miércoles, 20 de abril de 2016

LECCIONES DE PATRICIO AYLWIN, EL HOMBRE DE LOS CONSENSOS Y LA RECONCILIACIÓN

       Emilio Nouel V.

buscar más lo que une que lo que divide…. No hay que partir de cero.

Es mejor hacer los cambios a partir de lo que hay….Lo posible va

cambiando con el tiempo; no se puede hacer todo a la vez.” 

Patricio Aylwin


Al demócrata cristiano Patricio Aylwin, recién fallecido, no solo los chilenos y la democracia chilena le deben tributar un merecido reconocimiento por el excepcional servicio que prestó a su nación.

También los demócratas del resto del continente, de una u otra manera, tendrían la misma deuda hacia él.

En momentos en que se abría paso en Chile el retorno a la democracia, a mediados de los años ochenta del siglo pasado, a Aylwin le tocó jugar un papel fundamental en un arduo proceso de transición política.

Salir de una dictadura militar férrea de varios lustros e iniciar la recuperación de la libertad, reconciliando, a la vez, a un país que arrastraba años de dolor y enfrentamientos, no era tarea fácil. Poner de acuerdo a grupos tan disímiles, con visiones contrapuestas sobre lo que debía hacerse para salir de un situación tal, requería de líderes experimentados, aplomados, sensatos y pragmáticos. Y sobre todo, de políticos dialogantes y conciliadores, que se colocarán más allá del dilema amigos o enemigos, de las distancias ideológicas y de los intereses parciales.

Aylwin, político que venía de ser cuestionado por la posición que asumió ante el golpe contra Allende, pudo convertirse, sin embargo, en el hombre de los consensos. En el proceso de transición, valientemente tomó posiciones que no fueron comprendidas por algunos. Frente a la Constitución impuesta por la dictadura de Pinochet, rechazada por los partidos políticos democráticos,  en lugar de enfrascarse en su rechazo, afirmó, más bien, que se debía aceptar y con ella avanzar hacia la democracia. Planteó, igualmente, alcanzar la justicia en la medida de lo posible, todo en función de ir superando progresiva y pacíficamente el estado de cosas de aquel momento.

Así, se convirtió en forjador principal de lo que sería la Concertación chilena por la democracia.

Aylwin, sin duda, demostró tener la madera de un estadista notable, de un hombre público cuya significación para su país y la región no puede ser esquivada.

La ejecutoria en materia de transición política de Aylwin y otros políticos de Chile, por tanto, no puede pasar inadvertida para quienes en Venezuela vivimos situaciones que guardan ciertos parecidos.

Obviamente, no son circunstancias idénticas y los actores, en nuestro caso, tienen características muy particulares.

No obstante, las enseñanzas del proceso chileno     en el que tuvo lugar cimero Aylwin son de tomar en cuenta.

No pocos obstáculos enfrentamos en Venezuela, al igual que el Chile de entonces. Como allá, aquí hay divergencias en el seno de las fuerzas de oposición sobre los caminos de regreso a la democracia. Fuerzas maximalistas enfrentan a las moderadas. Dialogantes contrastan con los extremistas que rechazan todo contacto o negociación con el adversario.

La posibilidad de un gran acuerdo nacional que abra un espacio para una transición que nos saque del hoyo en que estamos, tiene adversarios y partidarios. Algunos no comprenden que la mejor y más conveniente forma de emerger de la grave situación actual es mediante un acuerdo entre beligerantes, de allí que torpedeen todo entendimiento.

En Chile se superó esa situación, afortunadamente, y se impusieron los que al final lograron encaminar el país hacia la democracia. En Venezuela está por verse.

El legado, en tal sentido, que nos deja Aylwin es invalorable. Su país tiene en él un ejemplo de político sensato, realista, inteligente y tenaz. Los latinoamericanos también.

EMILIO NOUEL V.

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