lunes, 26 de enero de 2015

COMPÓRTATE MADURO, COMPÓRTATE

EDITORIAL TAL CUAL

De que andamos muy pero muy mal en lo que se refiere a la higiene de nuestra vida política lo muestra a cada rato el discurso presidencial. Y, por supuesto, damos por descontado que en el verbo político la retórica agresiva e hiperbólica y la torcedura de hechos y posturas pareciesen componentes indeseables e inevitables. Pero, hasta cierto punto. Límite seguramente difícil de fijar. Nos atreveríamos a decir que se transgrede cuando la deformación de las realidades termina por sustituirlas, la mentira monda y lironda. Y cuando el insulto violenta la discreción verbal que posibilita la comunicación, las buenas maneras que se suelen usar en el mundo civilizado por duro y adjetivado que sea el intercambio de opiniones encontradas.

Es probable que en situaciones como las que ha vivido el país en los tres últimos lustros de chavismo, de podredumbre de las bases mismas de la convivencia ciudadana, no sólo el gobierno haya traspasado esos límites Pero en el caso de quienes han detentado el poder, y que imponen las reglas del juego, no son excepción desbordada y accidental sino regla permanente, es parte necesaria de su manera de comportarse en el mundo. Por lo demás esa posición de poder, de impunidad, hace más miserables sus atrocidades éticas.

Todo esto viene al caso por las últimas declaraciones de Maduro contra los expresidentes Pastrana, Piñera y Calderón que llegan a participar en un foro sobre derechos humanos.

Los llama, entre otras cosas, vagos, mafiosos, pagados con el dinero sucio del narcotráfico y que vienen a apoyar nada menos que un golpe de la “ultraderecha” en pleno desarrollo y que de suceder algo en este país quedarían manchados de sangre. La mezcla de agravios y mentiras, los inclementes denuestos y el golpe en pleno desarrollo, no puede ser más notable.

Maduro debería darse cuenta de que insultando a estos señores está insultando a países que los hicieron democráticamente sus primeros magistrados. Y que hoy representan una buena parte de sus pueblos. En el pasado ya Colombia se lo hizo ver públicamente cuando cualquier locura que pasaba por la cabeza del gobierno se le atribuía a Uribe. Y seguramente, con mayor discreción, en ocasión del asesinato de Serra, cuando Maduro sin que mediara la más mínima investigación inventó una truculenta historia de paramilitares comandados supuestamente por…

Uribe. El embajador colombiano desmintió la especie en un programa radial y dio una versión razonable donde Colombia no tenía ni arte ni parte. El diplomático fue reprendido muy suavemente por su Cancillería y Maduro olvidó repentinamente sus afanes de detective después de una conversación con la canciller colombiana. Por lo visto no se aprendió la lección. Además debería saber que si decide hacer trabajos sucios debe dejárselos a segundones y así preservar al menos las apariencias de la presidencia de la república.

En cuanto al tal golpe en pleno desarrollo pues los venezolanos somos los últimos en enterarnos. Sobre todo si por golpe se entiende un levantamiento armado para derrocar al gobierno de turno. Y nos era difícil saberlo porque no pasa semana en que Nicolás no haga la apología del espíritu chavista de nuestras fuerzas armadas. Tan queridas y beneficiadas por el régimen. De manera que es un tubazo presidencial que si nos sorprende a nosotros que alguna atención prestamos a lo que en estos lares acaece, qué será del resto de los mortales.

En vez de guardar un elegante, y hasta despectivo silencio, le da por hacer el triste y repetido show para el país y las audiencias internacionales.

Fernando Rodríguez

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