Elizabeth Burgos
Lunes, 22 de marzo de 2010
Los mitos sobre los cuales se ha sustentado el fenómeno político-social calificado de revolución cubana se han ido desenmascarando vertiginosamente en los últimos tiempos, revelando, no sólo el carácter represivo, sino también, el carácter eminentemente conservador del régimen. Uno de los más difundidos es el de la integración racial y de la erradicación del racismo. La fundación reciente del comité Ciudadano por la Integración Racial (CIR) y del Observatorio Ciudadano contra la Discriminación (OCD) es una demostración fehaciente de que dicha integración no existe. Demuestra que el hecho racial discriminatorio sigue vigente en Cuba, pese a no existir un racismo institucional como se suele afirmar, lo que es una contradicción en los términos puesto que “el racismo es una institución en sí misma”;simplemente significa que no existe “un racismo honesto”, “descaradamente autoreconocido” como existió en la Alemania nazi, Estados Unidos, o en Sudáfrica. Lo afirman los autores del importante documento: ”Cuba profunda, habla”, todos de descendencia africana, pertenecientes, principalmente, al Comité de integración Racial (CIR), o al Movimiento de Integración Racial (MIR).
La presencia del racismo, del machismo, de la homofobia no ha necesitado leyes en Cuba para discriminar a las mujeres, a los homosexuales y a las lesbianas, puntualiza el documento.
La mayor paradoja, es que la discriminación racial está presente, en particular, en las estructuras del poder “revolucionario”, que ha legitimado su existencia en su voluntad de ponerle término a ese estado de hechos: voluntad que se ha saldado por ser uno mito más de los tantos sobre los que se sustenta el castrismo.
El citado documento es uno de las reflexiones de carácter político- cultural de mayor alcance analítico proveniente de la oposición cubana. Se trata de la respuesta de ocho intelectuales cubanos, fechada el 3 de diciembre de 2009, a la declaración de un grupo de líderes afro-norteamericanos , afro-brasileños y afro-caribeños que denunciaban la persistencia del racismo en Cuba. El malestar que reina en la población negra y mulata lo demuestra la visibilidad que ha ido adquiriendo el movimiento de los afrocubanos en Cuba y la presencia cada vez más patente de personalidades negras y mulatas en el movimiento de oposición dentro de la isla.
El texto comienza citando un proverbio yoruba: “La mentira puede correr un año, la verdad la alcanza un día” tema en torno al cual girará la reflexión plasmada en el documento cuyo objetivo es desvelar la impostura que ha mantenido disimulada la Verdad, al negar la presencia de los diferentes estratos culturales que integran la sociedad cubana. El documento se da a la tarea de deconstruir las modalidades de la diversidad histórica, social y política que atesora Cuba, que “va de Jerusalén, a Ibo, de Galicia a Barcelona, del Caribe a Siria y del Congo a Cantón”. Abogar por el reconocimiento de la diversidad histórica, ante la hegemonía del pensamiento único del marxismo impuesto por el régimen, aleja a los autores del documento, de cualquiera intención de imposición hegemónica basada en un esencialismo de tipo cultural- étnico, como es el caso del proyecto que está llevando a cabo Evo Morales en Bolivia, imponiendo la hegemonía del sector indígena, negando de hecho la existencia del mestizaje y la presencia del resto de las categorías étnico-culturales que integran la población boliviana.
Revelar la diversidad de la identidad cubana, significa denunciar la “meta anticultural”, hacer que la “verdad alcance la mentira”. Por ejemplo, el lema oficial que ordena que “seremos como el Che”, lema negador de la rica diversidad y que ha impedido ver el racismo que se escondía “tras el encanto positivo” de esas palabras que han logrado convertirse en “La Verdad” mediante la protección de las “comisarías culturales y las técnicas comunicacionales de alienación, para terminar en la policía del pensamiento y las turbas de intimidación rápida— las verdades establecidas dejan poco lugar en este mundo a las verdades por establecer, y así comienza el mito: el triunfo casi absoluto de las palabras del poder.”
