Editorial El País
18-1-2015
Probablemente hubiera tenido que hacerse antes. Pero ya es hora de que la comunidad internacional se implique en la lucha contra la guerrilla islamista de Boko Haram en Nigeria, cuyas atrocidades se repiten desde hace meses sin que los medios que hasta ahora se han empleado hayan resultado efectivos.
No es exagerado decir que Boko Haram es responsable de una de las mayores persecuciones religiosas registradas en lo que va de siglo XXI. Afecta principalmente a cristianos, pero también a musulmanes que no se pliegan al fundamentalismo. Y todo ello en el país más poblado de África —donde el 50% de sus habitantes son cristianos y alrededor del 45% musulmanes—, que además es uno de los principales productores mundiales de petróleo.
Las pruebas de crímenes contra la humanidad cometidos por el grupo integrista se suceden, a veces publicitadas por los mismos yihadistas y en otras ocasiones por denuncias de organismos y asociaciones internacionales. Sobra con dos ejemplos: del primer caso, el secuestro de 200 niñas de un colegio cristiano, perpetrado hace nueve meses. Fue el mismo Boko Haram —cuyo nombre se traduce por “la educación occidental es pecado”— quien distribuyó las imágenes de las jóvenes capturadas y cubiertas con el velo islámico listas para ser “repartidas” como ganado entre sus captores. El segundo ejemplo son las imágenes de satélite distribuidas por Amnistía Internacional en las que se ve la devastación causada por la guerrilla yihadista que la semana pasada mató a 2.000 personas, destruyó sus casas y taló sus árboles.
Ha querido la casualidad que tanto la matanza como el cumplimiento de los nueve meses del secuestro hayan coincidido con las masivas manifestaciones contra los asesinatos de París, dando lugar a un justificado sentimiento de abandono de la población nigeriana que es preciso subsanar.
Boko Haram no es un problema local en una zona del África subsahariana, y por tanto lejana de nuestras fronteras. Basta echar un vistazo a las rutas de emigración africana a Europa para percatarse de su trascendencia. Además, Nigeria es pieza clave en el rompecabezas yihadista mundial que ya controla extensas áreas de Malí y el desierto sahariano. Que un país tan pobre como Chad se haya comprometido a ayudar al Congo para evitar la entrada de Boko Haram debería hacer reflexionar a los Gobiernos occidentales: hay que encarar el problema cuanto antes.
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