Álvaro Vargas Llosa
Nadie arriesga tanto como acaba de arriesgar Nicolás Maduro haciendo una gira por Asia y Oriente Medio cuando padece una situación interna tan amenazante si no está al borde de un almodovariano ataque de nervios. La razón de haber tomado ese riesgo es precisamente que Maduro buscaba en esas capitales -de Pekín a Moscú, pasando por Teherán, Riad, Doha y Argel- la arca de Noé que los salve a él y el chavismo del diluvio universal.
Esto es más o menos lo que Maduro tiene en su despacho.
En el “dossier” electoral hay encuestas, como la de Datanálisis, que indican que su aprobación, la más baja del ocupante de Miraflores desde que Hugo Chávez llegó al poder hace década y media, ha caído a 22 por ciento y la tendencia no se ha detenido. Esto, en un año de elecciones a la Asamblea Nacional en las que, dadas las circunstancias, el gobierno no podría mantener su dominio parlamentario aun con las reglas de juego diseñadas la vez pasada para dejar a la oposición en minoría a pesar de su victoria en el voto popular.
En el “dossier” social, las cosas no son mejores. Las colas en los supermercados del gobierno (Mercal, Bicentenario, PDVAL) han dejado de ser estoicas y se han convertido en agresivas. Los saqueos, asaltos y muestras de impaciencia entre la base chavista que acude a esos centros han obligado a prohibir la publicación de fotografías o la difusión de imágenes sobre lo que sucede.
En el “dossier” financiero, los memorándums del ministro Marco Torres y el banquero central Nelson Merentes insisten: este año hay que pagar 11 mil millones de dólares de deuda y sencillamente no hay de dónde sacarlos. Eulogio del Pino, el jefe del ente petrolero, y el ministro Asdrúbal Chávez abundan en detalles: Venezuela está produciendo no más de 2,5 millones de barriles diarios, de los cuales sólo se puede vender al exterior para generar divisas la mitad. ¿Por qué tan poco? Porque la otra mitad ya tiene destinatarios fijos: un tercio de esa mitad va a China para pagar deudas, 600 mil barriles se usan para sostener la energía doméstica y el resto se utiliza para subvencionar a los países aliados a través de Petrocaribe (unos cien mil barriles van a Cuba y el resto a distintos países centroamericanos y caribeños).
Allí no se agota el “dossier” financiero. La mitad de la producción petrolera que sí se puede vender sólo genera 20 y pico mil millones de dólares, la cuarta parte de lo que generaban las ventas de petróleo hace un par de años. Esto, por el doble efecto de la caída del precio a la mitad en seis meses y el hecho de que casi 50 por ciento de la producción ya esté comprometida. Marco Torres ha tenido que añadir en este “dossier” una nota al margen: Moody’s acaba de rebajar la calificación de la deuda soberana de Venezuela a la categoría más baja fuera del “default” y en los corrillos financieros del mundo ya no se habla de si Caracas suspenderá pagos o no, sino de cuándo ocurrirá.
En el “dossier” económico se amontonan noticias tan gratas como las financieras: el aparato productivo está paralizado. La escasez generalizada viene acompañada de un aumento de precios que ya hace muy dudosa la cifra de inflación comúnmente mentada dentro y fuera del país: 63 por ciento (la real bordea 100 por ciento). El déficit fiscal, que ascendía a 15 por ciento, ya sobrepasó esa barrera.
En el “dossier” económico se amontonan noticias tan gratas como las financieras: el aparato productivo está paralizado. La escasez generalizada viene acompañada de un aumento de precios que ya hace muy dudosa la cifra de inflación comúnmente mentada dentro y fuera del país: 63 por ciento (la real bordea 100 por ciento). El déficit fiscal, que ascendía a 15 por ciento, ya sobrepasó esa barrera.
Los memorándums de este “dossier” no se atreven a pronunciar “devaluación” pero todo lo que dicen apunta a ello.
Por último, en el “dossier” policial y militar, es decir el de los asuntos políticos, donde las firmas cubanas predominan sobre las venezolanas, el nombre de Henrique Capriles ha pasado otra vez a tener cierta relevancia después de estar algún tiempo opacado por los antichavistas más peligrosos, como Leopoldo López y María Corina Machado. El ex candidato presidencial y gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, ha pronunciado una frase criminal: “Este modelo se acabó… y llegó el momento de tomar acciones”. Ha convocado al pueblo a las calles, al estilo del trío -Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma- que, bajo el rótulo de “La Salida”, desestabilizó al gobierno pidiendo una respuesta popular masiva contra el régimen.
Esto, apunta el “dossier”, es sintomático de que los sectores de oposición que terminaron por frenar en su momento la movilización callejera oponiéndose a los líderes de “La Salida” sienten que el escenario ha cambiado y exige mostrar musculatura. Capriles no sólo ha hablado de unidad sino que ha invocado el nombre de Leopoldo López, insistiendo en su liberación y en la necesidad de unirse. Ello confirma lo que informantes diversos habían advertido desde hacía semanas a Miraflores: que Capriles tiene la intuición de que esta es nuevamente su hora.
Esto es más o menos lo que afronta Maduro. A lo cual hay que añadir que el acuerdo entre La Habana y Washington anunciado hace algunas semanas no ayuda precisamente a consolidar, dentro del chavismo, la posición del gobernante designado en su día por Chávez con respaldo directo de La Habana. Si Cuba mantuvo en ascuas a su aliado sobre algo tan transcendental y estuvo dispuesta a realizar negociaciones secretas con el enemigo a sus espaldas, nadie puede garantizar nada. Esta percepción, que seguramente cosquillea la conciencia de los adversarios de Maduro en el chavismo o de quienes quieren asegurarse el futuro, representa una amenaza añadida.
