El Estado Islámico y la batalla del fin del mundo
Jaume Flaquer
La capacidad del ser humano de pervertir el mensaje religioso es
infinito. Si el amor y perdón radical de Jesús no impidió la quema de
brujas y de herejes del s.XVI, no nos ha de extrañar que el mensaje de
Muhammad cuyo reino sí era de este mundo se vea transformado en la
barbarie neo-fascista practicada por el Estado Islámico.
Su lógica se asienta en tres elementos fundamentales: la mitificación
de los orígenes del islam, la interpretación fundamentalista de los
textos escatológicos del fin de los tiempos, y la proclamación de que
efectivamente estamos viviendo estos tiempos finales. El éxito de la
llamada a la yihad (por más que represente solo a una ínfima minoría de
los musulmanes) se basa en que la mayor parte de éstos han sido educados
en una mitificación de sus orígenes y en una lectura fundamentalista de
los textos. La invasión americana de Iraq y la guerra siria han
permitido el caos suficiente para que este grupo haya podido
interpretarlo como el preludio de la gran batalla final en la que
saldrán victoriosos los que vivan literalmente como los primeros
musulmanes. La última comunidad será como la primera, de ahí que en sus
escritos se esfuercen en ver paralelismos entre los sucesos del s.VII y
los del s.XXI. Igual que los primeros musulmanes crearon el primer
Estado Islámico al emigrar hacia Medina dejando atrás sus casas y sus
familias infieles, también ahora se hace una llamada obligatoria a todo
musulmán para emigrar hacia el Estado Islámico definitivo, localizado
precisamente donde se espera que se produzca la gran batalla final,
Dábiq, en Siria, frente a la frontera turca. Esta reunión de musulmanes
de todas las razas y países no deja de resonar positivamente en un
anhelo común de la comunidad islámica: la superación de las divisiones
históricas para volver a la unidad originaria. De ahí que uno de los
enemigos del Estado Islámico sean los diversos nacionalismos árabes
surgidos después de la época colonial y alimentados por sus dictadores
para mantenerse en el poder. Por ello, su llamada enlaza con la crítica a
la corrupción y división de los países árabes y con la aspiración de
volver a ser una gran comunidad triunfadora. En los países Europeos,
donde numerosos inmigrantes o hijos de inmigrantes no consiguen sentirse
ni de aquí ni del país de sus orígenes, pueden dejarse tentar por esta
llamada a la superación de fronteras que integra la épica de toda
ideología totalizante.
Esta épica es la gran dinamizadora de los luchadores por Alá. La
literatura apocalíptica de todas las tradiciones, alcanzando también al
cine actual, hace volar la imaginación hacia una batalla definitiva
entre el bien y el mal donde toda creatura debe elegir entre un bando u
otro. Su objetivo no es más que ayudar a vivir las dificultades del
presente. El error consiste en “historizar” los miles de relatos
medievales sobre el fin de los tiempos dándoles una localización exacta
precisamente en Siria: la batalla final, la aparición del Mahdi, el
descenso de Jesús y la aniquilación del Anticristo junto con la de todos
los infieles. Esa batalla será contra los cruzados y sus aliados, y
permitirá conquistar Roma, esclavizar a sus mujeres, y poner la bandera
del Estado Islámico sobre el Vaticano.
Ese momento ha llegado, y hay que situarse bajo la bandera del bien,
refundando el Estado Islámico primitivo. Por ello este grupo considera
como enemigos incluso a otros yihadistas que luchan contra Israel o EEUU
pero que no pretenden fundar un Estado.
La llamada a alistarse es universal, y por eso su revista de
propaganda es en inglés con una maquetación impecable. Se piden soldados
pero también ingenieros, médicos, informáticos, científicos,
predicadores, etc., para poder desarrollar el Estado.
No debe quedar la duda a nadie de que el islam mayoritario condena a
este grupo. Y no puede ser de otro modo porque éste considera infiel a
todo musulmán que viva en Occidente o en cualquier país musulmán donde
no impere la ley islámica estricta. Pero no le vencerá ni con armas ni
con condenas sino con una desmitologización y un verdadero estudio
crítico sobre sus orígenes. Mientras, el islam seguirá engendrando hijos
terroristas no deseados, y Occidente les dará de comer con su nefasta
política exterior.
Jaume Flaquer, jesuita, es responsable del área teológica de Cristianisme i Justícia.
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