El auge de la derecha europea y el declive de la izquierda
Elizabeth Burgos
El sorpresivo avance electoral de la extrema derecha xenófoba en un país tan tolerante y tradicionalmente social demócrata como lo es Suecia, sacude en sus cimientos el concepto europeo de la diferencia entre la derecha y la izquierda. Esta última aparece desfasada y aferrada a un discurso caduco. EL resultado de las elecciones legislativa el pasado 19 de septiembre en Suecia, - cuna de
No es que los ciudadanos suecos, que voten izquierda o derecha, cuestionen ese modelo que ha hecho de Suecia una excepción, sino que en tiempos de crisis y de desempleo (en particular el desempleo se hace sentir de manera aguda entre los jóvenes suecos), en el país más solidario con los refugiados políticos, el que más ha acogido inmigrantes de todos los países en donde la pobreza los obliga a buscar otras posibilidades, una corriente de extrema derecha se ha aprovechado de este estado de hechos y ha ido ganando el espacio de la opinión pública atribuyéndole los males del país, en particular el desempleo, a la solidaridad prodigada por Suecia a los inmigrantes. El caso sueco parece darle la razón al linguista y filosofo italiano Raffaele Simone, autor de El monstruo amable. ¿Occidente vira a la derecha?, obra en la que analiza el fenómeno del surgimiento de una derecha que bajo el manto de la amabilidad, se está imponiendo en toda Europa. Se trata de un sistema global de gobierno político y mediático, televisivo y cultural (ideológico), que desprecia la vida intelectual y la investigación científica, silencia la oposición, denuncia la meritocracia con el objeto de despertar las reacciones más primarias, pues su credo político es el resentimiento, que se traduce comúnmente por un populismo exacerbado. Su objetivo es modelar un cuerpo electoral a la imagen de los deseos del poder para implantar una hiperdominación. Lo más grave es que a este nuevo modelo de dictadura, a este "monstruo amable", no se le puede reprochar no hacer el bien, de allí que esa derecha mediática, que denuncia como obsoletas las ideas de la democracia, está cautivando a un público cada vez más numeroso. El riesgo del surgimiento de esa "tiranía" que podían generar las mayorías, Alexis de Tocqueville en su célebre obra La democracia en América, ya la había intuido: fenómeno que parece haberle sorprendido a él mismo, pues confiesa que "no sabe cómo nombrarlo".
Pero las críticas de Raffaele Simone no se detienen en el "monstruo amable" producido por la derecha. La izquierda es objeto también de críticas acerbas, y en el fondo la hace responsable del surgimiento del "monstruo amable", por no haber comprendido las transformaciones y las modificaciones de la sociedad, producto de la victoria del individualismo y del consumo. Desde hace treinta años, la izquierda mira de lado y se ha negado a admitir el fin del comunismo, a apoyar la unificación europea y la reunificación de Alemania, a asumir la crítica ecologista, a ignorar los problemas que causa la inmigración masiva, la necesidad de defender la laicidad ante un Islam conquistador. Se niega a ver la expansión de la violencia urbana, la pérdida de influencia de los sindicatos, la importancia de los países emergentes. Se niega a considerar las amenazas que emanan del resurgimiento en toda Europa, en consonancia con el populismo amable de las elites, de un populismo violento que resucita a la extrema derecha del siglo pasado. La ceguera de la izquierda tiene como consecuencia de que ya nadie reconozca sus aportes a la sociedad europea: las conquistas de las clases trabajadoras (derecho sindical, vacaciones pagas, seguridad social), la enseñanza obligatoria, la laicidad, la regulación estatal de la economía mixta.
Raffaele Simone no sólo le reprocha a la izquierda haber dejado que se le pierda su patrimonio de valores y de conquistas sociales, sino el que ni siquiera los estuviese reivindicando frente a la derecha que se los apropia tergiversándolos. La izquierda hoy no sabe responder a los retos de la modernidad, se planta defendiendo valores en los que ya nadie cree, enarbola un discurso de compasión que empleaban las clases dirigentes de siglos pasados para disimular la dureza de la explotación patronal. Los "intelectuales de izquierda" tampoco se salvan; para Simone, éstos se dedican a críticas infantiles del neo liberalismo y de la política de Estados Unidos. Observan una indulgencia culpable hacia los regímenes autoritarios de América Latina, como también hacia el islamismo y el terrorismo que dicen "comprender". Ya no existe un capital de ideas de izquierda; lo que queda es un discurso débil, minimalista, sin visión de conjunto. El panorama que describe Raffaele Simone no despierta mucho entusiasmo por el futuro europeo. Muchos de los rasgos que describe se podrían atribuir igualmente al panorama político latinoamericano y en particular, a los países del eje del Alba.
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