En resumen: la situación es desesperada. De allí la gira por Asia y el Medio Oriente en la que Maduro pretendía dos cosas: un acuerdo entre algunos de los países productores de petróleo para elevar el precio mediante recortes de producción y ayuda financiera para evitar la suspensión de pagos y cubrir las importaciones básicas, cuya desaparición ha agudizado el desabastecimiento y la impaciencia de la base chavista. ¿Qué obtuvo Maduro?
En lo que respecta al acuerdo para sostener el precio del crudo, absolutamente nada. Arabia Saudita ha mantenido su decisión de no utilizar los recortes de producción para elevar el precio porque no quiere perder cuota de mercado y porque incluso pretende ganarla si con estos precios bajos logra que quiebren algunos potenciales competidores estadounidenses. En Irán es donde la posición de Maduro cosechó la mayor simpatía aun cuando el gobierno actual, a diferencia del que presidía Ahmadinejad, mantiene una distancia con Caracas. Irán lleva tiempo pidiendo lo mismo que Venezuela pero la Opep, donde Riad manda con fuerza, no se pone de acuerdo para ello.
En China, donde Maduro buscaba sobre todo limosna, lo que el venezolano logró fue un compromiso más bien vago: 20 mil millones de dólares de inversión en el futuro. No se habló, en los anuncios, de ayuda financiera inmediata para que Venezuela pueda hacer frente al pago de su deuda y cubrir importaciones básicas, ni tampoco se fijó un calendario para las inversiones prometidas. En el caso de que las inversiones se materialicen algún día, su destino tendrá que ver con proyectos de alta tecnología e infraestructura informática, no con la urgencia de abastecer de alimentos y medicinas a la población. No es para menos: China ya ha prestado a Venezuela 50 mil millones de dólares en una década.
En Qatar, lo que Maduro necesitaba era sobre todo respaldo de la banca local. Pero en ese caso los anuncios fueron aun más vagos que en China, pues ni siquiera se habló de una cifra. Si la pretensión era que los bonos venezolanos, que han caído a 36 por ciento del valor nominal en el mercado, recobraran algo de aliento, el propósito no se logró.
En Rusia, donde la numerosa comitiva había hecho una parada técnica originalmente y adonde luego regresó para acallar los rumores de que Putin había menospreciado a Maduro, las cosas no fueron mejor. Era imposible: Rusia vive su propia crisis porque el presupuesto estatal, es decir el de Putin, depende en un 50 por ciento del ingreso petrolero y gasífero. El gobierno ruso le dijo a Maduro que ellos no pueden hacer mucho para tener impacto en el precio.
Los costos de producción de Rosneft, el gigante petrolero ruso, están entre los más bajos, por lo que pueden sobrevivir desde el punto de vista operativo en un mundo de precios alicaídos. En cualquier caso, junto con Irán y Venezuela, Moscú presionó a la Opep en general y a Arabia Saudí en particular en meses recientes y no logró nada. De allí que el ministro de Finanzas, Anton Siluanov -y esto es algo que Putin le confirmó a Maduro-, haya dicho que no hay más remedio que hacer ajustes en el presupuesto público porque la era de los precios bajos (en comparación con los astronómicos del año pasado) va a durar.
La frustración del venezolano fue patente hacia el final de la gira cuando dio una entrevista en la que denunció un “golpe económico en marcha”, insistiendo luego en la acusación de que los bajos precios son una conspiración imperialista contra Venezuela, Irán y Rusia. Lo que había sucedido, sencillamente, es que, al igual que Rafael Ramírez, el defenestrado ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, quien realizó una gira similar el año pasado con idéntico propósito, el viajero no consiguió modificar las cosas. La comitiva -compuesta por más de 70 personas- regresa del periplo con las manos vacías.
La gran pregunta, ahora, es qué hará la oposición y cómo responderá el gobierno. Si la oposición, como hay indicios de que puede suceder, vuelve a la carga bajo el sello de la unidad, el gobierno tendrá que multiplicar el uso de armas represivas porque su capacidad de dar una respuesta popular está seriamente mermada.
A finales del año pasado, cuando las cosas eran graves pero algo menos graves que ahora, hubo elecciones internas del partido oficialista (Partido Socialista Unido de Venezuela). De los supuestos siete millones de militantes que tienen, se calcula que ni siquiera la décima parte participó. En el Distrito Capital, el índice de participación apenas superó el cinco por ciento. Con este nivel de apatía entre los chavistas, la necesidad de usar la brutalidad policial y militar, y el brazo judicial del régimen, ante una eventual arremetida opositora se hace perentoria.
Esto, sin embargo, puede traer problemas en el exterior. Fuera de América Latina, Venezuela ha tenido que soportar muchas críticas oficiales y semioficiales en tiempos recientes, entre ellas de parte de Naciones Unidas (el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias del Consejo de Derechos Humanos de la ONU le está haciendo un seguimiento cercano a la situación venezolana y organismos como el Parlamento Europeo). Ya no está nada claro que el mundo vaya a tolerar como toleró tan fácilmente a inicios de este año una nueva masacre de estudiantes.
La oposición ha anunciado reuniones entre todos los líderes que estaban a la greña hasta hace poco y acordado que la vocería de la Mesa de la Unidad Democrática sea la que dé cuenta de las decisiones. Se vienen días movidos
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