Emilio Nouel V.
“buscar más lo que une que lo que
divide…. No hay que partir de cero.
Es mejor hacer los cambios a partir de
lo que hay….Lo posible va
cambiando con el tiempo; no se puede
hacer todo a la vez.”
Patricio Aylwin
Al demócrata cristiano Patricio Aylwin, recién fallecido, no
solo los chilenos y la democracia chilena le deben tributar un merecido
reconocimiento por el excepcional servicio que prestó a su nación.
También los demócratas del resto del continente, de una u
otra manera, tendrían la misma deuda hacia él.
En momentos en que se abría paso en Chile el retorno a la
democracia, a mediados de los años ochenta del siglo pasado, a Aylwin le tocó
jugar un papel fundamental en un arduo proceso de transición política.
Salir de una dictadura militar férrea de varios lustros e
iniciar la recuperación de la libertad, reconciliando, a la vez, a un país que
arrastraba años de dolor y enfrentamientos, no era tarea fácil. Poner de
acuerdo a grupos tan disímiles, con visiones contrapuestas sobre lo que debía
hacerse para salir de un situación tal, requería de líderes experimentados,
aplomados, sensatos y pragmáticos. Y sobre todo, de políticos dialogantes y
conciliadores, que se colocarán más allá del dilema amigos o enemigos, de las
distancias ideológicas y de los intereses parciales.
Aylwin, político que venía de ser cuestionado por la posición
que asumió ante el golpe contra Allende, pudo convertirse, sin embargo, en el
hombre de los consensos. En el proceso de transición, valientemente tomó
posiciones que no fueron comprendidas por algunos. Frente a la Constitución
impuesta por la dictadura de Pinochet, rechazada por los partidos políticos
democráticos, en lugar de enfrascarse en
su rechazo, afirmó, más bien, que se debía aceptar y con ella avanzar hacia la
democracia. Planteó, igualmente, alcanzar la justicia en la medida de lo
posible, todo en función de ir superando progresiva y pacíficamente el estado
de cosas de aquel momento.
Así, se convirtió en forjador principal de lo que sería la
Concertación chilena por la democracia.
Aylwin, sin duda, demostró tener la madera de un estadista
notable, de un hombre público cuya significación para su país y la región no
puede ser esquivada.
La ejecutoria en materia de transición política de Aylwin y
otros políticos de Chile, por tanto, no puede pasar inadvertida para quienes en
Venezuela vivimos situaciones que guardan ciertos parecidos.
Obviamente, no son circunstancias idénticas y los actores, en
nuestro caso, tienen características muy particulares.
No obstante, las enseñanzas del proceso chileno en el que tuvo lugar cimero Aylwin son de
tomar en cuenta.
No pocos obstáculos enfrentamos en Venezuela, al igual que el
Chile de entonces. Como allá, aquí hay divergencias en el seno de las fuerzas
de oposición sobre los caminos de regreso a la democracia. Fuerzas maximalistas
enfrentan a las moderadas. Dialogantes contrastan con los extremistas que
rechazan todo contacto o negociación con el adversario.
La posibilidad de un gran acuerdo nacional que abra un
espacio para una transición que nos saque del hoyo en que estamos, tiene
adversarios y partidarios. Algunos no comprenden que la mejor y más conveniente
forma de emerger de la grave situación actual es mediante un acuerdo entre
beligerantes, de allí que torpedeen todo entendimiento.
En Chile se superó esa situación, afortunadamente, y se
impusieron los que al final lograron encaminar el país hacia la democracia. En
Venezuela está por verse.
El legado, en tal sentido, que nos deja Aylwin es
invalorable. Su país tiene en él un ejemplo de político sensato, realista,
inteligente y tenaz. Los latinoamericanos también.
EMILIO NOUEL V.
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