En relación a la Mentira convertida en Verdad por las “comisarías culturales y las técnicas de comunicación”, Manuel Cuesta Morúa, uno de los líderes negros de la oposición, portavoz de la agrupación Arco Progresista, en un documento titulado “50 años después: un nuevo contrato para Cuba”, sostiene que quienes defienden al gobierno de Cuba sobre el presupuesto de que defienden una revolución, “nunca contestan satisfactoriamente estas dos preguntas: ¿es Cuba el único país donde existen la salud y la educación gratuitas?; ¿es legítimo que las actuales generaciones de cubanos se planteen la necesidad de otra Revolución?” El análisis de Cuesta Morúa es de una clarividencia meridiana que mere se le cite en su integralidad: “ los revolucionarios no se rinden, ni siquiera ante la clara evidencia de que la Revolución Cubana ya no existe. Y la Revolución Cubana ya no existe porque, más allá de la convicción y de sus propuestas, ella fue, por naturaleza, una revolución conservadora. Frente a tres sujetos que por su condición antropológica darían contenido a toda revolución emancipatoria en el siglo XX, y dentro de sociedades diversas, el gobierno cubano plantó una defensa activa que cerró las posibilidades de una modernización social, política y cultural coherente, en consonancia con la dinámica mundial: el feminismo, los negros y el movimiento homosexual y de lesbianas. El cierre de Cuba como respuesta inicial a la libertad que en los años 60 del siglo XX comenzaba a acercar a los ciudadanos de todo el mundo: la libertad de movimiento, fue el sello de ese conservadurismo que desconectó a los cubanos de su dinámica fundacional como país. Y su reacción ante el impacto de la tecnología fue y es antediluviana: comprobar el impacto político sobre el régimen de procesos tecnológicos que son democratizadores en sí mismos. Todavía hoy en Cuba se discute sobre estos asuntos, presentes aquí a pesar y contra las políticas del Estado, pero que están incorporados hace tiempo a la realidad de la mayoría de las naciones: desde Haití hasta Suecia.
Por su naturaleza, la Revolución Cubana es la expresión última, en el siglo XX y lo que va del XXI, del proyecto criollo de modernización que inició su larga marcha por la invención hegemónica de Cuba en el siglo XIX. Ese criollismo conservador se actualizó a través de una dictadura de benefactoría social que creó el segundo Estado jesuita del hemisferio occidental, después del Estado del mismo tipo fundado por el Dr. Francia en el Paraguay del siglo XIX”.
Análisis demoledor que debería interpelar a toda la izquierda latino-americana, que se caracteriza por su talante conservador cuyo ejemplo más elocuente es el del teniente-coronel Hugo Chávez en Venezuela.
“¿Dónde estaban los yorubas cuando se definió el mito duro del hombre nuevo?”, pregunta es la pregunta crucial que plantea “Cuba profunda habla”, tratando de llegar a la fuente de cuando la Mentira se erigió en Verdad:
La dramática respuesta revela la trágica verdad de las guerras africanas cubanas, cuando Cuba proveyó de soldados negros a la URSS para que los rusos afianzaran su poder imperial en el África. El no saber yoruba, impidió que la verdad alcanzara a la mentira y llevó a los cubanos al África, “no a un combate contra el racismo, pues no se combate el racismo en una guerra lejana librada entre hombres de la misma raza”. Mientras ellos morían en el África, “exactamente en el mismo tiempo el racismo en Cuba se reenquistaba en todos los huesos del proyecto social.” “¿Por qué brillan por su escasez los generales negros de unas guerras libradas mayormente por cubanos negros, para “liberar” a sus hermanos negros de África?”, preguntan los autores del documento, constatando que allí se dio “el mismo patrón histórico que durante las guerras por la independencia, con algunas excepciones: “negros al combate y blancos al poder total.”
El documento analiza en particular el código penal cubano el cual penaliza la actitud y disposición “predelictiva”, figura que en Cuba sólo es posible con base en el prejuicio que identifica al negro con la delincuencia, además la constitución establece criterios de superioridad cultural como fundamento del Estado al colocar la visión marxista como superior a todas las demás visiones culturales que constituyen la base de la nacionalidad cubana. ¿Por qué Marx o Lenin son superiores a Olofi, o a Jesucristo; o a Buda, Confucio o Mahoma? Se preguntan los autores, que deploran se desconozca que el “orden cívico, que da paso a un verdadero orden político”, nace de ese mundo ético que se ha alimentado en la diversidad de cosmovisiones. Ignorancia que conduce a “la arrogancia cultural de que un partido claramente ideológico, que sólo representa a un millón de ciudadanos, establezca una relación jerárquicamente superior respecto” a seis millones de cubanos.
