(Tomado de PRODAVINCI)
COLETTE CAPRILES:
1. ¿Cómo interpreta usted los acontecimientos que han tenido lugar durante esta semana de protestas?
Parece que hay dos hechos incontrovertibles: uno, los venezolanos tenemos una panoplia gigantesca de motivos para protestar; dos, protestar, en cualquier sociedad constitucional, es un derecho que la sociedad entera tiene. Sin embargo, en Venezuela ambos son controversiales. Los venezolanos, en efecto, estamos padeciendo el peor gobierno posible y sus consecuencias cotidianas, que no voy a detallar acá, pero éstas no nos afectan a todos por igual ni tienen el mismo significado, porque no somos iguales.
La ruptura cultural que ha efectuado el chavismo desde sus mismos inicios es un verdadero abismo que nos ha fragmentado de tal manera que ya no experimentamos las cosas del mismo modo. La opresión que unos sienten sólo provoca indiferencia y hasta complacencia en otros. La escasez es para unos culpa del gobierno y para otros la muestra de que el gobierno resiste a sus enemigos. La violencia delincuencial es para unos el único modo de vida y para otros el único modo de morir. La protesta por reivindicaciones es para unos la manera de interactuar con el poder (y, por lo tanto, propio de la gramática política normal), mientras otros ven en ella el camino hacia un cambio de régimen…
Y en cuanto al derecho a la protesta, el mismo gobierno, desde muy al principio del advenimiento del chavismo al poder, lo ha disuelto como todo el resto de los derechos y como la noción dederecho y de ciudadanía. No son los derechos lo que define a los ciudadanos, sino las necesidades. De modo que no hay ni siquiera un acuerdo básico acerca de lo que significa “protestar” o “derecho a la protesta”.
Dicho esto —y me excuso por lo largo— creo que lo que ha ocurrido en estos días no contribuye con la legitimación del derecho a protestar, puesto que hay confusión sobre quiénes y para qué protestan y, además, no hay conducción política clara que vaya dirigida a hacer de todo esto una protesta masiva, para la cual de todos modos no veo condiciones objetivas. Por el contrario, me parece que se produce una gran oportunidad que el régimen está usando para mostrar que está dispuesto a usar su aparato represivo y propagandístico y, con ello, ahogar a su propia disidencia interna y cohesionar a los descontentos, ocultando el tamaño de la crisis que lleva a cuestas.
Con esto no desestimo el terrible dramatismo de los acontecimientos. Me solidarizo con las víctimas de la represión paramilitar e institucional. Apunto más bien a que toda acción política exige unas condiciones de posibilidad que el buen político sabe calibrar: eso que los griegos llamabankairós. La resistencia y oposición a un gobierno autocrático y represivo tienen éxito en la medida en que erosionan la base de apoyo popular que todas las autocracias tienen. No hacen nada, en cambio, cuando se aliena esa misma base y favorecen la compactación del régimen.
2. ¿Qué puede esperarse en el contexto político venezolano después de estos eventos?
El gobierno tiene su guión perfectamente escrito, porque piensa en que puede reeditar la estrategia narrativa-represiva de 2002 —cuyos eventos ya forman parte de una mitología que la oposición no ha tenido voluntad para desentrañar— y así apuntalar una gestión terriblemente frágil. Pero, naturalmente, la historia es primero tragedia y luego se repite como farsa. Las condiciones hoy son muy distintas.
El objetivo táctico del gobierno es profundizar lo que percibe como una fractura estratégica en la oposición, dividiéndola entre “radicales” y “moderados”. En mi opinión, hay diferencias más bien tácticas en la oposición, pero ése no es su principal problema, que para mí sigue siendo cómo generar un mensaje y una oferta política sustentable en una mayoría heterogénea, con distintos valores y experiencias de los social. O sea: cómo crecer masivamente en un público que es o fue chavista y que aún no confía en la alternativa democrática.
Por otra parte, los actores de hoy son muy distintos a los de 2002. Y especialmente hay que prestar atención a la acción de los grupos paramilitares, nuestra triple A local, que parecen estar a su vez muy autonomizados del alto gobierno (o al menos de una parte de él…).
Creo que habrá un deterioro más pronunciado de las condiciones políticas, más represión abierta y más represión selectiva, más dificultad para ejercer la opinión, más penuria económica. Pero creo que también es una gran oportunidad para reconfigurar las estructuras políticas de la oposición y dar continuidad a las reformas que están planteada desde hace algún tiempo, con el objeto de enfrentar estos nuevos escenarios políticos.MARGARITA LOPEZ MAYA
1. ¿Cómo interpreta usted los acontecimientos que han tenido lugar durante esta semana de protestas?
