Fernando Mires
Con
insistencia el gobernante Nicolás Maduro ha venido comparando su
declive político con la situación vivida por el presidente Salvador
Allende durante los últimos días de la Unidad Popular. Analogía que,
como toda analogía, es falsa. Maduro, evidentemente, intenta acaparar
para sí por lo menos una parte de la mitología que aún rodea a la
tragedia que culminó en Chile en 1973. Sin embargo, los procesos
experimentados en ambos países no pueden ser más diferentes.
¿Cómo
comparar un gobierno legítimo que duró solo tres años con la existencia
de un sistema de dominación política que ya lleva más de 15 años en el
poder?
¿Cómo
comparar a la UP, una amplísima coalición de partidos políticos -donde
tenían cabida marxistas, socialdemócratas, cristianos e independientes-
con el PSUV, partido-Estado, vertical y autocrático, donde solo caben
quienes juran lealtades indeclinables a un mito histórico?
La
UP pudo haber cometido errores, pero nunca dejó de ser un frente
político amplio y democrático. El presidente Allende nunca tuvo la
totalitaria idea de fundar a un Partido Único. Basta solo ver las
fotografías del periodo. Las banderas de la UP eran multicolores y
plurales. El PSUV es uniforme, aburrido, rojo. Rojo hasta el hastío.
¿Cómo
comparar la situación internacional que acosaba al Presidente Allende
con los largos años de bonanza petrolera vividos por la economía
venezolana bajo Chávez y Maduro?
Allende,
no se puede olvidar, fue una víctima de la Guerra Fría y de la política
de bloques. Hoy no hay Guerra Fría ni hay política de bloques. Todo lo
contrario. Incluso el gobierno de EE UU ha extendido la mano a Cuba. Ya
hubiera querido tener Allende un espectro político internacional tan
favorable como el que hoy goza Maduro.
¿Cómo
comparar el descrédito que según todas las encuestas ha llevado a la
popularidad de Maduro a los suelos con un gobierno como el de Allende
que siempre mantuvo una alta cuota de popularidad? ¿Con un gobierno que
siempre estuvo dispuesto a dialogar con sus contradictores bajo la
presencia de la Iglesia Católica, la misma que hoy es agredida por el
gobierno de Maduro?
¿Cómo
comparar un periodo como el de Allende en el cual los tres poderes del
Estado no solo mantuvieron su autonomía sino además se prestaron, como
el Poder Judicial, al juego de la oposición? ¿No sabe acaso Maduro que
la justicia en Venezuela es chavista y nada más?
El
gobierno de Allende era formal y objetivamente hablando, democrático.
Podemos discutir en ese sentido si el de Maduro es una dictadura o no.
Pero democrático no es. Incluso el estilo político de ambos gobernantes
es opuesto. Por ejemplo, no recuerdo haber escuchado de Allende un solo
insulto en contra de la oposición ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?
Además,
Allende no mentía, jamás inventó magnicidios o cosas parecidas. Seguro,
se equivocaba, y algunas de sus equivocaciones fueron fatales, pero no
mentía ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?
Y lo más importante de todo: El
gobierno de Allende fue derrocado por un golpe militar que instauró un
gobierno militar. El gobierno de Maduro, en cambio, es un gobierno
militar.
Si
hubiera militares golpistas en Venezuela estos serían auto-golpistas,
pues los golpistas y los militares ya están en el gobierno. Más todavía,
de los gobiernos latinoamericanos el de Maduro no solo es el más
militar sino, además, el más militarizado. Con esto no se quiere decir
que el de Maduro sea igual al gobierno de Pinochet. Nada es igual a
nada. Pero, si hablamos en términos aproximados, por su composición
orgánica, por el alto grado de represión que ejerce y, no por último,
por el estilo incivilizado que practican los militares (¡Con el mazo
dando!) el gobierno de Maduro se aproxima más al de Pinochet que al de
Allende.
En
breve, el gobierno de Maduro tiene que ver con el gobierno de Allende
tanto como un pez con una bicicleta. Es decir, nada. Absolutamente nada.
Probablemente
Maduro intenta referirse a las protestas de la población, la que
cansada de las largas colas sale a la calle a demostrar con cacerolas
vacías. Semejanzas que solo son visuales. El desabastecimiento en Chile
fue, al igual que en Venezuela, provocado por una mala política
económica. Pero también fue inducido por un sector empresarial
abiertamente contrario al gobierno. En Venezuela, en cambio, todos los
productos que escasean provienen del área económica controlada por el
Estado. Y en cuanto a las cacerolas, todo el mundo sabe que no solo
fueron usadas en contra de Allende sino también en contra de Pinochet.
Llegaron a ser, igual que hoy en Venezuela, un símbolo de la resistencia
popular.
Maduro
se refiere a la oposición de su país como a la “derecha fascista”. Pero
cualquiera persona medianamente informada sabe que la línea de los
principales partidos de la MUD puede definirse como de centro y de
centro-izquierda. Cinco partidos de la oposición son miembros activos de
la Internacional Socialista. Los principales líderes de la oposición,
Capriles y López, así como el secretario ejecutivo de la MUD, Chúo
Torrealba, mantienen un discurso abiertamente socialdemócrata. Y bien,
esa oposición predominantemente de izquierda no tiene nada que ver con
lo que fue la oposición de la derecha chilena, organizada alrededor de
poderosos gremios comerciales, industriales, profesionales e incluso
sindicales (todo eso brilla en Venezuela por su ausencia). Si Maduro
anda buscando una “derecha fascista”, haría bien en mirar a su
alrededor. Pero hoy no vamos a hablar de Diosdado Cabello.
En
fin, si la MUD se parece a algún producto político “made in Chile”, es a
la ex Concertación, surgida poco antes del fin de la dictadura. Pues en
la MUD, como ayer en la Concertación, no está representada ninguna
tendencia golpista ni militarista. Ojalá se pudiera decir lo mismo del
gobierno venezolano.
No,
ni Maduro es Allende (le falta todo para serlo), ni el PSUV es la UP,
ni Venezuela es Chile. Maduro, como ha llegado a ser su costumbre,
falsifica a la verdad.
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