sábado, 16 de abril de 2011

EL DÍA QUE NOS JUBILAMOS DE LA CLASE DE HISTORIA

Karl Krispin

La reciente victoria de Ollanta Humala y de la señora Fujimori nos muestra que poco sirven los crecimientos económicos, el engorde del PIB o la prosperidad si no vienen acompañados de un profundo cambio en el paradigma educativo para construir consciencia y formación ciudadana. De eso venía Perú, de años estelares, de tener a Lima más limpia que Madrid, de años de inversión extranjera creciente. ¿Para qué? Para que en poco tiempo todo se eche a la basura. Los peruanos han demostrado en esta elección que los pueblos sí que se equivocan. Han elegido lo peor de su oferta electoral: un golpista que cree en la Pachamama y en la venganza social del indigenismo. Como escribió Antonio Sánchez, en una de sus primeras declaraciones Humala exige que Chile le pida perdón al Perú por la Guerra del Pacífico de hace 132 años. Créanme: nada lo detiene en sus aspiraciones oxidadas y acabará, al peor estilo de Velasco Alvarado, con la economía peruana. Elegir un militar latinoamericano para la presidencia equivale a colocar un enajenado mental al frente de una cristalería. No sé quién inventó lo de la mano dura: los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.

Keiko se ufana de haber sido Primera Dama, algo baladí como presentación como no sea para dar charlas sobre menús presidenciales o de protocolo para quinceañeras: el intelectual peruano Alberto Vergara la llama la Marine Le Pen del país. Detrás de ella están su padre y Vladimiro Montesinos, el dúo criminal convicto más notorio de los años de violación a los derechos humanos y clausura de la democracia.

¿Quién es el culpable de esta factura? La clase política peruana, encabezada por Alejandro Toledo que no supo conciliar el interés colectivo. No sé qué clase de maldición deben tener las sillas presidenciales, qué extraño imán poseen para atrapar a quienes se le acercan. Algo que las constituciones del futuro deben incluir es la prohibición absoluta de reelección, al estilo de México, para evitar que estos maníacos ejerzan su patología de mando. Una situación similar está ocurriendo en Nicaragua donde la desunión opositora garantizará un nuevo período a Rosario Murillo y Daniel Ortega, a quien la UNICEF sigue considerando un impresentable. Señores de la MUD: ojalá estén tomando debida nota del vértigo de asomarse a estos despeñaderos.

Una de las grandes perversiones de la política de la región es el nepotismo: el clan familiar que llega a succionarle la sangre al Estado bajo la ilusión de la continuidad. Padres que son sucedidos por sus hijos, maridos que le imponen la banda de mando a sus esposas. Keiko no es sino una incidencia más de toda esta historia. El divorcio fraudulento del presidente de Guatemala Álvaro Colom debiera bastar para que el electorado le retirara todo apoyo a la ex cónyuge presidenciable. En nuestro país esa mala maña es endémica y perversa. Basta revisar el funcionamiento de las gobernaciones y alcaldías para seguirle el pulso a dinastías y familiones en el festín imparable del poder.

Cuán difícil resultan los aprendizajes colectivos en estas regiones equinocciales. Necesitamos dosis masivas de instrucción por el día que nos jubilamos de la clase de historia. Perú aniquiló su futuro. Nicaragua es la próxima. Ecuador sufre a un retrechero que quiere mandar a toda costa y Evo jura que tendrá tantas presidencias como colores su bandera pluriétnica. Sin hablar de nuestros invasores bárbaros o de la SRL Kirchner, ahora sin uno de sus socios. Será que en estas geografías sentimos un gusto por lo inoperante o es que quedarnos atrapados por siempre en la historia, como escribía Fukuyama, nos produce el agrado de una estupidez que adormece.

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