LUIS VICENTE LEÓN
Aunque pueda pecar de insistente, escribo estas líneas porque quiero que el mensaje llegue al mayor número de personas posible, pero, sobre todo, a aquellos encargados de dirigir el destino económico y político del país: la causa de la crisis actual es el modelo primitivo de controles e intervención estatal. Y esto no es una sorpresa. Es el resultado natural de aplicar medidas económicas contranatura, probadamente malas de acuerdo a la evidencia a lo largo de la historia y en todas partes del mundo.
Somos muchos los analistas que hemos advertido los desequilibrios generados por un sistema económico cuyo fundamento es la regulación. Aunque es lógico que el gobierno tenga un papel supervisor, el problema se presenta cuando éste intenta controlar hasta el más mínimo detalle -cual "Big Brother"- asfixiando al sector privado y mermando su capacidad productiva o, peor aún, cuando pretende sustituirlo en su función productiva, dejando en segundo plano la verdadera función del Estado. Es por ello que la escasez de bienes y servicios, acaparamiento, especulación, bachaqueo y colas se observan naturalmente en países con gobiernos controladores e intervencionistas como Venezuela o Argentina; o es que, ¿han visto ustedes estas distorsiones en países donde el modelo es abierto y racional?
Pero más preocupante que los problemas en si, es que la reacción del Gobierno para atenderlos ha sido contraria a la racional. Por ello comparto algunos resultados de las últimas encuestas Datanálisis al final del 2014, que dan pistas de lo que piensan los venezolanos y pueden servir de insumo para la elaboración de políticas económicas que encarrilen nuestro rumbo.
El 87% de la población encuestada indicó que prefiere la empresa privada a la pública; el 85% rechaza las expropiaciones como mecanismo para resolver la crisis; el 93% (incluyendo la mayoría de los chavistas) cree que las empresas que han sido expropiadas producen menos que antes; más del 90% considera indispensable un acuerdo entre el sector público y el privado para enfrentar la crisis; y el 73% no confía que la estrategia de supervisión de empresas por parte del Gobierno puede mejorar el abastecimiento.
Es evidente que los venezolanos esperan una estrategia de estímulo al sector privado, que permita no solo incrementar la presencia y variedad de productos en los anaqueles, sino que logre, por medio de la competencia, acabar con la especulación y otros flagelos que padecen a diario cuando les toca ir a un supermercado, a una farmacia o a cualquier otro establecimiento comercial, donde el problema es generalizado y, lejos de demostrar una guerra económica (estrategia de discurso populista), lo que reafirma es que los controles e intervencionismo generan, inevitablemente, todas estas distorsiones.
Sin embargo, la respuesta del Gobierno pasa por amenazar empresarios y usarlos de chivo expiatorio, cerrar negocios y multar, echando con esto gasolina a la candela. El tiempo avanza y aún no se evidencia intención alguna de cambiar, o al menos flexibilizar, el modelo económico fracasado. Continuamos a la espera de las medidas que se implementarán en el mercado cambiario y acciones que estimulen la inversión y la producción. Mientras esperamos, los encargados de hacer políticas económicas deberían voltear hacia algunos países aliados y responderse las siguientes preguntas: ¿por qué no hay colas en Bolivia, ni bachaqueo en Perú, ni especulación en Nicaragua o contrabando en Brasil?, ¿será porque tampoco hay hostilidad contra el sector privado, ni controles absurdos de cambio, ni gasolina regalada, ni congelamiento de precios, ni sustitución de importaciones privadas por públicas?
luisvicenteleon@gmail.com
@luisvicenteleon
Somos muchos los analistas que hemos advertido los desequilibrios generados por un sistema económico cuyo fundamento es la regulación. Aunque es lógico que el gobierno tenga un papel supervisor, el problema se presenta cuando éste intenta controlar hasta el más mínimo detalle -cual "Big Brother"- asfixiando al sector privado y mermando su capacidad productiva o, peor aún, cuando pretende sustituirlo en su función productiva, dejando en segundo plano la verdadera función del Estado. Es por ello que la escasez de bienes y servicios, acaparamiento, especulación, bachaqueo y colas se observan naturalmente en países con gobiernos controladores e intervencionistas como Venezuela o Argentina; o es que, ¿han visto ustedes estas distorsiones en países donde el modelo es abierto y racional?
Pero más preocupante que los problemas en si, es que la reacción del Gobierno para atenderlos ha sido contraria a la racional. Por ello comparto algunos resultados de las últimas encuestas Datanálisis al final del 2014, que dan pistas de lo que piensan los venezolanos y pueden servir de insumo para la elaboración de políticas económicas que encarrilen nuestro rumbo.
El 87% de la población encuestada indicó que prefiere la empresa privada a la pública; el 85% rechaza las expropiaciones como mecanismo para resolver la crisis; el 93% (incluyendo la mayoría de los chavistas) cree que las empresas que han sido expropiadas producen menos que antes; más del 90% considera indispensable un acuerdo entre el sector público y el privado para enfrentar la crisis; y el 73% no confía que la estrategia de supervisión de empresas por parte del Gobierno puede mejorar el abastecimiento.
Es evidente que los venezolanos esperan una estrategia de estímulo al sector privado, que permita no solo incrementar la presencia y variedad de productos en los anaqueles, sino que logre, por medio de la competencia, acabar con la especulación y otros flagelos que padecen a diario cuando les toca ir a un supermercado, a una farmacia o a cualquier otro establecimiento comercial, donde el problema es generalizado y, lejos de demostrar una guerra económica (estrategia de discurso populista), lo que reafirma es que los controles e intervencionismo generan, inevitablemente, todas estas distorsiones.
Sin embargo, la respuesta del Gobierno pasa por amenazar empresarios y usarlos de chivo expiatorio, cerrar negocios y multar, echando con esto gasolina a la candela. El tiempo avanza y aún no se evidencia intención alguna de cambiar, o al menos flexibilizar, el modelo económico fracasado. Continuamos a la espera de las medidas que se implementarán en el mercado cambiario y acciones que estimulen la inversión y la producción. Mientras esperamos, los encargados de hacer políticas económicas deberían voltear hacia algunos países aliados y responderse las siguientes preguntas: ¿por qué no hay colas en Bolivia, ni bachaqueo en Perú, ni especulación en Nicaragua o contrabando en Brasil?, ¿será porque tampoco hay hostilidad contra el sector privado, ni controles absurdos de cambio, ni gasolina regalada, ni congelamiento de precios, ni sustitución de importaciones privadas por públicas?
luisvicenteleon@gmail.com
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