sábado, 30 de julio de 2016

Colombia, lugar de refugio y de tránsito

Beatriz de Majo

A las dificultades que experimenta la dinámica fronteriza desde que el paso entre Colombia y Venezuela fue bloqueado y solo es abierto para fines que pueden considerarse “humanitarios”, se vienen a sumar otros problemas que comenzaron a hacerse evidentes durante las pocas horas en que se permitió el tránsito de personas la semana pasada.
Colombia ha detentado que numerosos venezolanos que han cruzado la línea con la idea de abastecerse de lo necesario, no han retornado a sus lugares de proveniencia. Es decir, han usado la momentánea facilidad ofrecida por los dos gobiernos para quedarse en Colombia como un sitio de refugio momentáneo o permanente.
El problema sería grave si solo fueran nacionales venezolanos quienes intentan exiliarse en suelo neogranadino. A los venezolanos se han estado sumando cubanos cuyo interés no es permanecer en Colombia sino usarlo como puente para llegar hasta los Estados Unidos. Hasta el presente la Policía del municipio y de la Seccional de Investigación Criminal (Sijín) del Norte de Santander han reportado la llegada de miles de nacionales de otros países que se enfilan hacia Panamá como primer destino para poder acceder a los Estados Unidos. Según La Opinión, de Cúcuta, el barrio Santa Bárbara el escenario en el que los hoteles se están llenando de gentes que esperan su traslado a sitios intermedios en Colombia, desde donde poder viajar a Panamá. Los cubanos suelen huir de las misiones sociales médicas implementadas por el Gobierno de Nicolás Maduro en convenio con el régimen cubano. Estos viven en Venezuela en precarias condiciones, muy pobremente remunerados para limitar su movilidad, en una suerte de prisión orquestada desde La Habana de la que no pueden escapar so pena de sanciones a sus familiares que han permanecido en Cuba. Sin embargo son numerosos los que se deciden a desertar a pesar de las amenazas. El departamento de Migración Colombia asegura que hasta la mitad de este año habían ingresado a Colombia unos 8.000 migrantes irregulares provenientes de Cuba, Haití, África y Asia, la mayoría por el sur del país –es decir, desde Venezuela– y en tránsito hacia Centroamérica, con destino final en Estados Unidos.
Pero hay más. La oficina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los refugiados ya había advertido a través de su representante en Bogotá que se produciría “una llegada silenciosa” y masiva de venezolanos a Colombia. Según Acnur, estos irían en búsqueda de seguridad y atención médica ante la crisis que atraviesa su país para luego conseguir un empleo estable y permanente. El éxodo comenzará a hacerse crítico en la medida en que venezolanos de regiones más apartadas a la frontera hagan uso de las facilidades que se están ofreciendo los fines de semana que consiste en permitir en el país vecino el aprovisionamiento de bienes y de medicinas en las ciudadanas colombianas aledañas.
Si tiramos el mingo lejos, lo que vamos a ver en los meses a venir es un éxodo de compatriotas no solo hacia Colombia, donde las posibilidades de conseguir empleos son casi inexistentes, sino también como un lugar de paso hacia otros países centroamericanos y hacia la meca norteamericana. Hasta el presente, el arcoíris norteamericano no era una meta factible de emigración sino para la clase media venezolana capaz de conseguir una visa y pagarse un ticket aéreo hasta Miami. La porosidad de la frontera con Colombia desde Venezuela engrosará las filas de nuestros compatriotas de otros estratos socioeconómicos, quienes desesperadamente buscan una alternativa a las penurias que viven en su propio país. No es sino cuestión de tiempo.
 

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