña dramática en la que la abstención se redujo al mínimo histórico. El gobierno, en un eventual revocatorio este año jugará simplemente a la abstención.

El verdadero revocatorio
Lo boicoteará, y le quitará la fuerza emocional de entonces. Habría que vender entradas para boxeo de sombra, una pela platónica. La abstención del PSUV tendrá el efecto demoledor de eliminar el secreto del voto, piedra angular en la estrategia opositora, lo que afectará a los empleados públicos y a muchos otros. Después del 6D el liderazgo democrático ha caído en la autotrampa de poner plazos que terminan traicioneros, en vez de insistir en que no hay atajos de ningún tipo, sino hacer la tarea. La tentación de los dados, Rosalinda, facilita disturbios como eso de que cada uno tiene “su método”, porque con método todo se resuelve. No conviene olvidar que el problema es una relación de poder a tres y es allí donde se estará el desenlace. La  próxima fase del método terrenal –sin olvidar que hay milagros e imponderables– es ganar abrumadoramente las regionales.
Ese es el verdadero revocatorio, que gente del gobierno piensa impedir y más bien habría que salir al paso a ese plan. Hay que cuidarse de que la brega por RR contribuya indirectamente a esos fines enroscados. Recuperar el Zulia, rescatar Aragua, Táchira, Mérida, Barinas, Anzoátegui y Carabobo, entre otras. Ese es el verdadero revocatorio. El liderazgo no consiste en hacer saltar de emoción a sus seguidores todos los días, para luego terminar en llanto a la hora de la verdad, sino obtener victorias y finalmente la victoria. Después vendrán las reconciliaciones con los que difamaban. Una de las inolvidables secuencias del 6D es haber visto cómo los que escupían a los colaboracionistas, sin mediar palabras se cambiaron el saco y comenzaron a dar recomendaciones sabias a la nueva mayoría. Lo que digan no importa.
@CarlosRaulHer

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