lunes, 1 de septiembre de 2014

EL APLAUSO DEL ACTOR AL POLITICO

Maria Jose Ferreiro
MARIA JOSE FERREIRO

“La actuación de un político ha sido comparada muchas veces con la de los actores. Tanto unos como otros son adictos a la fama y a los aplausos.” 
Fernando Mires

“Ustedes no son estrellas de rock y nosotros no somos fans.” 
Chuo Torrealba refiriéndose a los líderes políticos de la oposición venezolana.

Antes que nada quiero compartir con ustedes una anécdota que me enseñó una gran lección.  Años atrás, un grupo de excelentes actores y amigos ensayaban una obra de esta servidora para presentarla en el Teatro Manuel Artime de la ciudad de Miami. Una noche, faltando pocos días para la presentación, el director me llamó al celular diciéndome que había un problema con los actores; por su tono de voz me di cuenta que se trataba de algo serio, le pedí que me diera alguna pista de lo que estaba pasando, entonces me contestó: “pelearon por el orden con que saldrán al final a saludar al público, es algo normal pero es mejor que vengas, se pelean por los aplausos.” Caminé preocupada hacia el lugar del ensayo y me crucé con una de las actrices quien estaba visiblemente molesta, no quiso entrar en detalles, se despidió diciéndome: “tu obra es una mierda”. Dias después, la obra se presentó con gran éxito y salieron a saludar en el mismo orden en que habían entrado a escena: fue una decisión salomónica que finalmente aceptaron después de que las aguas volvieron a su cauce. Para ser sincera, no recuerdo cual de los actores recibió más aplausos. Para mi, todos fueron para mi obra. ¡Oh, bendito ego!
El aplauso es aprobación, reconocimiento, éxito, valoración, recompensa. El aplauso es fama. Cuando saboreas ese momento lo haces eterno en tu memoria y buscarás repetirlo como experiencia. El aplauso, la fama, te hacen sentir poderoso.
Siempre he comparado a los políticos con los actores, debe ser porque los segundos son parte de mi medio laboral y los conozco. Desde este punto comparativo trato de comprender la tela de araña de ese juego de egos y decisiones.
El político en campaña es un personaje que trabaja para ganar. Las multitudes con sus aplausos son un indicador valioso de como van esos puntos de respaldo o popularidad. Para lograr esto se plantean estrategias y tácticas de propaganda para sumar la mayor cantidad posible de seguidores o simpatizantes, que se han de traducir en votos. Una campaña electoral se plantea siempre en una competencia de rivales donde se espera que “el mejor” gane. Vamos a poner aquí un punto de ironía y decir que ciertas restricciones aplican.
Venezuela no ha dejado de ser un escenario en campaña, sea esta oficial, tácita, personal, declarada, como quieran calificarla: y por lo tanto hay un estado de competencia perenne, de egos exaltados, porque es muy difícil, diría que casi imposible, apartar al ego de la competencia. Siendo así, nosotros, “el público”, estamos sometidos constantemente a estrategias de propaganda: nos hemos vuelto objetivos de tácticas para alcanzar la meta de una estrategia.
La política se ha vuelto histrionismo puro, una pelea por quien recibe más aplausos, y donde se percibe esa adicción a la fama a la que hace referencia Fernando Mires: fotos, poses, abusos de consignas, libretos, melodrama, discursos altisonantes, héroes, mártires, valentía, cobardía, encuestas, profecías, y tuiter, mucho tuiter. Eso sí, quien plantea la realidad rompiendo “el encanto” de la obra, se gana las pitas del público y se convierte en el enemigo porque decidió bajarse del escenario. En consecuencia, este carrusel emotivo es cada vez más vulnerable, más reactivo y sin control. Porque la búsqueda ansiosa de ese aplauso político se ha enfocado en la idea del ídolo y no del lider: en crear épicas en vez de soluciones, en vernos como fanáticos, en vez de personas desesperadas por el presente y el futuro. Recibimos un mensaje que no sabemos como traducirlo a la realidad pero suena “bonito e imponente”, se basa en lo que se quiere escuchar y logra emocionar a las gradas, a los fans. Se apela a lo mismo que ha estado sometido el país en 15 años: el mensaje propagandístico. ¿Fantasías contra soluciones? No hace mucho un publicista me dijo: “puedes vender un frasco de mayonesa tanto como puedes vender una imagen o una idea.” Para eso está la propaganda, y ese campo abarca mucho más que un comercial de televisión.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Desde el momento en que se plantea y ejecuta dentro de un mismo grupo el juego adelantado de unos cuantos para sorprender al resto, hay un acuerdo de intereses, y esto no se hace sin tener una meta con su debida estrategia para alcanzarla. Hay una campaña no declarada dentro de la oposición donde se quiere forzar el posicionamiento de un candidato, aunque no hay candidatura, y para esto se ha apelado al mensaje maximalista. Las consecuencias han sido la polarización, la división, se han mermado fuerzas. Esta pugna interna se ha vuelto una suma y resta entre nosotros. Hoy en día muchos nos preguntamos si todos realmente queremos lo mismo, si algo ha cambiado o algo hemos aprendido en 15 años; si los intereses de las élites que una vez escogieron como su “hombre” a Hugo Chávez creen en el bien mayor, o si están tomando posiciones, otra vez, en el tablero con nuevas alianzas y otro favorito. Mientras tanto el descontento continúa y la tensión sigue en aumento.
La ambición es legítima y necesaria, al menos desde mi punto de vista. Los métodos, los momentos son los que determinan que tipo de “actor” está sobre el escenario. Y si esto lo seguimos mirando en términos de fanáticos e ídolos, nos seguirán tratando como un aplausómetro, mientras la realidad nos pasa por encima irremediablemente. Es una necesidad impostergable que la responsabilidad y la verdad se impongan sobre el histrionismo. Una tarea difícil, es cierto. Pero solo desde ahí se podrá lograr el cambio que todos queremos.

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