Estamos viviendo el oleaje producido por malestares y demandas insatisfechas de la sociedad venezolana que vienen acumulándose en los meses recientes producto de desarreglos económicos y sociales de ya larga data. Perdidos los encantamientos producidos por el verbo y la presencia del líder carismático, la realidad nada prometedora se ha hecho descarnada e inocultable. Así lo revelaron la devaluación de enero de 2014 y el desabastecimiento y la inflación de 2013.
El masivo respaldo ciudadano que han tenido las convocatorias por parte del movimiento estudiantil opositor a las marchas del 12 de febrero en diversas ciudades del país exteriorizan mucho malestar, no sólo por la inseguridad y el encarcelamiento de estudiantes, sino porque también expresan muchas demandas insatisfechas, mucha frustración. Hace mal el gobierno en confundir ese malestar con un plan conspirativo gestado por no sé qué grupúsculos aliados con Otto Reich, Eligio Cedeño y la CIA, como nos fue ilustrado poco después del mediodía del día 13 de febrero por el Ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, un militar que pensé podría ser un poco más sensato, pero me equivoqué de calle. ¡Cómo me recordó a algunos ministros de Relaciones Interiores o de Defensa de la Cuarta República, siempre buscando conspiraciones delirantes, cuando está a la vista la crisis de esta sociedad! Criminalizar a otro es un guión gastado.
El malestar de significativas porciones de la sociedad, que es profundo y no va a desaparecer por actos de prestidigitación de los medios de comunicación gubernamentales, no puede confundirse con los hechos violentos generados por grupos paramilitares, parapoliciales o “colectivos armados”, que se han presentado en casi todas las protestas de la última semana produciendo disturbios. Estos parapoliciales no obedecen a nadie: ni al gobierno ni a la oposición. Ellos tienen su propia agenda.
Pero puntualicemos algunas cosas. Aparte de ser público y notorio que gobiernos chavistas, empezando por los del propio Hugo Chávez, apoyaron en distintos momentos a estos grupos armados porque pensaron que los ayudarían a consolidar su revolución, la anomia social ha venido incrementándose en estos años de destrucción de las instituciones republicanas. Cuando autoridades como el Presidente de la Asamblea Nacional o la Ministra de Prisiones hacen apología de la violencia respecto a actuaciones chavistas contra diputados electos o autoridades ejecutivas de oposición, mal pueden ahora exigir que los grupos que armaron y no castigan cuando cometen fechorías se ciñan a las leyes.
El Plan de Paz es realmente muy vulnerable por esa doble moral que siempre acompaña a Maduro y su entorno. Por eso sus posibilidades de éxito sobre la llamada pacificación son inciertas. Mientras que unos debemos obedecer las leyes y otros no, en este país unos son más iguales que otros. En la anomia que nos desintegra como sociedad, el chavismo lleva la mayor responsabilidad.
Por otra parte, ¿qué duda cabe de que los distintos poderes públicos están al servicio de los objetivos que orientan la acción del gobierno de Maduro? Lo han hecho explícito los magistrados del TSJ en la apertura de este período de sus actividades. Magistrados, por cierto, muchos de los cuales tienen sus plazos vencidos y ya por ello son ilegítimos, según la Constitución vigente. El CNE, otro poder con tres rectores con plazos vencidos, no dice ni pío, esperando las directrices del chavismo.
Ni hablar de la mayoría que controla la Asamblea, donde mediante una Ley Habilitante se delegó al Ejecutivo la elaboración de leyes y se repartieron este año los cargos de las comisiones, sin considerar a sus pares de oposición. Además, su Presidente declara que habrá cero diálogos en el espacio institucional del diálogo por excelencia. Fiscalía y Defensoría también hace rato consideran como su obligación defender a la revolución y no a los ciudadanos. A escasas dos o tres horas de la violencia de ayer, ya la Fiscal declaraba quiénes eran los culpables. Sin investigar.
A falta de instituciones, las fuerzas políticas que hacen vida en la MUD debaten cómo continuar actuando para representar a esa porción significativa de la población que se resiste a aceptar vivir en un régimen que con la excusa de defender a los sectores más pobres cercena libertades civiles y políticas, desconoce la igualdad entre venezolanos, y nos conduce a una relación Estado-Sociedad cada vez más autoritaria, militarista y con vocación totalitaria. No es fácil actuar cuando parece que todas las instituciones estpan confiscadas por el gobierno, cuando los dineros públicos son controlados por ellos sin acatar la rendición de cuentas que exige la Constitución, cuando la inmensa mayoría de los medios de comunicación amordazados, cuando no controlados completamente por el gobierno. Es lo que los griegos llamaron una tiranía.
