domingo, 31 de julio de 2016

NI UNA IDEA SIQUIERA

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                    ELIAS PINO ITURRIETA

EL NACIONAL

¿Cómo responder a las intervenciones de los voceros del régimen que más espacio ocupan ante la opinión pública? ¿Existe la posibilidad de un intercambio de puntos de vista, a través del cual se llegue a desenlaces concretos y cercanos de los problemas que nos agobian? Si partimos de la ausencia de ideas que caracteriza el discurso de los más asiduos de ellos, que pareciera hecha a propósito para que no exista la alternativa de una respuesta sensata, de una reacción capaz de conducir a un intercambio digno de atención, la conclusión es una y única: no hay posibilidad de ponerse a conversar. Lo curioso del asunto radica en el hecho de que ellos solicitan un diálogo, que no dejan de llamarlo todos los días, pero no ofrecen ni un gramo de material para que se haga. Han buscado a unas figuras foráneas para que se ocupen del asunto, para que avalen las supuestas intenciones que tienen de salir del atolladero mediante un acercamiento a los rivales, pero las bombardean a mansalva desde los discursos en cuyo contenido no se puede observar la presencia de un solo argumento digno de tal nombre.
El asunto de la negación del referéndum revocatorio destaca en este sentido, según lo presentan unas figuras como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez. Lo niegan a rajatabla, pero apenas acompañan la negativa con una manifestación de voluntad alrededor de la cual no son capaces de ofrecer un solo punto de vista sobre el cual valga la pena detenerse. No habrá revocatorio ni ahora ni en el año venidero, asegura Cabello, pero no explica el motivo. A veces se atreve a decir que es un problema de tiempo, como si no existieran un calendario evidente para llevarlo a cabo y la diligencia de quienes lo solicitan, pero nadie lo saca de esa estrechez que no permite el movimiento de un razonamiento mínimo. Lo mismo dice Rodríguez, quien se propone como la llave del almanaque y como el dueño del candado electoral  sin ocuparse de anunciarnos los motivos de semejante atribución, sin mostrar las razones que lo han convertido en portero de la voluntad popular. 
Hay un par de responsables, que son ellos, los custodios de la pulcritud cívica, y una cáfila de irresponsables, que somos los solicitantes del referéndum. Ese el fundamento de la postura oficialista, de acuerdo a como la presentan ellos ante los ojos del mundo todos los días. ¿Por qué? No se molestan en explicaciones, apenas se limitan a la proposición de unos escollos que son el producto de su torcida fantasía, a la sugerencia de unos valladares pavorosos y monstruosos que no encuentran asidero en la realidad. Fabrican de manera artificial su realidad para oponerla a un proyecto no solo apoyado en la legalidad sino también en el sentido común. El predicamento de las denuncias de Rodríguez, relacionadas con la comisión de delitos durante la realización del primer capítulo del revocatorio, destaca en este sentido. Ante la falta de sustento que tiene su postura, lo ha querido encontrar en los delitos de la sociedad que ha trabajado para buscar la salida pacífica de Nicolás Maduro. Ha promovido una operación de descrédito que involucra a la mayoría de la sociedad, a la cual presenta como una congregación de maleantes dedicados a la trampa, al cohecho y a la vagabundería. Con el consentimiento de los votantes, un elenco de delincuentes ha falseado los resultados de la primera fase del referéndum y pretende continuar su macabro plan, predica como evangelista medieval. Menos mal que líderes honestos y equilibrados, arcángeles de la decencia  como él y como Cabello, le han salido al paso a la atrocidad.
Ni siquiera se detienen en el hecho de que semejante postura deja mal parado al CNE, en cuyas narices supuestamente se lleva a cabo una conjura masiva contra la las leyes o contra el almanaque de la ortodoxia cívica; o quizá saben que cuentan con las rectoras a la hora de profundizar un ataque sin fundamento  contra las instituciones y contra las salidas democráticas.  Gravísimo todo, no solo por la indigencia de los argumentos, sino también por el interés que ponen en repetirlos como si fueran artículos de una fe mancillada ante los cuales no queda más remedio que pedir la absolución. Porque, ¿cómo se contestan sin ponerse en la misma escala de pobreza, de ceguera, de hermetismo  y vacío?

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