OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
Es como demasiado lo que le está pasando a Venezuela. No es que otras naciones no hayan entrado alguna vez en la historia por los senderos de la tragedia, pero es que nuestro país, con tantas ventajas comparativas sobre otras naciones, no se merece tantas cosas adversas en esta primera parte aún del siglo XXI.
Las imágenes sobre la secuela de la delincuencia son de terror y horror. Qué triste ver cómo la barbarie se apodera de nuestras ciudades, nuestros pueblos, de nuestro gentilicio. Es una situación vergonzosa.
Allí están las fotografías de la masacre de Tumeremo dándole la vuelta al mundo. De cinco hombres muertos en Yaracuy en fila y con las manos dentro de los pantalones. Un hombre linchado e incinerado por una comunidad.
Los venezolanos nos preguntamos cuál es la diferencia de esta demencia con las acciones grotescas de ISIS en el Medio Oriente, y de otros grupos terroristas en el mundo.
La nación nos la han saqueado. Estamos ante la mayor estafa hecha en el menor tiempo a un pueblo. Ya las cifras en miles de millones no nos dicen nada. Solo que el país se empobreció por la avaricia de unos pocos, el culto a una ideología que perdió el tren de la historia y un pueblo sumiso que no se dio la oportunidad para reivindicarse como parte de una sociedad liberal, productiva y moderna.
¿Qué más necesitamos para darnos cuenta de que el país requiere de otro liderazgo y de otro gobierno?
¿Cómo podemos, sin mayores traumas, rescatar la decencia y los valores perdidos para superar tan injusta, crisis social, económica y política?
No hay denuncia que no se haya hecho, no hay más espacio para el discurso que describa la crisis. La inflación, la delincuencia, la escasez, la emigración galopante de nuestros hijos, son todas las pruebas de lo mal que nos han gobernado durante estas dos últimas décadas.
Entonces, ¿qué esperamos? “¿Será –como diría Erik Durschaim– el factor climatológico el que cambiará este curso anormal de la historia?”. ¿Será un gran apagón, el fenómeno de El Niño y la crisis eléctrica la que terminará de demostrarles a los ciudadanos el desastre de gobierno que tenemos?
No sería la primera vez que la suerte de los pueblos esté determinada por situaciones incontrolables que produce el clima. Lluvias torrenciales, inviernos brutales y huracanes han cambiado la historia. ¿Será lo improvisados que hemos sido ante el fenómeno de El Niño y sus consecuencias la guinda que le pondrá fin a esta nomenclatura? Es solo una reflexión.
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