En este contexto, la política de calle luce inevitable mientras queden rendijas de libertad. El gobierno debe entender que se continuará usando. Si la represión crece, lo cual parece ser la tendencia de estos militares que no tienen ni idea de lo que es la tolerancia y el pluralismo de la vida civil, pues puede que la protesta empiece a convocar a menos gente, pero se hará más violenta. Lo señala toda teoría sobre política de calle. El ministro Jaua quizás pueda explicarle eso a los militares, porque así actuó él en el pasado, cuando la represión de la Cuarta arreció, se encapuchó y se hizo violento. Pero lo dificulto porque él, como el resto de esta burocracia chavista, ha tomado su ideología como una religión. Ellos son distintos, los “buenos”, y aquellos los malos.
2. ¿Qué puede esperarse en el contexto político venezolano después de estos eventos?
Por las declaraciones que vienen dando las autoridades, más represión, por parte del gobierno, más militarización del régimen, pues las dificultades desafortunadamente el gobierno no las va a poder hacer desparecer por decreto o dando órdenes absurdas. La economía no puede ser dirigida como un cuartel, la inflación no cede porque lo quiera Ramírez ni porque lo mande ningún militar. Intentarán, sin duda, ya lo están haciendo, dividir a las fuerzas de la MUD. Aislarán a López, posiblemente lo pondrán preso, y evaluarán si es necesario apresar a algunos otros para amedrentar, atemorizar, apaciguar la protesta. Serán selectivos, pues eso les ha dado réditos: ahí está la Afiuni para asustar a algún juez que dude de obedecer sus órdenes, Baduel, por si un militar se muestra díscolo, Simonovis. Son presos emblemáticos que muestran lo que sucede si te pones rebelde. Sin duda, es un gran desafío para las fuerzas opositoras encontrar salidas democráticas.
En estos tiempos se probarán los verdaderos liderazgos, porque los sacrificios para mantener una línea de oposición son altos. A veces me pregunto si estos jóvenes líderes opositores de clases media y alta, criados con comodidades, estarán a la altura de una lucha que promete ser cruel y no corta. Este gobierno hunde sus bases de legitimidad en un conjunto de elementos irracionales, no modernos ni democráticos del imaginario venezolano del pasado. Lo único que lo está debilitando es, sin embargo, la cada vez más menguada e injusta distribución del ingreso fiscal petrolero. Por eso debe aumentar la represión y militarización.
Para los políticos, es necesario analizar mejor cómo articular lo político con la lucha social. Su norte debiera ser encontrar formas de revivir y re-inculcar valores modernos, democráticos, construir ciudadanía, respetar y ayudar a fortalecerse a organizaciones populares autónomas, darle solidez y densidad al tejido social. Mantenerse unidos en su diversidad ideológica, apoyar a quienes serán más estigmatizados o perseguidos, escuchar a las organizaciones sociales. Saber movilizar siempre con miras a educar en ciudadanía, saberse replegar cuando arrecie la represión, proteger a la gente. Para las organizaciones sociales, analizar mejor las desconfianzas que siempre tienen a los políticos, a la política, entender la racionalidad de la política y que ambas racionalidades, la política y la social, aunque distintas, son complementarias y absolutamente necesarias para una salida pacífica, democrática.
Cultivar su autonomía, no es fácil.
Las fuerzas sociales y políticas de oposición necesitan estrategias creativas y variadas. Una primerísima es intentar encauzar el potencial de movilización que la ciudadanía y la sociedad civil han mostrado estos días en el objetivo de una salida institucional, hoy difícil de ver. Esa salida pasa por insistir en el discurso y en la práctica por recuperar las instituciones hoy confiscadas por el chavismo. Insistir, por ejemplo, en que se abra el diálogo en la Asamblea Nacional para renovar magistrados, rectores del CNE, nombrar Contralor de la República, todo lo que permita que surjan autoridades legítimas como lo manda la Constitución, frutos del diálogo y la pluralidad política de este país. Esas autoridades deben ser no partidistas.
Por cierto, leyendo el Programa Político de 1992 de los hoy chavistas, entonces prometieron renovar el Poder Judicial con magistrados que demostraran tener más de ¡25 años! de no militar en un partido político. Debería darles vergüenza cómo sin pudor ahora exigen adhesión al oficialismo, y cómo designaron con su mayoría en la Asamblea a algunos rectores del CNE que renunciaron tres días antes al PSUV para ocupar esos cargos. Y de los magistrados, ni hablar.
Otro contexto a no descuidar es el internacional. Cada abuso, cada represión, cada arbitrariedad debe ser denunciada fuera, sensibilizando a instituciones y redes sociales de todo tipo sobre este proceso de destrucción democrática que hoy padecemos en Venezuela. Con el formidable aparato comunicacional del gobierno de Maduro, es otro reto de envergadura. Para ello pudieran apoyarse además de las ONG que defienden los derechos democráticos, en los cientos de miles de venezolanos en diáspora por las adversas condiciones económicas, sociales y políticas que estamos viviendo.
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