jueves, 15 de enero de 2015

Esto es lo que pasa cuando los precios del petróleo se desploman

 

Francisco Monaldi


Esto es lo que pasa cuando los precios del petróleo se desploman — y no pinta bien para los productores
El boom petrolero más largo y más grande en la historia ha terminado. En un boom —y el último duró casi 10 años— todo resplandece para los países productores: la economía crece, el consumo explota, las empresas obtienen grandes ganancias independientemente de su productividad, la pobreza disminuye —incluso si los programas de protección social son ineficaces—, los políticos son populares y son reelectos —incluso si son incompetentes y corruptos— y la gente tiende a ser más feliz.
Pero los precios del petróleo tienden a ser cíclicos, así que cuando llega la caída, la fiesta termina. Durante el descenso de los precios del barril en la década de 1980, la mayoría de los países dependientes del petróleo sufrieron las consecuencias del colapso de la inversión y el consumo. Unos pocos, como Omán y Malasia, fueron capaces de compensar la caída de los precios mediante el aumento de la producción, pero muchos exportadores de petróleo sufrieron, también como consecuencia de los recortes de producción acordados por la OPEP. Algunos se recuperaron mejor que otros, pero en general, entre 1982 y 2002, a los países exportadores de petróleo les fue mucho peor que el resto del mundo en desarrollo.
Aquellos a quienes les fue peor fueron —típicamente— quienes se endeudaron durante el auge. La pobreza y el desempleo aumentaron considerablemente. De hecho, el bajo rendimiento llevó a la idea generalizada de que tener petróleo era una maldición, algo que ha generado una amplia literatura. La realidad es más compleja, como muestra el rendimiento económico superior durante el boom de la última década. De hecho, sacando esas dos décadas de “descalabro”, los países petroleros han superado a sus pares en los últimos setenta años. Así que la verdadera “maldición” es, en realidad, la caída de los precios del petróleo.
El actual colapso de los precios —por primera vez desde 2009 los precios están por debajo de los simbólicos 50 dólares por barril— es en gran parte el resultado del auge en la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos, que agregó a la oferta más de 3 millones de barriles en los últimos años. Los precios altos atraen inversión y oferta. Y este boom no fue diferente. Los precios del petróleo son muy difíciles de predecir, por lo que no se sabe si la caída actual va a durar, a pesar de la evidencia que apunta a dos años más de precios bajos. Por otra parte, los precios siguen siendo superiores al precio histórico. Durante la mayor parte de los más de 120 años de historia de la industria petrolera, el precio ha estado por debajo de US$ 50 en dinero de hoy. Pero la geopolítica o el consumo renovado podrían alterar el escenario de exceso de oferta y sorprendernos una vez más. De hecho, las caídas del petróleo tienden a preceder a los booms, precisamente porque se agota la inversión en exploración de petróleo .
Los importadores netos, como la mayoría de los países europeos, se beneficiarán de la disminución del precio del petróleo. En Estados Unidos, los ciudadanos pagarán ahora mucho menos por la gasolina que durante los últimos cinco años, lo que lleva a gastar más en otros bienes. Se está dando una gran transferencia de riqueza de los exportadores a los importadores.
Incluso si la caída es a corto plazo, todos los exportadores netos de petróleo sufrirán, pero sólo será desastroso para aquellos países que no hayan aprendido las lecciones del ciclo anterior de auge y caída de precios. Esta vez muchos países han guardado una parte mayor de sus ganancias y han invertido más en activos productivos, aunque, por lo general, a un nivel significativamente inferior al valor del recurso que se agota. Muchos abandonaron sus políticas fiscales conservadoras durante la crisis financiera de 2008-2009, una acción que tenía sentido, pero nunca regresaron a la prudencia de los primeros años del boom.
El malestar producido por la Primavera Árabe motivó el aumento del gasto de los productores de Medio Oriente. Pero aun así, con pocas excepciones, la mayoría de los exportadores están en mejores condiciones para enfrentar la tormenta. Los países ricos del Golfo y algunos de los países del Caspio pueden manejar fácilmente una caída temporal de los precios: ellos han acumulado grandes fondos externos, aunque algunos se enfrentan a perspectivas fiscales más preocupantes a largo plazo. Incluso Rusia se encuentra en una mejor posición para gestionar una caída de los  precios del petróleo que la que tuvo Unión Soviética, pero no por ello deja de sufrir los recortes necesarios en las importaciones y el gasto. Y las sanciones les dolerán más. Irán está en peores condiciones, porque tenía una política económica menos prudente y las sanciones ya habían producido una crisis, incluso antes de la caída del precio del petróleo. Nigeria, a pesar de tener una macropolítica mejorada en comparación con el auge anterior, se va a ver afectada significativamente debido a su excesiva dependencia del petróleo, lo que llevará a un aumento de la pobreza y la inestabilidad política. Angola también es vulnerable. Los exportadores de petróleo de América Latina con políticas macroeconómicas en general prudentes, como Colombia y México, también se verán afectados por el necesario ajuste fiscal, pero deben ser capaces de gestionar la situación limitando el trauma. Sin embargo, ningún país está en peor forma frente al colapso de los precios que mi país natal, Venezuela.
Como la proverbial cigarra de la fábula, Venezuela no sólo gastó todo durante el verano, principalmente en consumo, sino que también adquirió una inmensa deuda para gastar aún más: el país tuvo déficits de 15% al 20% del PIB durante los años picos del boom. Ahora viene el invierno y se enfrenta a un colapso económico. La inflación podría superar el 100% en 2015, la escasez es generalizada y hay una alta probabilidad de que muchos venezolanos que salieron de la pobreza durante el auge vuelvan a caer ella, con graves consecuencias para la estabilidad política.
La abundancia de petróleo no es necesariamente una maldición. La mayoría de los productores están mejor preparados esta vez, pero para los pocos que no aprendieron nada del pasado la realidad será tan dura como el invierno de la cigarra.

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