domingo, 3 de abril de 2016

CLAROSCURO REGIONAL

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                    ELSA CARDOZO

Los cambios que están ocurriendo en el vecindario cercano son de gran trascendencia, por sí mismos y, vistos desde Venezuela, por lo que pueden facilitar o complicar nuestra recuperación de paz y prosperidad en democracia.
El riesgo de intentar la panorámica, con balances y generalizaciones, suele estar en buscar y encontrar solo aquello que reafirme lo que nos gusta. Es lo que resumía la densa y sencilla afirmación de Karl Popper cuando advertía, palabras más, palabras menos, que si buscamos lo suficiente siempre podremos encontrar confirmación para la tesis de nuestro gusto. Procurando escucharlo, y volviendo a lo nuestro, para curarnos en salud deberíamos estar muy pendientes de todos los datos de la situación, tanto los que favorecen como los que dificultan nuestras mejores expectativas. Algunas, entre muchas noticias regionales recientes pueden y deben ser pasadas por ese tamiz.
La visita de Barack Obama a Cuba  ha contribuido a reforzar un cambio en el clima político hemisférico, en el que sin duda pesan el renovado atractivo económico y geopolítico mutuo, mientras que son cada vez más impertinentes el discurso y las actitudes de confrontación. Pero lo que es útil para la actualización económica que procura de Raúl Castro, y no dudo que bueno en el mediano plazo para la recuperación de autonomía de los cubanos ante su gobierno, no es para nada probable que se refleje en voluntad oficialista de reajuste alguno en Venezuela. Lo que va quedando a la vista, en cambio, es el contraste entre la apertura relativa de la isla y la persistencia del encierro empobrecedor de esta provincia continental, convertida en recuadro y ficha cada vez menor de lo que se juega y decide en La Habana y otros lugares.
La crisis política brasileña, con la que se acelera el final de casi tres lustros de hegemonía del Partido de los Trabajadores y la erosión del liderazgo del mismísimo Lula, es otra señal digna de tener en cuenta desde Venezuela. La marea brasileña de corrupción y arrogancia se mezcla con la nuestra y enloda hasta lo bueno que pudo representar para muchos la promesa participativa. Digamos, además, que por aquí luce como decisiva y digna de imitación la presión legislativa, judicial y de calle que ha puesto a Rousseff al borde del juicio político. Con todo, hace falta considerar las profundas diferencias que separan a los dos países en lo del respeto a los derechos humanos en todo su espectro y a la vigencia de la separación de poderes. En cuanto a su proyección regional, la crisis brasileña ha contribuido a reforzar, por los interesados, la tesis más restringida y pragmática sobre la protección de la democracia, entendida como protección de la continuidad del mandato presidencial, sea como fuere ejercido, así sea descalificando –cuando no desconociendo hasta eliminar, como en Venezuela– el ejercicio de las facultades de control de otros poderes. Es lo mismo que hace rato quedó acuñado en la Unasur y otros acuerdos regionales, en desmedro de la Carta Democrática Interamericana.
La posibilidad de un pronto acuerdo entre la guerrilla de las FARC y el gobierno de Colombia, y la reciente inclusión de Venezuela en la estructura para el desarrollo de los diálogos de paz con el Ejército de Liberación Nacional también deben ser vistos desde varios ángulos. Por un lado, lo bueno que tiene el final del ciclo de la insurgencia armada y el intento evidente por comprometer al gobierno de Venezuela a no sabotearlo; por el otro, la alta probabilidad de que en nuestro caos sigan anidando los más tóxicos residuos del conflicto a la que se suman los riesgos del apaciguamiento pragmático, tan demostradamente contraproducente para los venezolanos.
En suma, en estos claroscuros del panorama regional es donde tienen que moverse con tino y coherencia, con mensaje y estrategia unitarios y serios, creíbles en palabras y hechos, quienes tienen especial responsabilidad en la pronta construcción de un país en el que se pueda vivir plenamente y no solo sobrevivir, con suerte.

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