El régimen castrista ha ocupado las primeras páginas de los medios por haber dejado morir a consecuencia de una huelga de hambre de 85 días el albañil mulato, activista cívico y prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, encarcelado por haber integrado al movimiento pro-derechos humanos de Cuba. El líder del Partido Arco Progresista (PARP), tolerado pero ilegal, Manuel Cuesta Morúa, también mulato, al cual hemos aludido antes en este mismo artículo, declaró que a la indolencia demostrada por el régimen ante el caso, contribuyó el hecho de que Zapata era negro.
Hoy es otro mulato, Guillermo Fariñas, símbolo de una ética humana admirable pues él no está preso, quien se enfrenta al régimen, decretando una huelga de hambre para exigir la liberación de 26 presos de opinión que se encuentran en muy mal estado de salud y en condiciones inhumanas de detención.
La presencia africana en Cuba ha sido una de las más masivas del continente. La herencia africana y de la sociedad esclavista, han modelado el perfil social y cultural del país, sin embargo, la presencia de los afro-cubanos en las estructuras del poder es minoritaria. Y es precisamente en relación a esta categoría que el régimen ha revelado de manera más patente su carácter paternalista conservador, lo que “conlleva nuevas cadenas a través de una serie conectada de ficciones políticas, sociales y culturales que terminan, cuando son detectadas, con las humillantes acusaciones de ingratitud ante la más mínima de las inquietudes e insatisfacciones manifiestas. Lo cual revela el viejo contrato de la nueva colonización interna con manto progresista: yo te libero, y tú me debes eterno agradecimiento. ¿Y la libertad? Pues bien, ella solo es posible, así lo consideramos, desde la autoemancipación,” prosigue el documento, “Cuba profunda habla”.
El mito de Cuba como paradigma del fin del racismo se ha resquebrajado con la visibilidad que ahora han adquirido las “palabras reprimidas, esas que nunca lograron establecerse como verdad porque no contaban con dispositivos protectores.” La solidaridad que han manifestado intelectuales afroamericanos, afrobrasileños y afrocaribes hacia sus hermanos cubanos, es una demostración flagrante de que ya el régimen no puede imponer “Su Verdad”.
Hoy también parece que al fin la disidencia cubana ha alcanzado esos espacios protectores. La muerte de Orlando Zapata Tamayo, no ha ocurrido en vano, como sucedió con los tantos cubanos que han muerto tras largas huelgas de hambre, ante el silencio indiferente del mundo. Artistas e intelectuales españoles han lanzado una campaña denunciando la dictadura castrista, lo que de paso denuncia también la complicidad del gobierno español con la dictadura cubana. La Unión Europea, pese a las maniobras del gobierno español que ejerce en la actualidad la presidencia de esa entidad, también se sumó a las voces de denuncia. Sólo América Latina y sus gobiernos, permanecen sordos ante la tragedia que viven los cubanos desde hace más de medio siglo, aunque desde Chile comienzan a expresarse voces de repudio desde el ámbito del socialismo. Otras voces han denunciado el cinismo cómplice del presidente del Brasil con la misma dictadura.
Los firmantes de “Cuba profunda, habla” concluyen afirmando que “el enfoque esencial para afrontar el problema del racismo debe ser el de posracialidad; y la integración nuestra meta social, cultural y política; algo más y mejor que el mestizaje”.
La verdad alcanzó a la mentira. El régimen cubano ha sido alcanzado por el problema negro - hecho de consecuencia imprevisibles – y se le ve acorralado entre la ciberoposición, el despertar de los negros y la irreverencia de los rockeros, movimientos pacifistas opuestos a la lógica de la violencia
Dejar que Guillermo Fariñas prosiga su huelga de hambre y dejarlo morir, como lo ha afirmado el gobierno, y reprimir las manifestaciones de las Damas de Blanco, lejos de ser una demostración de fuerza, denota más bien temor y fragilidad.
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