lunes, 4 de abril de 2016

CONFLICTO Y NEGOCIACION

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  BENIGNO ALARCÓN

POLITIKA UCAB

En nuestra última carta decíamos que la negociación solo es posible cuando dos partes en conflicto necesitan de la cooperación porque no pueden obtener lo que quieren o necesitan por otros medios. Estos otros medios son lo que en el lenguaje de la negociación se conoce como alternativas.
Aplicando esto a la situación política nacional, llegamos obligatoriamente a la conclusión de que mientras el gobierno tenga otras alternativas para retener el poder, como el control de instituciones como el Tribunal Supremo de Justicia o el Consejo Nacional Electoral, no tendrá razones para negociar ni permitir la cooperación de institución alguna bajo su control para permitir la activación de un mecanismo institucional que ponga en riesgo su propia permanencia en el poder.
La situación descrita implica un conflicto asimétrico entre gobierno y oposición. Un conflicto asimétrico es aquel en el que las preferencias de las partes difieren porque una puede obtener los mayores beneficios mediante la cooperación (la oposición en este caso), mientras la otra gana más no cooperando (el gobierno que nada gana negociando los mecanismos para facilitar su propia salida).
Tras 20 años enseñando y ejerciendo negociación y mediación, he aprendido que en situaciones asimétricas, como la aquí planteada, las posibilidades de cooperación poco dependen de la buena fe de las partes o la habilidad de negociadores y mediadores, sino de un cambio en las condiciones que modifique la situación de quien gana más no cooperando. Es aquí donde el planteamiento del conflicto juega su rol esencial.
Pese a nuestros prejuicios, el conflicto per se no es bueno ni malo, sino una parte esencial del sistema que está presente en toda relación, es uno de los engranajes que mueven el sistema hacia algo cuyo resultado puede ser mejor o peor, dependiendo de cómo se le maneje. El conflicto mal manejado acarrea resultados desastrosos como los que hoy vemos en Siria, pero sin conflicto muchos países, incluido el nuestro, hoy seguirían siendo colonias, las mujeres no votarían, y Obama jamás habría sido el Presidente de los Estados Unidos, tan solo por poner tres ejemplos.
Toca entonces a la oposición plantearse de manera realista dos tareas fundamentales de las cuales depende el éxito de cualquier salida institucional. La primera es reducir las posibilidades de que el gobierno pueda retener el poder por otros medios distintos a la voluntad popular, aumentando los costos potenciales para quienes reprimen u obstaculizan las salidas institucionales que están en la constitución y que deben permitir que sea la gente la que se exprese por todos los medios disponibles, incluidas las manifestaciones pacificas, que son un derecho establecido en la Constitución, así como el ejercicio de su derecho a decidir a través del voto, bien sea aprobando o no una enmienda constitucional, revocando o no el mandato, o ejerciendo cualquiera de los mecanismos de la democracia. Son los ciudadanos y nadie más quienes tienen la última palabra, y es ilegitimo todo intento de desconocer el derecho sagrado del pueblo a decidir.
La segunda tarea esta relacionada con la negociación en si misma, y en este sentido también es importante comprender que un proceso de transición pacifico no es posible en nuestra situación, sin que existan acuerdos con ciertos actores y sectores que hoy detentan o sostienen el poder. La alternativa a la cooperación es la guerra, y ese es un escenario que solo beneficiaria a aquellos que, por su situación personal de involucramiento en delitos graves, no pueden negociar su salida del poder ni tienen posibilidades de seguir con sus vidas dentro o fuera de la política tras una transición.
Tal negociación es posible si, y solo si, ciertos actores que hoy contribuyen al sostenimiento del gobierno tienen la necesidad de negociar, lo cual implica que la relación costo/beneficio de un acuerdo supere lo que las partes pueden conseguir por otros medios. Cuando un conflicto es asimétrico, como es nuestro caso, a alguien le interesa cooperar porque con la cooperación gana (la oposición), mientras alguien está en la posición contraria, no le interesa cooperar porque con la cooperación pierde (el oficialismo). Para que el conflicto se vuelva simétrico, y se genere un nuevo equilibrio donde ambos puedan ganar cooperando, es necesario reducir o eliminar la posibilidad de ganar no cooperando, y esta es justamente la utilidad del conflicto que, cuando se plantea y se maneja de manera adecuada, sirve de catalizador para cambiar una situación, que de otra manera se mantendría en el status quo.
En este sentido, lo ocurrido en la noche del pasado martes, con la aprobación de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, no es solo un paso hacia la justa liberación de Antonio Ledezma, Leopoldo López, Daniel Ceballos, y muchos jóvenes valientes que se sacrificaron por sus convicciones y que hoy ven consumirse días que nunca recuperarán en las sombras de un calabozo, y en muchos casos decepcionados porque se sienten olvidados, sino además un paso hacia el planteamiento de un conflicto que si es bien manejado puede ser el catalizador de ese cambio necesario.

Benigno Alarcón Deza
Director
Centro de Estudios Políticos
Universidad Católica Andrés Bello

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