domingo, 10 de julio de 2016

EL DESFILE MILITAR COMO ONANISMO
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    TULIO HERNANDEZ

I. No hay, en el presente, nada más idiota, inútil y por demás costoso que un desfile militar. No sé como funcionaría en otros tiempos y lugares, cuando grandes potencias estaban en guerra y debían mostrarse unas a otras los dientes de su poderío bélico, cohesionar su población en torno a tropas y misiles, y disipar temores colectivos.
Pero en el presente, especialmente en países atrasados, pobres y desvencijados, que no tienen ni han tenido en tiempos cercanos conflictos bélicos con sus vecinos, o amenazas reales de otros gobiernos extranjeros, en donde la comida escasea y los delincuentes acosan a las fuerzas armadas lanzándoles granadas de guerra, el desfile militar se convierte en algo más parecido a un acto onanista sin placer o a la exhibición inútil de un poderío que no se tiene y una grandeza de la que se carece.
En el caso venezolano, con un ejército plagado de oficiales obesos, soldaditos famélicos y aviones en estado total de obsolescencia, el acto se torna pantomima. Ópera bufa. Prueba de debilidad. Mañana de retórica sin nada nuevo que agregar. Miles de dólares evaporados en diesel. Gestos de guerra boba eternamente repetidos y, lo peor, como telón de fondo una voz monótona, escuchada una y otra vez desde la infancia, que cuentan el mismo cuento de los intrépidos-y-heroicos-ejércitos-forjadores-de-libertades-que-desde-los-días gloriosos-de-la-independencia-defienden-con-su-sangre-roja-henchida-de honor-la -dignidad-inmaculada-e-inmarcesible-de-un pueblo-insumiso que-mira-hacia-el-futuro. Y Bla, Bla, Bla... ZZZ, ZZZ...

II.
En Venezuela, el país de la opacidad de la información pública, en donde se hacen por lo menos 5 grandes al año, no se explica con exactitud cuánto cuesta un desfile militar. Pero en algunos países democráticos como España, en donde se realiza una sola gran parada anual, el 12 de octubre, día nacional, el tema de los costos y justificación social de los desfiles es motivo de debate en los medios y las ONG. De acuerdo con las informaciones del propio Ministerio de la Defensa español, el presupuesto  de la parada del 12 de octubre del años 2015 fue de 800.000 euros, sin contar las horas de vuelos de las escuadras de aviones. Lo que hace pensar que  costó exactamente un poco más un poco menos de un millón de euros. La pregunta de fondo que se hacen algunos españoles es cuál es el beneficio social de esta inversión y en qué medida es sólo una sobrevivencia narcisa de los tiempos monárquico-franquistas que nadie se atreve a cuestionar.

III.
Muchos rituales y anacronías los hereda mecánicamente un proyecto político de tradiciones del modelo contra el que lucharon. Cuando el presidente sueco Olof Palme, un gran aliado en la lucha contra la dictadura de los Somoza, visitó en Managua al gobierno naciente del Frente Sandinista le llamó la atención la fastuosa pompa militar con la que fue recibido. Expresó su desagrado recordándoles que esa era una tradición de la dictadura derrotada y que un gobierno auténticamente democrático debe también someter a revisión los ritos militares para ajustarlos a criterios civiles. Lo que Palme no sabía es que debajo de la apariencia democratizadora de los sandinistas se ocultaba el gen latinoamericano del militarismo. La estética de los sables, las “chapitas” y las charreteras.

IV.
Por eso llama la atención que los gobiernos democráticos venezolanos del bipartidismo no hayan eliminado, o por lo menos reducido, el peso y la presencia de los desfiles militares en la conmemoración de fiestas nacionales, como el 19 e Abril y el 5 de Julio, de naturaleza eminentemente civil.
Los desfiles militares tuvieron su momento de auge bajo la dictadura e Pérez Jiménez, quien incluso hizo construir un espacio público especial para su puesta en escena, el Paseo de Los Próceres. Hubiese sido más útil un salsódromo, que a la manera del Sambódromo de Río de Janeiro generara no marchas con rigor prusiano sino quiebre de cadera y sonrisas hasta el amanecer.
Asignaturas pendientes para cuando retomemos el hilo extraviado de la construcción de la democracia.

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