Apocalípticos y enchufados:
Diez señales para asimilar el poschavismo
Diez señales para asimilar el poschavismo
Zakarias Zafra
Hablar de
poschavismo no es referirse a una coyuntura política con tono grandilocuente y
castigador. Tampoco es profetizar en torno al final de una era de poder. El pos,
el después de, da a entender que hay algo. Algo que, luego de
atravesar episodios decisivos, resguarda, al menos, una esperanza. Pero las
señales hay que entenderlas, descifrarlas, aunque todas parezcan oscuras. Aquí
hay diez de ellas, en el contexto de los desafíos casi bíblicos a los que el
gobierno se deberá enfrentar en su fase apocalíptica. Veamos.
El
poschavismo*:
- Es una tendencia al abismo, amenazada de entropía. Su planificación y supervivencia es estrictamente situacional. La improvisación es el método para seguir respirando. El poschavismo, más que movimiento, es un momento político.
- Se vale de lealtades de barco hundido y clientelismos de cotillón. En él hay algo que se agota irremediablemente, una dinámica de vaciamiento y acumulación. Los que están ya tienen bolsas en la mano. No hay nuevos invitados: el poschavismo es una piñata.
- Es una ideología de rebote, la versión esperpéntica y desechable de un modelo. Programa escándalos y reacomoda discursos para el orador del minuto. No hace sino agujeros en la masa del ruido. El poschavismo en realidad es un silencio.
- Es una doctrina en proceso, atemporal, indeterminada. La perpetuidad es la meta, pero el tiempo es el enemigo. Detrás del dolor y los grandes sacrificios hay un otro-maligno que los justifica. “Nadie dijo que era fácil”. El poschavismo es una trampa afectiva.
- Disgrega y banaliza, a la par que resucita y resemantiza hechos, personajes y fechas a su antojo. Calcula efemérides y rellena lagunas históricas como material de propaganda. El poschavismo es una apropiación de la memoria.
- Sigue una narrativa oblicua, mezclada con epopeyas y cuentos de camino. Su vastedad absurda le da licencia para atacar distintos sectores de las masas con símbolos deformados o simplificados. Aparecidos y héroes. Negocios y batallas. El poschavismo es una épica forzada.
- Mezcla la nostalgia guerrillera con una suerte de espíritu patriótico meridional, matizado por el antiimperialismo, la tropicalia bolchevique y la puerilidad temeraria del modelo cubano. En el fondo combina lo eclesial y lo corporativo. El poschavismo es un híbrido.
- No tiene bolsillos propios. Regala, compromete, negocia con todo acabado. Detrás de él hay otro más grande que costea su devenir de barbarazo. No hay socios, sino aliados parasitarios. El poschavismo es el testaferro de la ideología.
- Está alineado con las falsas pulsiones de justicia internacional. Sus actuaciones están entre la izquierda y la pared. No es un gobierno de semejantes, sino de idénticos. El poschavismo es una moda muy breve.
- Ya no es bolivariano ni chavista ni patriaomuerte ni venceremos. Solo cabalga y aplasta sin orden ni razón. El poschavismo es un espanto desbocado. El poschavismo es un jinete sin cabeza.
*
Llamaremos aquí poschavismo a la era que comenzó el 6 de marzo de 2013,
día después de la muerte de Chávez y momento en que una casta político-militar
con vocación de desastre se hizo del poder absoluto de las instituciones del
país.
@zakariaszafra
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