Esto se desmorona
Pompeyo Márquez
Los principales analistas del país coinciden en lo difícil que es el momento que vive Venezuela. La conclusión, también coincidente, es que esto se desmorona. Dicho en otras palabras históricamente el país se encuentra en una de sus situaciones más difíciles. Tiene dos salidas: o se rectifica o se cambia por completo de gobierno y de régimen.
Caldera tuvo la inteligencia de cambiar con la Agenda Venezuela, como vemos en una página de análisis de El Universal y cito: “El Ministro de Planificación de Caldera era Teodoro Petkof, de profesión economista pero sobre todo un veterano dirigente político y comunicador persuasivo, que se desenvolvía en el medio político como pez en el agua. Por el contrario, el Ministro de Planificación de Pérez era Miguel Rodríguez, brillante economista de sólida formación académica, de elocuencia vehemente, pero con cierto rechazo en el mundo político por considerarle un ‘tecnócrata’.”
Pero Maduro las señales que emite es la de NO cambio, y por eso se encuentra entrampado ante una crisis de proporciones descomunales: el gobierno luce incapaz de cualquier viraje que incluya a la mayoría de los venezolanos. Todo lo contrario, Maduro no entiendió el consejo de Lula que no se podía gobernar a un país con la mitad en contra. Pero ahora no es la mitad sino es casi un consenso del cual forma parte una porción de chavistas descontentos y dispuestos a acompañar o a encabezar soluciones también de consenso, de unidad nacional.
Las medidas a tomar no son fáciles. Jorge Roig, presidente de Fedecámaras, en entrevista del pasado domingo con Roberto Giusti, refiriéndose al impacto que éstas tendrían en los sectores de menores recursos dijo explícitamente “que no los olvidaremos”, en franco reconocimiento de que esas medidas podrán afectarlos a ellos. Entonces habrá que tomar medidas conpensatorias para esos sectores.
Es incomprensible cómo la dirección política de la disidencia no entiende cuál es el momento que estamos viviendo, la oportunidad de lograr un cambio favorable, el progreso del país a la democracia, a la República civil. Pasó el momento de los paños tibios, de los diálogos edulcorados. Llegó la hora de los cambios consensuados y con el respaldo de la inmensa mayoría del país.
Una dirección política como la actual no puede fallar en este trance. Tiene que ser inteligente, audaz, tolerante, comprensiva y saber que no basta con unir a la disidencia sino que es la hora de unir al país. Esa dirección tiene que ponerse de acuerdo en cuanto a la salida inmediata a la crisis que como hemos dicho y lo han repetido más de un analista político es de profundidades como jamás había vivido Venezuela a lo largo de su historia.
Este es un país sin gobierno. Renuncia el gabinete y Maduro no haya qué hacer con ese vacío de poder, vacío que puede llenar cualquiera, porque lo trágico de todo es que parece que él se encuentra como una brizna de paja en el viento, sin saber que hacer, y el país desmoronándose en sus manos. La oposición no puede permitir que eso suceda. Lo expresamos con angustia venezolanista. No está en juego un determinado partido, un determinado liderazgo, un determinado sector social sino Venezuela, y la salida a la crisis está a la vista: nuevo gobierno y cambio de régimen o rectificación con el apoyo de la mayoría nacional para detener el desmoronamiento.
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