lunes, 10 de febrero de 2014

¿DIÁLOGO O LABERINTO?

F. Rodriguez

Nosotros pensamos que los venezolanos, de todas las banderas, deben andar bastante confundidos con el tal diálogo del que tanta gente habla. Diríamos que si alguna vez hubo un concepto equívoco e inquietante en nuestro escenario político, ya de por sí un galimatías crónico desde que andamos en este Proceso oscuro y tétrico, es éste. Y es que a pesar de vivir consuetudinariamente en la demencia, lo que pasa con el diálogo es que parece una idea simple y en cuanto tal podría generar una puesta en práctica relativamente clara y puntual y no resulta así.

Además, no es, evidentemente, cualquier coroto teórico de uso secundario. Para algunos es nada menos que la clave para el inicio de la paz y la reconciliación del país y para que éste sobreviva a la crisis. Y para otros, de ambos bandos, una traición sin nombre a los principios y al espíritu de lucha que éstos deben engendrar.

El oficialismo no puede estar más confuso respecto a ese tópico. En el verbo dislocado de Maduro se pasa de la más melosa y demagógica sarta de adjetivos y suspiros sobre el amor a los más sucios calificativos, herencia de papá, para todo aquél que se atreva a expresar una opinión discordante de las suyas o convierte en un intento de genocidio cualquier manifestación pública, los cuatro gatos que querían pitar a los Castro en Margarita y los universitarios de medio país (¡son los estudiantes, Maduro, guillo!) hastiados de dolor y muertes, a quienes amenaza con los más atroces castigos.


Y si Rodríguez Torres anda en procesión juntando gobernadores y alcaldes de todo color para, supuestamente, darle alguna coherencia y eficiencia a la lucha contra criminalidad; los cuarteleros asambleístas deciden no darle ni agua, ni una vicepresidencia de comisión, a la fracción parlamentaria opositora que fue electa, siempre hay que recordarlo, con la mayoría de los votos de los venezolanos. Y, señalemos lo principal, las políticas económicas del gobierno pretenden seguir siendo muy parecidas a las que nos han llevado a este desastre y poco caso parecen hacer a la opinión de todos los economistas pensantes de este país que han hablado de apocalipsis en contundentes documentos. Simonovis, de paso, sigue en su calvario.

Del lado de la oposición se reiteran dos propuestas contrarias, bien conocidas.

Pero aun los que parecen querer conversar con el enemigo no se sabe dónde ni cómo ni sobre qué. A veces parece que se reduce al problema de la seguridad. O a Cocciola que anda enllavado con Ameliach adecentando a Valencia. O a Alfredo Ramos que le devolvieron un mercado de mayoristas. Y si reunión hay con empresarios, que no sean boliburgueses, pues ni a Fedecámaras le gustó nada la ley de Maduro para su guerra onanista ni éste parece dispuesto a dejar de considerarla una especie de irrecuperable infantería enemiga.

Se podría decir mucho más pero con lo dicho basta para calcular el pastel que debe tener demasiada gente en la cabeza. Claro, se entiende que estos tira y encoje propician que la gente hable a media lengua.

Pero lo menos que podemos pedir, los que de verdad estamos temiendo el alud que se nos viene encima, el país entero, es que los “dialogantes” se explayen un poco más sobre sus propuestas y sus métodos.

Miren que hay mucha inquietud, hasta el ruido de sables ha vuelto; de “cosas raras” como dice Cabello o como lo ha dicho Ramos Allup con todas sus letras, coincidencia curiosa. Y hemos llegado a tener el riesgo país más alto del planeta. Etc.


Editorial del Tal Cual

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