CARLOS MACHADO ALLISON
EL UNIVERSAL
El éxito de las naciones en el siglo XIX y parte del XX se basó en la cantidad: número de escuelas, de tropas, de edificios, carreteras o dólares. El del siglo XXI está dominado por la calidad y la diversidad. Los países con visión de futuro apuntan a la calidad de las escuelas, de los sistemas de salud, ciencia y de tecnología. Compiten con intensidad por ocupar las primeras posiciones en los índices que miden cosas como la competitividad, la facilidad para hacer negocios, la transparencia y eficiencia de las instituciones, los derechos firmes de propiedad, captan talento donde pueden, garantizan el retorno de capitales, fortalecen sus universidades, subsidian la educación privada, combaten la inseguridad y garantizan la calidad de los servicios. Han elevado el Índice de Desarrollo Humano a través de la generación de empleo bien pagado, seguridad social y adecuada atención médica, allí están Singapur, Nueva Zelanda, Holanda, Noruega, Dinamarca, Australia, Canadá, Corea del Sur y buena parte de Europa; asoman la cabeza y aspiran ser incluidos Chile, Brasil y México.
En Venezuela hacer lo contrario es la estrategia dominante. El sistema educativo está en un nivel lamentable: edificios mal mantenidos, carencia de bibliotecas y gimnasios, maestros mal pagados, baños inmundos, textos oficiales con mal papel y peor contenido. Las universidades de prestigio y tradición acorraladas económicamente, agredidas por el hampa y por fanáticos seguidores de un sector del gobierno. Una masificación absurda destinada más a inflar cifras que a impartir conocimientos. Nuevas universidades con profesores improvisados, ausencia de meritocracia, sin investigación, pero con bastante adoctrinamiento, actos rimbombantes y discursos que falsifican la historia, elevan la pasión y logran votos, forman ovejas para un sumiso rebaño, pero no contribuyen a la formación de ciudadanos útiles y libres.
Un Estado-gobierno que anula, paraliza, petrifica y abate la creatividad y a los individuos, que nivela por abajo, combate al que destaca, descalifica la libertad de pensamiento, acción o emprendimiento. Falta papel para libros y periódicos y la escasez de alimentos contrasta con miles de millones de dólares dilapidados o hurtados por empresas de maletín; faltan insumos y médicos calificados, fallan los hospitales por mal mantenimiento o carencia de repuestos, pero sobran recursos para adquirir armas, bombas lacrimógenas e inflar la pletórica burocracia con más empresas públicas, ministerios, institutos autónomos y lujosas camionetas importadas. La basura se acumula por falta de repuestos, las ambulancias están paralizadas, lo que no se lleva el hampa lo confisca la inflación. Más grave aún es que la "cultura de lo malo" impregna la sociedad, nos estamos acostumbrando al deterioro y la suciedad, a las largas colas, al abuso del funcionario, al insulto del político, a la violación de las leyes y a la arbitrariedad. Retrocedemos a paso de perdedores, damos lástima en los noticieros y en las crónicas internacionales, tanto que hasta nuestros vecinos comienzan a ignorarnos o a percibirnos como el mal ejemplo de la región.
Carlosmach2013@gmail.com
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